domingo, 25 de octubre de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 21

La noche trascurrió para Fcodo entre viejas pesadillas que le visitaban con frecuencia desde que Gollumero robara en los pasos de Galithornmtih las gafas de culovaso.

-    No…no…Gollumero ¡¡¡no, las gafas de culovaso, no…!!!

-    ¡¡ A él, que no escape!!...hhhmm…gggrrr… Saurancho, no lo conseguirás…las Xanas…

-    Aaaaarrrggg… maese pintona…. Montana…uuummmhhh

-    Despierta Fcodo –dijo Sam mientras sacudía a su maestro y amigo- . Ya va a despuntar el sol y hay que prepararse para la Gran Convención de Montaje.

Fcodo preparó sus bártulos de montaje con cuidadoso mimo y los metió en un su mochila del cuero. Al despuntar el sol salieron de la casa y encaminaron sus pasos a las cercanías de la Torre Oscura de Aöpecor, en donde se celebraría la Gran Convención de Montaje.

-    Sam, debemos seguir escrupulosamente los pasos del plan trazado para infiltrarnos en el recinto de montaje. Recuerda que no hemos sido invitados formalmente, pero si seguimos los planes trazados conseguiremos entrar. Recuerda que una vez dentro muchos serán los peligros, las tentaciones y los que puedan parecer amigos, no lo serán. Habrá perdigoneros, orcos escogotadores, magos del tocomocho y montaraces trileros del montaje. Por nada del mundo te separes de mí, las fuerzas oscuras que se desaten cuando el Perdigón Único se comience a montar te pueden trastornar y hacer perder la razón. Sólo los grandes mosqueros como yo podemos soportar tan dura carga y hacer frente a los peligros que nos acechan. Cuando estés a mi lado yo te iré diciendo quién es de fiar y quién no lo es. Yo te guiaré –dijo Fcodo a Sam mientras le echaba el brazo al hombro y se encaminaban hacia la más peligrosa de cuantas aventuras habían vivido hasta el momento-.

Después de sortear una manifestación de orcos palmeros descogotadores en las que esgrimian esloganes como"Queremos subveciones para nuestras explotaciones" o "Por los derechos tradicionales de los ribereños. Turistas fuera", Fcodo y Sam habían conseguido atravesar las puertas del recinto de la Gran Convención de Montaje, gracias a las mágicas artes que Fcodo desplegó. Tras acercarse a la puerta y ser requerido por dos orcos porteros, Fcodo sacó de su bolsillo una tarjeta de visita mágica con un extraño animal pintado con un ridículo sombrero y una caña en la mano al que aparentemente le faltaban dos de las patas y se la entregó. Mientras los orcos miraban la tarjeta dirimiendo si el animal tenía dos, tres, o cuatro patas, nuestros amigos aprovecharon la diatriba y se colaron por la sordi.

-    No te separes de mí Sam. Yo te mantendré prevenido de quién es quién en este nido de alimañas – dijo Fcodo a su amigo con un inequívoco gesto de mente despierta y astuta que le caracterizaba- . Recuerda que el poder del Perdigón Único es muy fuerte y que sus esbirros intentarán por todos los medios que caigas en la oscuridad del perdigoneo.

El recinto estaba lleno de gente de toda guisa hablando en corrillos, mirando como otros muchos montaban moscas, enseñaban hilos , o simplemente olisqueando entre la multitud.
Allí estaba JügDelarüg como maestro de ceremonias departiendo con unos y con otros, mientras un corro de moscones se arremolinaban entorno a él y le hacían la rosca.

-    Mira Sam, ése es JügDelarüg Tronchapeines. El Señor de la Bola de Cristal. Nada de cuanto existe en el mundo mosquero escapa a su ojo. Los elfos de los Lagos Altos que extienden su influencia más allá del Mar del Oeste le otorgaron el poder de transmitir cualquier imagen de la pesca a mosca y cuando se concentra su calva se ilumina y es capaz de reflejar las imágenes de los ríos de los elfos. Siempre fue un gran mosquero, de los pioneros, pero como otros muchos se ha dejado corromper por Saurancho. Él es uno de los que organizan este sarao.

-    Fcodo, ¿y aquél de allí?- preguntó Sam señalando con el dedo- el que está enseñando colorines en un ordenador …

-    ¡Baja el brazo Sam! – ordenó Fcodo – no señales con el dedo que nos pueden descubrir. Ése es el mago Cärmonhaugh Hocicotrompo. Tiene una página web que tiene el poder de hipnotizar a los que la miran. Sus vivos colores embotan los sentidos y atrapa la conciencia del que la observa mientras carga los 100 terabytes que pesa.

-    ¡Qué gran poder! –exclamó Sam-. ¿La podemos ver aunque sea en el móvil?

-    ¡Calla insensato! No hay mortal conocido que haya sido capaz de cargar esa página en un teléfono sin que éste haya echado antes a arder, y aunque así se pudiera hacer, el riesgo de quedar ciego es muy alto pues los colorines nos abrasarían la vista. Sólo alguien con unas gafas hechas de rhitmyl, fabricadas por los elfos de Valinor podría verla sin acabar como la Niña la Puebla.

Nuestros amigos se movían discretamente entre la multitud y Sam miraban de un sitio a otro asombrado por tanta y tan variopinta parroquia. Allí estaban Bermudapesca y Alvatuk en el stand de compendios de pesca de Jumberimil a los que Fcodo negó el saludo y Sam les hizo en guiño haciendoles participes de que estaban haciendose pasar de incognito. Al llegar a una mesa Fcodo se paró y se acercó al oído de su amigo.

-    Sam, mira, ése de ahí es Pacügitor Hierbaverde. Es un montaraz del este que aprendió las artes del montaje de mí. Se jacta de ser buen montador pero oculta que todos los secretos del montaje los aprendió de mi maestría. Siempre monta mientras fuma su pipa de hierbaluisa.

-    Fcodo, ¿tú estás seguro que eso que fuma es hierbaluisa?

-    El que está al lado, es nuestro bien conocido  Josügel Cuellopollo, el Mago Verde. Sus moscas poseen un aura mágica que se activa cuando están en las proximidades del Törmeduril, y hacen perder el recelo a las enormes truchas como barras de pan que allí habitan y pudimos ver y que fuimos incapaces de engañar, ni con la marroncita, ni con jaibisibility, ni con el bicharraco.

Antes de que Fcodo pudiera reaccionar, Sam se adelantó a la mesa y preguntó a Cuellopollo.

-    Maestro, ¿con qué están hechas esas moscas? Son preciosas y el destello dorado que emana del amarillo de su cuerpo me ha hechizado.

Éste, sin atisbarse de que unos días antes le había tenido en sus calabozos de la fortaleza de Peñarandïl de BrakMt le respondió

-    ¡Ahh, joven mosquero! –comenzó diciendo Cuellopollo- estas moscas son el resultado de una profunda y minuciosa observación de padre Törmeduril. Las alas están hechas con pluma de oca de los Altos Jardines de los elfos del Oeste, los cercos son de los gallos dorados de las tierras de los bravos Rohinleönhin y el cuerpo está hecho con la fibra de la malla de los limones que venden los gitanos en los mercadillos de Pañarandïl de BrakMt… Mira, mira... –dijo el Mago Verde mientras extendía la mano y ofrecía una de ellas a Sam-.

-    ¡Oh, mil gracias maestro! –dijo entusiasmado Sam con una reverencia-.

-    Qué gracias, ni gracias…te he dicho mira, no toma. Así que ya la estás poniendo de vuelta a la caja, espabiliao…

-    ¡¡Incauto hobbit!!- reprochó Fcodo, mientras tiraba de su compañero del brazo y apartaba bruscamente a Sam de la mesa en la que estaban Hierbaverde y Cuellopollo-. No te das cuenta que con tu inconsciente actitud nos estás poniendo en riesgo- dijo Fcodo en un manifiesto tono de reproche-. Mantengámonos como meros observadores ocultos tras las capuchas de nuestros chubasqueros de vadeo. Hasta que no localicemos a Saurancho y Gollumero y veamos la oportunidad de arrebatarles el Perdigón Único para destruirlo, no nos podemos hacer notar.

Continuaron mirando aquí y allá hasta que Fcodo, con un respingo se escondió tras una esquina.

-    ¡¡Aquí amigo!!.

Sam dio un brinco y se escondió tras Fcodo.

-    Ésos de ahí son los perdigoneros. Una raza de mosqueros degenerados que se dejaron atrapar por el Señor Oscuro y ahora pescan únicamente al hilo. No te acerques a ellos. Su poder es muy grande y te arrastrarán al más insondable abismo de abominación mosquera: la competición –dijo Fcodo en un susurro pegando su boca al oído de Sam-. Aquel otro grupo de allí son los Montaraces Arqueros del Lance. Sus brazos son como chicles y su mente degeneró hasta llevarles a ignotos precipicios de locura. Prefieren lanzar en un prado a pescar en el río. Dos facciones se disputan la preponderancia en su extraña secta. Los del norte están comandados Vignüalador, con su senescal al frente el Hechicero del ego Cotërgrodol.

-    Fcodo, ¿no había ya un Maestro del ego en Rohinleönhin? –pregúnto Sam-.

-    Sí, Sam, pero éste es el Hechicero del Ego. Te atonta con su verborrea de Física y lo que busca es que le alabes para hinchar su ego. Son muchos los que han sucumbido a sus artes. 

-    ¿Y los del otro grupo? – inquirió Sam-.

-     Esos son los Montaraces Arqueros del Lance del Oeste. Su jefe es aquél de allí.

-    Solo veo a uno –dijo Sam-.

-    Asómate por detrás de él. Su figura es capaz de tapar la silueta de cuatro hombres fornidos. Es el Hechicero del Tocomocho Igleruarsaldüll Rebañaorzas –dijo Fcodo mientras disimuladamente llevaba a Sam del brazo y daban un gran rodeo para ver los cuatro hombres que había detrás de Rebañaorzas y que antes no podían ver por el volumen de su cuerpo-.

En el preciso momento en que nuestros amigos rodeaban al Hechicero del Tocomocho para ver que había detrás, el gran Mago Tronchapeines tomó un micrófono y comenzó a hablar.

-    Queridos amigos, en unos instantes dará comienzo la exhibición de montaje de nuestros maestros montadores. Todos ellos son personajes de reconocido prestigio en el mundo del montaje de moscas artificiales y estamos seguros que entre ellos se encuentran los mejores de la Tierra Media.

Al escuchar esas palabras, Fcodo rechinó los dientes y apretó un puño en el bolsillo del chubasquero. Él no había sido invitado. Él que había sido siempre referente en el mundo del montaje de la Tierra Media, que vendía más moscas que nadie, desde el Mar del Oeste, a los desiertos de los Altos Jardines de los elfos, desde Carranque a Membrilla. Maldito Saurancho, todo por su culpa, se dijo para sus adentros. Pero no hay que preocuparse, si hoy osa aparecer por aquí, le amargaré la fiesta.

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