domingo, 30 de julio de 2017

La intrascendencia

Hay veces que las sátiras que elaboro recorren sendas paralelas a la realidad, es bastante complicado ceñirse a la estrecha vereda que trazan los acontecimientos sin salirse de sus márgenes, y por eso ni lo intento, si por un casual alguno cree que ambos caminos coinciden en su totalidad seguro que el mérito es suyo, pero es posible que algunas veces se crucen e incluso que en algunos tramos se superpongan.

Las causas se pierden o se ganan ante los que toman decisiones por distintos motivos que, a tenor de cómo funciona actualmente el comportamiento de los grupos sociales relacionados con la pesca, podríamos establecerlos como:
  • El interés económico
  • La presión política
  • El tráfico de influencias
  • Las campañas mediáticas
  • La presión jurídica
  • La protesta por vía administrativa
  • La reivindicación colectiva organizada
  • La lucha callejera
  • Las razones técnicas
  • Las consideraciones éticas
  • La conservación del medio

Del orden de intrascendencia en que se coloquen estas acciones surgirá la fórmula decisoria que tendrá como consecuencia el resultado de las medidas tomadas y también nos dará el índice de calidad del sistema de convivencia que nos hemos dado.

Por supuesto que, en todos y cada uno de los argumentos que se aducen para inclinar la balanza, intervienen por un lado la perfidia, la manipulación y la mezquindad; y por el otro la inconsistencia, la idealismo y la filantropía. Estos rasgos del comportamiento humano, unidos a otros tan característicos como la codicia y la estupidez, forman el caldo base.

Pero para entender el resultado del potaje de mezclar todos estos ingredientes, hay que elegir bien la cacerola en que se han metido, conocer la temperatura que pueden alcanzar y saber proporcionar correctamente los ingredientes de la receta. Como es lógico eso sólo lo hacen bien los buenos cocineros experimentados y aunque desgraciadamente no hay muchos, si es posible que puedan llegar a crear escuela. Los que probamos el resultado de este guiso podemos tener nuestra opinión y nuestro gusto, pero lo mejor es no meterse hasta la cocina sin saber bien de lo que en ella se cuece.

domingo, 23 de julio de 2017

Argumentario

Hay actitudes y caras que me resultan tan displicentes como anodinas, quizá sea una asociación fisonómica como consecuencia de lo que, acompañadas con el resto de su cuerpo, dejan escrito que, a poco que no se equivoquen, reflejan su ideario y su forma de afrontar su existencia y de querer dirigir la de los demás.

Por insondables, me resultan curiosas esas actitudes proselitistas que, con detestables y se supone que, indiscutibles argumentos, tratan los de los demás y sus razones como desecho del intelecto. Son posiciones arrogantes que ni por un momento se han planteado analizar el origen de las bases de su discurso, bases impuestas que emanan de un reducido número de conspicuos argumentistas fajados en la mediocridad de la demagogia resultadista.

Encuentro bastantes, pero creo que el mayor problema que tiene este sistema de manipulación de la información es que el segundo escalafón de tertulianos, los que realmente entran en el debate cuerpo a cuerpo, no soportan un asalto dialéctico, ya que su argumentación se desmorona y denota la orfandad y la desnudez con que los han entregado sus popes mediáticos. Cuando esto pasa, siempre tienen la posibilidad de recurrir a las viejas costumbres de intimidar al contrincante, de denostarle o en el peor de los casos de violentarle, actuaciones que son fruto de una tradición muy arraigada que sigue dando resultados. Mientras, los de la primera línea, que no se entretienen en estas actitudes arrabaleras, se dedican a la gran política donde dejan en evidencia su falta de pericia.

Hay diferentes maneras de defender la pesca, pero disfrazar unos intereses particulares de forma que parezcan generales no es la mejor. Estos métodos torticeros pueden dar alas a aquellos que sólo la ven como un modo de crueldad contra los animales.

domingo, 2 de julio de 2017

El problema rural

Estoy afligido por el problema de la despoblación del mundo rural, no es un problema banal y nos afecta mucho a los pescadores que las zonas donde practicamos nuestra afición se queden sin esos afectuosos aldeanos que siempre te preguntan con amabilidad si se te está dando bien, y como contestación a tu respuesta te cuentan con cierta retranca que ahora no hay pesca y que antes si que había, cuando ellos se dedicaban a sacar los peces del río hasta dejarlo tieso. Es entonces cuando se te viene a la mente la posibilidad de que sigan haciendo lo mismo y que la retranca empleada tenga una base firme (sobre todo si el día no se te está dando bien).

La idea de que los pescadores ayudamos a fijar población en el medio rural es más ilusa que romántica, sobre todo desde el punto de vista del ribereño que piensa que antes de que venga otro de fuera a llevarse sus peces es mejor tenerlos a buen recaudo en el arcón.  Tal y como está la situación, si te dejas unos pocos euros en desayunar y comprar viandas en un bar de la autovía antes de llegar al desierto demográfico donde no podrás encontrar ni pan para un bocadillo, habrás hecho todo el gasto del día incrementando los ingresos de negocios que suelen ser saneados, porque en los siguientes pueblos por los que pases lo único que dejarás será la estampa que hará el coche al atravesarlos, con suerte podrás parar en alguno y reponer agua en la fuente mientras recibes miradas que nunca sabrás muy bien que significan. A los pescadores en los pueblos no nos esperan.

Por otro lado siempre te queda un rescoldo de tristeza al pensar que estamos repudiando el asiento sobre el que se ha fundado nuestra cultura, nuestra idiosincrasia y la mierda de civilización que tenemos desde el abandono y la separación del medio rural. Te das cuenta de que la mayoría de los pobladores de las zonas rurales ya no son puros y están contaminados por la civilización urbana después de una estancia más o menos prolongada en una ciudad. Elucubras alguna idea para romper el círculo vicioso que está llevando a muchos pueblos a extinguirse y es entonces cuando se te ocurre hacer una plataforma en defensa de los valores y de las tradiciones que han mantenido vivos los pueblos durante tantos siglos.

Pues ahí van esos valores, todos ellos emanados del instinto de supervivencia:

-    La brutalidad
-    El puterío
-    La beatería
-    La arrogancia
-    La ostentación
-    El caciquismo
-    La endogamia
-    El egoísmo
-    La falta de escrúpulos y respeto al medio natural

Recapacitas, repasas en la historia, y te das cuenta de que el miedo y la ignorancia es lo que impedía salir a la gente de la pobreza y de la mala vida que tenían en donde habían nacido, después sigues pensando y no te cabe en la cabeza lo mal que lo tenían que pasar en el pueblo a tenor de lo mal que lo pasaron cuando llegaron a las ciudades y a pesar de todo se quedaron en ellas, el siguiente pensamiento es que los que se han quedado han resistido y a pesar de los cantos de sirena urbanitas y de los emigrantes ostentosos de fin de semana siguen estando convencidos de que su calidad de vida es mejor. Y como consecuencia te pones a indagar en las bondades que tienen las zonas rurales y en las que sirvieran como aliciente para revertir el fenómeno del abandono (aunque a fuerza de ser sincero el abandono es ya un hecho irreversible y la repoblación muy cuestionable en las actuales circunstancias).

Para un pescador es fácil obtener estas bondades si el pueblo tiene río y además tiene peces, pero desafortunadamente el porcentaje de pescadores que formamos la sociedad es relativamente pequeño y más pequeño aún el porcentaje de los que ven el río como un medio natural y no como una despensa. Es mucho mayor, afortunadamente, el porcentaje de ciudadanos que prefieren pasar el fin de semana en un centro comercial climatizado o encerrados en su salón mirando la televisión o las redes sociales.

Ahora que estos valores, que han abandonado el campo y se han establecido en las ciudades, que se han atemperado y algunos por suerte están en vías de extinción, que residen dónde la gente es menos libre, mas servil y está sutilmente alienada ¿no es mejor, acaso, que permanezcan recluidos en las ciudades?