domingo, 30 de agosto de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 13

Tras perseguir sin resultado las huellas de Gollumero por las tierras de Zamorthull, el cemento que unía la hermandad de Degustando Ricas Pitanzas por el Monte, empezaba a diluirse. Las reservas de compango y de alubias de Astur-natur se agotaron y las viandas empezaron a perder la contundencia y la calidad de mejores tiempos. Ante los infructuosos resultados en la recuperación del Perdigón Único la moral empezaba a decaer y en un calculado intento de recobrarla Fcodo espetó a sus contingentes compañeros:

 -Queridos camaradas, creo que ya hemos pasado tantas venturas por los ríos de la Tierra Media que siento por vosotros la suficiente hermandad como para transmitiros lo que yo sé sobre la ética del mosquero, al rescoldo de este fuego donde se han cocinado ricas viandas y de las que hemos dado buena cuenta os iré narrando las cualidades que engalanan la saya que a los gentiles y honorables nos diferencian de los plebeyos que visitan, para mancillarlos, los paraísos donde habitan nuestras amadas Pintonas.

Con estas palabras Fcodo consiguió atraer la atención del resto del grupo y comenzó una interesante conversación a la rivera del Tëruk en Camärzanel, donde acamparon para hacer noche después de una intensa jornada tras los pasos de Gollumero.

 - Mi escala de valores de un mosquero es muy estricta y proviene de la experiencia que he atesorado a lo largo de mi larga trayectoria piscatoria. De Val-Erielrond aprendí el enseñar con la palabra en vez con el ejemplo, de mi campechanía, la modestia y humildad que me caracteriza, y de los antiguos y nobles mosqueros aprendí algunos de sus mejores virtudes, como por ejemplo no enseñar a cualquiera el ilustre arte de la pesca a mosca a no ser que sea un excelso pelota y además te caiga bien, yo os aconsejo además mantenerle cerca todo el tiempo que podáis al pardillo para aprovecharse, a ser posible, de su ignorancia y de su buena fe.
 -Por lo que dices Fcodo tu no les debiste caerles nada bien, no te veo yo con trazas del pescador sofisticado heredero de los grandes maestros iniciáticos.
 -No me gusta esa observación Alvatuk, si no traté con ellos no es porque no estimaran mi talante pelotillero, que siempre he cultivado con asaz vehemencia, si no porque en mi tremenda y demostrada humildad, no quise acercarme a ellos por no importunarlos.
 -Ya, ya sé por dónde vas –respondió Bermudapesca- ¿Así que ahora si los importunas porque ya no tienes humildad?
 -¡Me estáis tocando los principios y como sigáis tan impertinentes no os transmitiré la sabiduría que os iluminará en vuestro trasegar por los ríos! Nos os dais cuenta, ¡malditos ignorantes!, que yo soy una persona humilde y cordial, ¿o os lo voy a tener que meter esto en la mollera acompañándolo de un par de hostias?
 -No te pongas iracundo Fcodo, ya sabes que tus palabras son el maná que alimenta nuestras jornadas en el río, bueno eso y recoger basura. -Sentenció Sam-
 -Prosigamos, la modestia es una de las más grandes virtudes del mosquero, se caracteriza porque nunca quieres pescar más que los demás ni pescar truchas mayores de 25 centímetros, es parecida a la humildad pero no es lo mismo.
 -¿Y en qué coño se diferencian? -preguntó Jumberimir que se unía en ese momento a la conversación después de volver de tirar el pantalón-
 -Pues es más o menos la misma diferencia que hay entre ser un menguado o un disminuido, pura semántica. –Dijo Fcodo visiblemente contrariado por el desagradable olor que todos empezaron a notar-
 -No empecemos con esas Fcodo que menudo camino que nos diste con esta charla cuando pasamos el puerto de Pajaründal.
 -La humildad es, según pone en este compendio mosquero que te has traído, la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades como mosquero y en obrar de acuerdo con este conocimiento; y la modestia es la virtud que modera, templa y regla las acciones externas, conteniendo al mosquero en los límites de su estado, según lo conveniente a él.
 -¡Vete a hacer puñetas Fcodo!

Y en diciendo esto Jumberimir salió disparado hacia un lugar muy próximo del que procedía cuando se acerco a la hoguera, diciéndose a sí mismo:

 -¿A quién coño se le ocurre poner una puchero de judías pintas con oreja para cenar?
 -Menos mal que el aire viene del otro lado, pero cuando se acerca es insoportable el olor, vamos a tener que decirle a Jumberimir que se bañe en el río. –Dijo Sam Bolsabas-
 -Y ensuciar sus nobles aguas, tú has perdido el juicio, lo mejor es que esta noche duerma alejado del campamento o que le restreguemos en el barro, –continuó diciendo Fcodo-; eso me trae a la cabeza la siguiente virtud del mosquero que es la empatía mosquera. Tenemos que tratar a nuestros amigos mosqueros como nos gustaría que lo hicieran con nosotros mismos, incluso mejor. Yo esta noche, en el trance en que se encuentra Jumberimir, la pasaría perdido por el monte mirando las estrellas, corriendo de pino en pino y en perfecta simbiosis con la madre naturaleza. Y también estaría muy vigilante para evitar la posibilidad de que me restregarais por el barro –y terminando la frase levantó la pierna derecha dando libertad, entre las dos piedras más feroces, a un hombre que, dando voces, dispuso a la chanza y a la candonga al resto de animados cofrades que acompañaron empáticamente su gesto con similar incontinencia-.
 -Que conste que esto lo he hecho con el debido respeto, que es otra de las virtudes, junto con la buena educación, que caracteriza al buen mosquero.

Su frase no hizo más que alimentar las risotadas y la desmesura del grupo a la hora de la diversión. Mientras tanto, no muy lejos de allí, al pie de un gran pino.

 - ¿Jumberimir, eres tú el que haces esos ruidos tan extraños?
 - Lo siento Gandalfpé, no quise turbar tu sosiego. -respondió Jumberimir incorporándose-
 - ¿Qué dices? Se os ha pegado ese lenguaje recargado, rimbombante y altanero de Fcodo que no soporto.
 - Lo siento maestro.
 - Mira, llámame como te salga de las narices, pero lo que tampoco aguanto es lo grotesco de esta situación, por donde vamos parecemos un circo, no hacemos más que recibir hostias por todos los lados y no hemos tenido ni una sola oportunidad de salir airoso de cualquier situación en la que nos han metido este falto y su panda de descerebraos, además hemos perdido las gafas de culovaso. Nuestra misión es un desastre.
 -Yo no he abandonado por respeto a usted Gandalfpé
 -¡¡Pues huye Jumberimir, huye!! que estos como se atufen esta noche no sería raro que te revolcaran por el barro.
 - ¿Huir Gandalfpe? me parece una traición a la ética mosquera.
 - Qué ética ni qué niño muerto, estos, como todos, van a lo suyo. Son iguales que los orcos descogotadores, iguales que los orcos de León y que Vir-ut-tüir el Gran Mago del Ego, iguales que los orcos errantes trepadores de árboles del Esmerillüg y del Narceänthur que las ordas de Uru-hai, iguales que todas las huestes de Saurancho y su esbirro Gollumero, iguales que Pegp-ehillog, iguales que Val-Erielrond y el Mago Blanco y el Mago Azul. Quieren su parcela del río y que nadie les joda su cortijo, quieren pescar más que el otro que tienen al lado, les da igual matar peces que no matarlos mientras los haya, todos quieren peces en los ríos a cualquier precio y cuantos más mejor. Pero estos hobbits son tan menguados que no se han dado ni cuenta de lo que quieren y se ponen un disfraz de estúpidos que quién los ve les rechaza a distancia, incluso más que a ti con esa peste que llevas encima.
 -Pero Galndalfpé, nuestra misión…
 -Nuestra misión es una mierda como la que acabas de cagar Jumberimir, mientras estemos rodeados de personajillos que no miran más que por engordar su ego y mostrarlo en el escaparate y la gente les haga caso, vamos jodidos.
 -Maestro, podemos irnos juntos.
 -Si Jumberimir, pero hasta que no encontremos una fuente vete diez pasos por detrás.

domingo, 23 de agosto de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 12

Un leve orvallo se dejaba caer sobre el monte y mojaba a la Comunidad mientras descansaba. Gandalfpé se movía inquieto con un sueño ligero que finalmente fue interrumpido por unos sollozos y palabras entrecortadas que provenían de Fcodo. Gandalfpé se incorporó y se acercó a ver a su amigo, que entre sueños gemía y hablaba en voz alta, con la voz jadeante y su pecho agitado por la angustia.

-    Tú, otra vez tú… aahhh…¡¡¡ no dejaré que te adueñes de los libres sin muerte de la Tierra Media !!!... siempre lo supe…ni tú ni tu esbirro conseguiréis jamás fraguar el perdigón único…gggrrr….los ríos son para los buenos mosqueros, para los mosqueros que pescan a seca, a más decir… ¡¡¡No …aaaggghhhhh!!!!!...sabes que siempre monté mejor …uuuhhh…Montana…aaaagggrr… ¡¡¡El Padre Tajordarhüll nooooo !!!...aaaahhhhhhh….asaz la chistera de buenos recuerdos mosqueros…. las Xanas… maese pintona… ¡¡¡nooooooo!!!...aaaahhhrrrrrggggg…
-   ¡¡¡ Despierta, despierta mi buen Fcodo !!! – dijo Gandalfpé, mientras sacudía a Fcodo para sacarle del pozo de su horrible pesadilla y éste se incorporaba sobresaltado con la vista extravía y un grito agónico en sus labios-.
-    Ah, maestro…digo, Gandalfpé, qué horrible pesadilla estaba atenazando mi sueños…
-    Ya ha pasado todo. Ha sido sólo un mal sueño -tranquilizó Gandalfpé a Fcodo-.
-    No maestro… digo Gandalfpé, no. La sombra se extiende. Lo noto. El poder de los perdigoneros es cada vez mayor, y los rumores y los gemidos que salen de la espesura del bosque, no presagian nada bueno.
-    Lo sé, mi atolondrado amigo, lo sé. Yo también los he oído. Algo oscuro nos acecha desde lo más profundo del bosque.
-    Duerme ahora. Yo haré guardia con el tubo de la Sagedör, que es de aluminio del bueno. Como se acerqué algo por aquí, le doy un palo que lo arriñono -dijo Gandalfpé sacudiendo de lado a lado el tubo de la caña que portaba en su mano derecha-.

La noche avanzaba y Gandalfpé se había mantenido fresco y vigilante hasta bien entrada la madrugada, pero en las horas en las que el sol está a poco de despuntar en el horizonte sus ojos se entrecerraban por momentos. Escuchó un chasquido de ramas secas, ¡chas!.

-    ¡¡¡ Alto ahí !!!

La sombra furtiva al verse sorprendida se escabulló entre los helechos con las primeras luces del alba, mientras Gandalfpé jadeante se paraba tras haberla perseguido unos metros pero con resultado infructuoso. En su huida, en la espesura de la vegetación, Gandalfpé pudo escuchar unos extraños sonidos guturales que semejantes a palabras decían:

-    “aaaggrrr…aarrrggg… el perdigón, mi tesorroooo…Gollumero, Gollumero, aaarrrggg… las gafas de culovaso son nuestras, mi tesoro…uuuggg…los conos, las elipses, la huella intrínseca generatriz de la respuesta condicionada indirecta psicológica…aarrrggg, uuuggg, Gollumero, Gollumero, el perdigón…mi tesoro, es nuestro, mi tesoro, mi tesoroooooo…

Gandalfpé corrió cuanto de sí le dieron las piernas con el corazón en la boca de vuelta al campamento y raudo se dirigió al jergón de Alvatuk que aún dormía plácidamente, mientras se abalanzaba sobre el zurrón y revolvía todo cuanto allí había con ansiedad y nerviosismo.

-    No están, no están… ¡¡¡ no estánnnnnnn !!!...¡¡¡ Por Valinor, Isildur y Val-Erielrond, no estánnnnn!!! -gritó con un estentóreo alarido que sobresalto a toda la Comunidad-.
¡¡¡ Gollumero ha caído sobre nosotros y ha robado las gafas de culovaso !!!.
¡¡¡ Arriba gandules o la sombra de los perdigoneros asolará todos los ríos de la Tierra Media y ya sólo podremos pescar en los intensivos con berberecho de lata !!! – gritaba Gandalfpé mientras sacudía a sus compañeros, fuera de sí y con un sudor frío que le corría por la frente-.
¡¡¡ Corramos, corramos tras las inmunda criatura para impedir que lo inevitable se haga realidad !!!
¡¡¡ Comienza la persecución !!!…

domingo, 16 de agosto de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 11

Un poco cohibido por el despliegue de elocuencia y erudición que acababa de presenciar, Alvatuk prosiguió:

 -Lo que ocurrió es que Azjerotamir se la regaló personalmente al orco Hag-ürug-gil como obsequio y tributo en la celebración de un encuentro de paz y gastronomía entre orcos y hombres en la Laveciyathar, y en el encuentro del año siguiente la mosca en cuestión estaba en una vitrina con un cartel de "Se vende. 15 monedas de oro. Negociables".
 -Pues no le estuvo mal empleado, eso le pasa por hacerle la rosca a un orco. Pero bueno, la mosca puede pasar y 15 monedas de oro no es un mal precio -afirmó Gandalpé-. Cuida mucho de que nadie te la quite porque en esa mosca se concentra un gran poder telúrico. Eres la única persona en el mundo que ha comprado una mosca de Azjerotamir. Aunque bien mirado, como el que ha cobrado ha sido el orco, no sé si técnicamente esto cuenta como una venta. Y en último término si le quitas las plumas puedes aprovechar el anzuelo, que parece bueno.
 -En realidad no fueron quince monedas de oro -admitió Alvatuk, un poco cabizbajo-. Ese era el precio para los de aquella comarca, pero cuando me vio la pinta de turista me lo subió un poco. Luego me di cuenta de que esas son las prácticas habituales de estos orcos. Tenías que ver las plumas de culo de pollo que estaban encalomando a los forasteros ignorantes, y cómo se descojonaban cuando se lo contaban unos a otros entre jarras de cerveza y lonchas de embutido. Yo creo que otro año deberíais asistir a ese encuentro para saber con quienes os estáis jugando los cuartos. Pero de incógnito y convenientemente disfrazados, que si no es fácil que os traigas puesta una buena somanta.

Mientras la conversación discurría Fcodo no dejaba de mirar a Alvatuk con resentimiento al tiempo que sujetaba en su mano un machete de monte.

 -Alvatuk, no creí que fueras tan ruin de haberme quitado mi machete de autoprotección cuando voy por ríos peligrosamente comprometidos.
 -Fcodo, vuelvo a sonrojarme ante ti, pero es una de las piezas más preciadas de mi tesoro, en el machete te veo reflejado a tí, a lo que eres y lo mucho que representas para mí.

Emocionados los dos hobbits se abrazaron no sin dejar que alguna lágrima atravesara con cierta dificultad la oronda y dura cara de Fcodo.

 -Quédatelo, es tuyo. –Dijo Fcodo visiblemente conturbado-
 -Nunca olvidaré este gesto. Siempre lo llevaré conmigo como tú lo has llevado por todos los ríos de la Tierra Media hasta que te lo burle.
 -¿Estas moscas tan geométricas de dónde las has sacado Alvatuk?
 -Son de Gollumero. Se las levanté hábilmente en una tarde de montaje en el almacén de Xarnegar.
 -Pero…
 -No me digas nada Fcodo, tienen poderes, cuando las haces girar sobre su eje crean un cono de proporciones perfectas que hace que en las truchas se despierte su instinto depredador más arcano y son capaces de colocarse en las posturas más difíciles del río solo con mirar en donde quieres posarla.
 -No me lo puedo creer –respondió Sam que estaba empezando a sopesar la posibilidad de meter todos los tesoros en su bolsa amarilla-
 -Tú es que no has visto pescar a Gollumero. Nadie se explicaba de donde procedía la gran habilidad de la que presume y que muy pocos han visto, y resulta ahora que es de la magia de sus moscas –concluyó Gandalpé-, sin duda es un poder mágico que le otorgó el Gran Mago Negro Saurancho.
 -Pues va a ser eso o que miente más que habla –dijo Jumberimir-; de todas formas a Gollumero sólo lo han visto pescar los más íntimos que han sido invitados al Loz-oyämith; sólo él tiene la llave mágica forjada por los enanos del valle que abre las puertas de los pasos de Rascugfriag.
 -¿Y esa ninfa tan gorda? -preguntó de nuevo Jumberimir-.
 -Se la robé a un hombre-orco en Astur-natur en la batalla de Lafigalien, solo sé que se llama “porlachaqueta”.
 -No, no digo ésa, me refiero a ésa otra tan gordísima y extraña – dijo Jumberimir señalando a un engendro montado en un anzuelo triple del 4-.
 -Eso no es una ninfa Jumberimir, es un artefacto al que llaman risco, que usan los orcos de Galithornmtih para descogotar reos por la noche. La pude recoger de un árbol en el Eo-haradüll mientras vimos pescando a los orcos de Urugluis-piagür. Uno de ellos se lo había dejado enganchado de una rama.
 -¿Y esto? –preguntó Bermundapesca-. ¿Esa es la famosa línea aserranillas de la que tanto hablan?
 -La misma, está hecha de Dacronium, un material más duro que el mismísimo Rhitmyl. Es el único objeto que he comprado. Me la vendió un orco bajito y gordo llamado Gloin-rojo que llevaba un váder mixto, mitad de pescador, mitad de pocero, con unas katiuscas pegadas con Sikaflex. No penséis que fue fácil hacerme con él. Antes de poder alcanzar un acuerdo en el precio, me sometió a fuerte presión psicológica para poder así negociar un acuerdo provechoso para él. Primero te aturdía con su cháchara incompresible, y luego te colocaba la línea.
 -¡¡ Basta !! No quiero recordar más a Gloin-rojo – dijo Fcodo torciendo el gesto-. Aún recuerdo su traición en los pasos de Tajordarhüll. Es un traidor que se viste con ropajes de caballero. Ambos nos tratábamos de “maese” y “vuecencia” en élfico antiguo, pero detrás de su fina voz y su exquisita educación se encontraba un auténtico traidor que cayó en las redes del pérfido Saurancho.


Ante semejante exabrupto todos quedaron en silencio, hasta que por fin de entre sus ropajes Alvatuk sacó las gafas de culovaso, que estaban hechas de Rhitmyl, según se relata en la Canción de Valadür. Allí se narra cómo fueron fabricadas con este mineral que extrajeron los Reyes Enanos en el reinado Flöyn de las entrañas de la tierra en las minas de Constanmoria y que cuando la luz del sol incide sobre ellas desvían el rayo y hacen que el epoxy de los perdigones solidifique sin necesidad de darle con una linterna de luz azul de los chinos.

 -Estas gafas las llevo siempre conmigo por el valor intrínseco, absoluto y taxativo que poseen –dijo Alvatuk-. Sé que su pérdida puede desencadenar un tiempo oscuro en el que los orcos descogotadores y las fuerzas oscuras de Saurancho tomen el control absoluto de la Tierra Media extendiéndose desde el norte en Galithornmtih y se oscurecerán los páramos de Al-carria-narüll hasta Astur-natur y desde Cuen-cadur hasta Cáce-resrhin.

Todos las contemplaron con admiración y un respeto no exento de temor por la responsabilidad que suponía ser sus portadores, pues eran conscientes del riesgo que entrañaba su pérdida y que cayeran en manos de los esbirros de Saurancho.
Sam rompió el silencio.

 -Extraño lugar ese Cuen-cadur. Me han dicho que allí hay mucha basura.
 -Cierto –respondió Fcodo-. Allí di yo mis primeros pasos como caballero mosquero. En la escuela de pesca de Uñaradhürl un noble mosquero de los de pluma en el sombrero me enseñó los rudimentos de las artes de la pesca a mosca. Ciertamente Cuen-cadur fue fragua de grandes mosqueros. El propio Val-Erielrond dejó los posos de su sabiduría también allí entre lances a las arco-iris del Vill-al-barthur y mojadas en las gachas que preparaba el cocinero del chiringo que allí había por entonces.
 -¡¡¡El noble Val-Erielrond pescando arco iris en un intensivo!!! –se sorprendió Sam Bolsabás-.
 -Sí mi querido Sam. Eran otros tiempos en lo que lo importante era fraguar una fuerte hermandad mosquera, aunque lo que se pescara fuera recién echao de la cuba del camión cisterna –dijo Fcodo mirando al horizonte con la vista perdida en un punto de la lejanía como quien intenta apresar en la memoria los recuerdos pasados-. Allí los antiguos caballeros mosqueros se juntaban a enseñarnos a los jóvenes sus secretos, y por un módico precio, nos enseñaban lo buenos que ellos eran pescando.
 -¿Aprendiste mucho allí, Fcodo? -preguntó Bermudapesca mientras zurcía un siete que se le habían hecho a las bermudas de palmeras con los tojos del monte-.
 -Ni hostias, pero lo importante era imbuirse del espíritu mosquero que nos transmitían los maestros y que ellos ganaran dinero trasmitiéndonos ese espíritu a los jóvenes aprendices– dijo Fcodo mientras haciendo un gesto se lleva el puño al pecho que el resto de la compañía no supo cómo interpretar, si como un gesto de recuerdo y agradecimiento a los viejos maestros, o como un gesto de echarse la mano al bolsillo de la chaqueta para recordar lo aligerada que quedaba la cartera de billetes tras haberles pagado a éstos-. Pero ahora todo ha cambiado -continuó Fcodo -. Ahora, allí, en las tierras sagradas de Cuen-cadur los orcos descogotadores perdonan la vida a las truchas arcoíris y los montaraces piden matar a las comunes. Me gustaría darles un repasito a estos orcos que sólo piensan en pescar truchas de caldero y además quieren que les duren eternamente, y por supuesto también a esos insaciables montaraces que tiene los ríos yermos de xanas en una zona que otrora fue paraíso de la pesca.
 -Pues yo no entiendo por qué un coto intensivo os resulta tan malo –espetó Jumberimir un poco exaltado -eso sí, si estuviera bien gestionado.
 -Lo que tú quieres es que cuando saques el permiso del intensivo te digan dónde acaban de soltar tu docenita y media de truchas –intervino Fcodo sin darle tiempo a intervenir a Gandalpé en evidente tono de reproche-.
 -Fcodo, tu forma de responder es la habitual de quien no está interesado en la mantener una buena discusión. Exacerbas los argumentos y además pareces disfrutar haciéndolo – respondió Jumberimir, manifiestamente violentado por el comentario de Fcodo-
 -Pues tú….
 -¡¡¡Está bien, callad ya insensatos!!! –ordenó Gandalpé tajantemente -. Reservad vuestras fuerzas para enfrentaros a los orcos de Urugluis-piagür y a los esbirros de Saurancho. Ya es hora de dormir. Alvatuk, guarda tus tesoros y descansemos que mañana será otro día muy largo.

domingo, 9 de agosto de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 10

Nuestros protagonistas acamparon junto a un camino, al lado de un prado que hacía límite con el monte cerrado de eucaliptos. Encendieron el camping gas para apretarse las buenas viandas que el cocinero no dejaba de proporcionarles, y ya con la panza llena, Fcodo se recostó en una piedra y comenzó a hablar.

 -Alvatuk, todos sabemos que las gafas que encontraste en el puente de Umbralejaihr son tu prenda más preciada, cuídate mucho de ellas porque son importantes para que el perdigón único no llegue nunca a fraguar. Todos sabemos que llevas esas gafas en tu zurrón, pero además he podido observar a veces cómo hurgabas en él y revolvías entre otros muchos objetos que ahí pareces portar. Con mucha cautela, siempre que lo haces, te cuidas muy bien de no mostrarnos las otras cosas que llevas en él.
 -Tienes razón Fcodo, me avergüenzo ante vosotros por desconfiar, ya que no os muestro mis tesoros por temor a que me los trinquéis. También me sonrojo porque sé que llevo objetos que te harán recordar a tus peores enemigos. Son objetos que he ido recogiendo en nuestras aventuras. Pero primero déjame saborear esos torreznos, que si me distraigo no dejáis ni uno.

Después de degustar ricas pitanzas en el monte, Alvatuk volcó sobre una roca plana todo el contenido de su zurrón al tiempo que todos acudían alrededor esperando el relato de la obtención de tan preciados objetos.

 -Es una colección impresionante Alvatuk -dijo Gandalpé-. Me llama mucho la atención esta mosca montada al estilo tradicional de los elfos.
 -No es raro que te impresione la mosca, su reflejo áureo denota que está montada sobre un anzuelo forjado con Rhitmyl, el metal que los enanos extraen de las minas de Constanmoria. La mano que la montó es la de un estudioso de las técnicas arcanas. Lleva las vueltas justas de hilo, y es de admirar la lisura del cuerpo y la armoniosa combinación de texturas y colores. Es la obra de un maestro.
 -¡¡¡Por Valinor!!! –gritó Fcodo entusiasmado -. Una obra maestra del gran mago del montaje Azjerotamir. No hay en la Tierra Media un maestro tan respetable para mí. Sólo él y yo mismo, hemos trascendido las fronteras y nuestros montajes son conocidos allende los mares. Admiro profundamente a Azjerotamir.
 -Ya, pero no deja de ser una mosca de salmón – espetó Sam-. Y a mí me parece un poco cabezona. Yo creo que navega torcida.
 -Su valor no está solo en la genialidad del montaje ni en su efectividad en la pesca. Su verdadero valor es que se la arrebaté en desigual combate al mismísimo orco Hag-ürug-gil
 -Pero qué nos estás diciendo Alvatuk, si tiene marcado un precio de 15 monedas de oro. -Dijo Jumberimir mientras la miraba sosteniéndola con sus manos -Mira la etiqueta.
 -Eso es un detalle sin importancia. Lo bueno es su historia, que pude escuchar de la boca del mismísimo Mago Azul Gügardosul mientras disfrutábamos de una sesión de montaje de bétidos con cercos caídos en el almacén de Xarnegar. Esta mosca procede del famoso viajero Azjerotamir, que emprendió una larga travesía, junto con los hombres del norte, hacia las islas del estaño para completar sus estudios de astronomía. Y por el camino se hartó de la astronomía y le dio por copiar las moscas que los montaraces de las verdes tierras de Astur-natur, que ataban con maestría y con materiales de lo más variopinto que les proporcionaban las hadas seductoras y cuyas técnicas heredaron del inmortal Belarmiruk.
 -He oído algo de esos materiales especiales, -dijo Gandalfpé con una sonrisa enigmática-. Y también conozco la historia de Azjerotamir. Un tipo interesante, que escribía crónicas detalladas de sus andanzas y se vanagloriaba de que nunca había vendido una mosca a nadie que la fuera a usar para descogotar un pez. Lo cierto es que tengo entendido que jamás vendió una mosca, pero porque nunca nadie se la quiso comprar. Son historias confusas en las que las distintas fuentes se contradicen, aunque siempre nos quedan sus crónicas para intentar rastrear la verdad. Lo que pasa es que, en lo referente a la pesca, estos cronistas mienten más que hablan. El rellenar un pergamino tras otro para satisfacer la insaciable demanda de historias para alimentar estómagos agradecidos es una tarea agotadora, y a los pobres juntaletras se les acaban los temas.

Según hablaba Gandalfpé, Fcodo se iba poniendo colorado por momentos, hasta que estalló.

 -No compadezcas a esos malvados. Por su afán de protagonismo hordas de desnuca-pintonas han invadido nuestros más recónditos y secretos santuarios desde que los publicaron en sus pergaminos. Cómo es posible que nuestro río padre y alguno de sus ríos hijos y sobrinos hayan servido para el lucro personal de seres tan impresentables, que además se creen vacas sagradas. Y no cabe duda de que sustraen lectores a los auténticos artistas como yo mismo, que combinamos un estilo asaz grácil y personal, casi sin faltas de ortografía, que nunca descubrimos los recónditos sitios de pesca y que poseemos un inagotable caudal de conocimientos ininteligibles y una intachable ética mosquera. Mis escritos son brillantes y originales, aunque como bien sabéis, nunca lo son a la vez.
 -No me malinterpretes, que yo no los compadezco -respondió Gandalfpé -. Me sorprende comprobar cómo repiten una y otra vez lo mismo; será que las buenas ideas escasean. Estoy seguro de que nuestra descomunal y singular aventura les servirá de fuente de inspiración, y alimentará nuevos relatos épicos que perdurarán por generaciones. A ver si así dejan de copiar a los extranjeros, que ya huele.... Pero no nos desviemos del tema. Estábamos con la historia de la mosca de salmón.

domingo, 2 de agosto de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 9

-    Este olor a eucalipto no deja lugar a dudas- dijo Gandalfpé- estamos en tierras de Lug-orgull. Hemos cruzado el paso del Eo-haradüll sanos y salvos.

-    Todavía me tiemblan las piernas cada vez que recuerdo cómo los orcos-escogotadores de la frontera del Eo-haradüll santiguaban a los salmones que sacaban. Qué espectáculo tan dantesco –dijo Bermudapesca aún tembloroso-.

-    Qué coño te van a temblar las piernas por eso. Te tiemblan porque a nadie más que a ti se le ocurre cruzar el Eo-haradüll con las bermudas. ¡¡¡ Qué estás helaoooo !!! –dijo Gandalpé en tono de reproche a Bermudapesca mientras éste, con lo labios amoratados no paraba de tiritar-.
Esos orcos-escogotadores de la frontera –continuó Gandalfpé- son un híbrido entre la raza de Astur-natur y la raza de Galithornmtih. Son los orcos-escogotadores uru-hai. Tienen lo peor de cada tierra. Son sanguinarios y grampinan hasta a los muiles.  Su lider es el orco defensor de la pesca tradicional, Urugluis-piagür. Es un orco horrendo de cabellera negra y ensortijada, mirada extraviada y largas manos con las que lo mismo le da escogotar reos y salmones que escribir panfletos infumables en defensa de todo lo que sea matar peces, eso sí, a la forma tradicional.

-    ¿No es ése el que está a hostias con Barmarkbol y se ensaña con el elfo Hervellerair? – preguntó Fcodo-.

-    El mismo – respondió Gandalfpé-.

-    Años ha me relató de él y de sus tropelías mi viejo amigo montaraz de Al-carria-narüll, el que monta moscas mu feas con las pelos más alborotaos que una gallina matá a escobazos. Él es buen amigo de Barmarkbol que a su vez le contó las batallas libradas contra Urugluis-piagür –dijo Fcodo-.

-    Pues entonces ya sabrás de su crueldad – continuó Gandalfpé-. Sus hordas le obedecen ciegamente y hacen lucir en sus yelmos y corazas las armas de su señor con un lema grabado a fuego que los identifica…

-    Yo sé mucho de lemas –interrumpió intempestivamente Sam-. ¿Cuál es?: “Omnibus enim mobilior est sapientia” ¿o?, “Ad extremum tempus die”, ¿o quizás? “Ad aendum quo nemo ante iit”…

-    Fcdo, ya te dije que este muchacho es falto, ¿no?- dijo Gandalfpé visiblemente molesto-.

-    No, no, maestro…digo Gandalfpé, no le subestime. Ahí donde le ve, además de un gran astrofísico es un gran latinista, de ahí que se haya interesado por el lema de las armas de los orcos-escogotadores uru-hai de Urugluis-piagür.

-    Sí, además soy un gran astrofísico como ha dicho Fcodo –espetó Sam Bolsabás-.  Pregunta, pregunta sin miedo, ¿no ves que llevo un palillo en la boca? De piedra te has quedao, ¿eh?... –dijo Sam mientras se limpiaba las manos en la bolsa de basura amarilla que le colgaba del cinturón del váder en evidente gesto de autosuficiencia- .

-    Lo dicho, ay madre… En fin dejémoslo –dijo Gandalfpé-. El lema que llevan grabado a fuego en sus armas es: “parva sapidiores sunt“, lo que viene a ser “las pequeñas son las más ricas”-dijo Gandalfpé, en tono solemne a la vez que tétrico-

-    ¡¡Es horrible, se comen a los alevines de maese pintona!!. ¡¡Asesinos malnacidos!! –aulló Fcdo mientras se mordía el labio rechoncho-.

-    No malgastes tus fuerzas, amigo Fcodo. Aún nos queda un largo camino hasta llegar a los dominios de Barmakbol en Miñonduir y habremos de reservarnos para eventuales encuentros con las hordas de Urugluis-piagür.

Nuestro amigos de Degustando Ricas Pitanzas por el Monte continuaron por la costa caminando y vieron como las extrañas gentes de las tierra de Galithornmtih lo mismo pescaban a miñoca en los ríos, que lo hacían con unos raros artilugios en los muelles de los puertos por las noches. Allí los habitantes de esta tierra indómita se agolpaban hasta bien entrada la madrugada y lanzaban a las luces unos raros peces artificiales con los que sacaban extrañas criaturas del mar mientras discutían entre ellos a voz en grito en una lengua ininteligible para nuestros amigos.

-    Eu chegué aquí primeiro, carallo.
-    Ay, pero eu foime pra alí solo por un momentiño.
-    Xa cruzasme a liña, me cajo no demo…
-    Vouche dar duas hostias zalapastrán…

Poco a poco el cocinero se fue acercando movido por la curiosidad.

-    ¡¡Sssshhhhh, vámonos, pueden ser peligrosos!! – le dijo mientras se agachaba Jumberimir al cocinero-.
-    Es sólo un momento. Quiero ver qué pescan estos extraños hombres y qué artes son las que utilizan –dijo el cocinero acercándose a los pescadores del muelle mientras palpaba las cajas de los rapalas que llevaba escondidos en los bolsillos del chaleco desde que se hizo con ellos en el almacén de Xanergar Bolger-.

Mientras se acercaba pudo ver cómo uno de los hombres traía hacia sí una captura

-    Buenas noches tengan Uds.
-    Boas…
-    Soy el cocinero de la comunidad de Degustando Rica Pitanzas por el Monte. Nuestra comunidad es conocida en toda la Tierra Media y al verles pescar a Uds.  me he dicho “vamos a enseñarles algunos trucos de pesca a estos humildes aldeanos. ¿Aquí qué se pesca?.
-    O que hai…
-    ¿Y pican?
-    Cando queren…
-    Esos artificiales con los que pescan Uds, ¿son como los rápalas?.
-    Sí…
-    Pero tienen unos pinchos muy raros, ¿no?.
-    Teñen, teñen…
-    ¿Y dónde los puedo comprar?.
-    Na tenda…
-    ¿Son caros?.
-    Depende… unos sí , os outros non…

Jumberimir se acercó y se dirigió al cocinero.

-    Déjalo, estos extraños hombres no entienden nuestra lengua.
-    Me cago en sus muelas, pa'mí que me están chuleando –dijo el  cocinero indignado mientras se lo llevaba del brazo Jumberimir-.

Se alejaban y cuando los hombres del muelle ya apenas eran dos puntos en la lejanía, Jumberimir y el cocinero escucharon un grito que provenía de aquellos extraños, reclamando su atención. En el momento que se giraron, uno de ellos se ponía en pie y en un gesto parecido a meterse la mano en el bolsillo vociferaba.

-    ¡¡¡¡Eeeeeeeehhh!!!. Vostedes que entendeches do mar, ¿isto que e, choco, polbo o calamar?

Las risotadas de fondo se fueron apagando mientras que Jumberimir y el cocinero se alejaban y se volvieron a reunir con sus amigos de nuevo.

-    ¿Has conseguido alguna información? -le preguntó Bermudapesca al cocinero-.

-    No –se adelantó a responder Jumberimir-. Yo creo que no entendían nuestro idioma.

-    Puede ser –intervino Fcodo-. Yo que soy políglota y que manejo la lengua de los hombres del oeste con la ayuda del  traductor de Google, sé lo difícil que es entender y hacerse entender cuando se hablan lenguas distintas. Aunque siempre hay algo que nos une en una gran hermandad con el resto de los mosqueros. Cuando la sangre mosquera corre por tus venas, sobran las palabras –terminó de decir Fcodo en tono solemne mientras achinaba los ojos y cerraba el puño mientras contraía sus deditos cortos y rechonchos  en un gesto de inequívoco orgullo-.

-    Hemos tenido una larga jornada -interrumpió Gandalfpé-. Acamparemos aquí y mañana continuaremos nuestra marcha para alcanzar los dominios de Barmarkbol.