domingo, 27 de septiembre de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 17


-          Caballeros, ante la gravedad de las acusaciones aquí elevadas, hemos de dirimir la disputa al alba, dijo el Mago Verde refunfuñando por perderse la eclosión de las 5.
Por favor, recluyan a Fcodo y sus acompañantes en las mazmorras hasta mañana.

-       ¡Malditos faltos!, -masculló entre dientes al tiempo que ladeaba la cabeza-. ¡Con la de trabajo que tenía pendiente para documentar las eclosiones de Palometas en el Törmeduril para Onlyfly!

-          ¿Recluimos a estos dos también?, -preguntaron al unísono Täsuk y Pac-Cötury apuntando a Sam y Meriadum-.

-          ¡También!, -dijo Carmin Pisanur-. ¡Estos dos disminuidos y los otros dos que le acompañaban han de ir todos al hoyo! ¡No me fío de ninguno!

-          ¡Eh! ¡Eh! ¡Un momento!, -se escuchó desde la bancada-. ¡Nosotros nada tenemos que ver con estos personajes!, -exclamó un enano feo y gafudo, embuchado en un jersey de lana villana y con un vader hecho jirones-.


-          Hemos compartido camino, cachelos y poco más con el tal Flipodo y su cocinero, pero realmente no respetamos ni comulgamos con la atrasada idiosincrasia de la Comunidad de Degustando Ricas Pitanzas por el Monte, -concluyó-.

Los ojos de Fcodo se abrieron como platos, al tiempo que su cara volvía a palidecer. En Galithornmtih se habían reído sin piedad de la comunidad, pero aquello era una lanza que había atravesado su ego.


-          Adelántense e identifíquense, ¿Quiénes sois?, -preguntó el Mago Verde-.

-          Mi nombre es Axel Petro Trimortino y mi compañero es Bossarias Güestia, -al tiempo que crujía el espinazo en una larga reverencia-. Venimos de Astur-natur, somos enanos y pertenecemos a una antigua estirpe de mosqueros sobraos extendida por toda la Tierra Media denominada la Santa Compaña.

-          Nuestro ideario y filosofía es la defensa de los ríos en aras del futuro, -prosiguió Bossarias mientras se arrodillaba cubriéndose con su capa a modo de genuflexión, cuando en realidad estaba atándose los cordones  de las botas-. Destacamos que es el más perfecto  y acertado de todos -continuó-, puesto que practicamos la pura ambigüedad nihilista y a la par desterramos del pensamiento común cualquier otro tipo de marcada filosofía que nos pueda comprometer. Los ríos son nuestras moradas, nuestros hogares, es más yo afirmo que son como nuestro útero materno; y rendimos por ello culto a todo lo que los rodea en la esencia de que su espíritu está tan ligado al nuestro que se funden como una unidad de destino en lo universal.

-          ¡Esto es ultrajante!, -chilló Fcodo con voz de pito-. ¡Mis caballeros mosqueros me deben excelsa pleitesía! Como buen maestro os he abierto mis cajas, chaleco y mi corazón. He compartido con vosotros mis pitanzas y las buenas enseñanzas que los viejos maestros mosqueros cristalizaron en mi aura en tres días de camino y ¿así me lo pagáis?

-          Esto es surrealista, -se dijo Tim Älluc-. Que tenga que vérmelas con este falto…

-          ¡Sois unos traidores y no tenéis honor!, -gritó Fcodo erguido en pie y señalándoles, con la cara color escarlata y gruesas venas aflorando en la papada-.

-          ¡De eso nada! -Replicó Bossarias-, aunque aquí parezca lo contrario somos enanos de principios, -prosiguió-, y aunque hayamos matado algún reo o descogotado algún salmón, nos consideramos los más puros y verdaderos defensores de los ríos.

-          ¡Y un huevo! -Exclamó Fcodo-, nadie es más defensor de los ríos que mi fiel Sam Bolsabás. Nunca he visto a nadie pescar y recoger basura  a la vez. Es la esencia de la Comunidad de Degustando Ricas Pitanzas por el Monte. Vosotros sois unos meros escogotadores vestidos de limpio. ¡Seguro que en vuestra secta de antiguos y extirpados mosqueros sobraos tenéis lazos con otros innobles escogotadores de Astur-natur como Errheryn! ¡Sois todos lo mismo!

-          ¡Ya basta de tanta absurdez! -Interrumpió Carmin Pisanur-. Llévense  a Fcodo a las mazmorras junto con los dos hobbits que acaban de llegar. Conduzcan a los enanos Axel y a Bossarias a mi despacho, creo que tenemos mucho en común de lo que hablar.

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Recluido en las mazmorras y encadenado a una argolla, Fcodo se mostraba más iracundo que nunca. Herido en su orgullo, despojado de su aura y traicionado por sus nuevos amigos del alma, sólo mascaba venganza al tiempo que, canillas al aire, golpeaba la pared con los grilletes.


-          ¡Malditos! ¡Malditos sean Gollumero y Saurancho! ¡Ellos son los culpables! ¡Ellos han contaminado la esencia de la pesca a mosca con sus malditos perdigones! ¡Los odio!
¡Velad por mí magníficos y divinos Val-Erielrond  y grandes maestros de Cuen-cadur!, -gritó Fcodo levantando los brazos hacia el techo de la lúgubre mazmorra-.

-          Ten calma Fcodo, -mustió Sam-. Meriadum y yo estamos aquí para lo que necesites.

-          Lo sé mis fieles camaradas, -respondió Fcodo-. Gracias a amigos como vosotros la pesca a mosca sigue rodeada de su magia. Desgraciadamente, en el difícil trance en el que me hayo, sólo las enseñanzas recibidas por mis maestros pueden ayudarme.

-          ¿Tan grande es el reto del combate al que te enfrentas?, -preguntó Sam-.

-          El mayor de todos cuantos conozcas mi fiel Sam. Pero descuida, la esencia de la pesca y los valores de los verdaderos mosqueros de antaño prevalecerán mañana y siempre.

-          A todo esto Fcodo, -dijo Bermudapesca-, no te hemos comentado que Alvatuk se ha vuelto a la Cosmarca con Jumberimir y Gandalfpé.

-          ¿De veras?, -preguntó Fcodo-, ni me había percatado  de su ausencia. En fin, nunca fue como vosotros dos, siempre tuve claro que, como Gollumero, Alvatuk nunca fue de fiar.

domingo, 20 de septiembre de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 16


Sam Bolsabás y Meriadum Bermudapesca fueron recibidos en Peñarandïl de BrakMt e hidratados a base de torreznos, para posteriormente ser recluidos en una sala. Había una actividad frenética en la fortaleza y no sabían que pasaba. Nadie había respondido a sus preguntas. Esperaban que Fcodo y el cocinero estuviesen a salvo y reunidos en la seguridad de intramuros. Los centinelas les habían reconocido, pero no sabían por qué no estaban con sus compañeros.
A la mañana siguiente se personaron en su sala dos trasgos que no conocían. Eran bastante parejos.

-          Hola, somos los Caballeros del Círculo Prefeto. Yo soy Täsuk y este es Pac-Cötury venimos a haceros unas preguntas. -Se adelantó a decir uno de ellos-.
-          ¿Qué tal os han tratado? ¿Necesitáis algo? -Preguntó el otro como  un resorte-.
-          Todo está bien, -respondió Sam-. ¿Os han comentado que somos miembros de la comunidad de Degustando Ricas Pitanzas en el Monte?
-          Conocemos vuestra aventura, pero no tanto de vosotros como de las intenciones de vuestra comunidad y el propósito real de vuestra misión. -Respondió Täsuk-. Nos han dicho que pretendéis defender la Tierra Media del Perdigón único y del gran Mago Blanco Saurancho. No obstante, creemos que no estáis capacitados para ello y eso nos hace sospechar que unos menguados como vosotros, logren aspirar a tanto en nombre de todos nosotros.
-          Eso es, -dijo Pac-Cötury-. Tenemos nuestros desvelos y nuestras ansiedades, y por eso estamos celebrando un juicio.
-          ¡¿Un juicio?! -dijeron al unísono Sam y Bermudapesca-.
-          Sí, -respondió Täsuk-. Nuestros informadores de Röhinleonin nos avisaron de que venían dos hobbits y dos enanos desde Camärzanel de Tëruk. Fueron recibidos y tratados bien porque hablaban de la ética mosquera, la pesca a seca como actividad de pura armonía con la naturaleza, malignos perdigoneros y varios principios fundamentales más.
-          ¡Son unos farsantes y unos triperos! -Exclamó Pac-Cötury-. Nadie es un mosquero puro si no domina la entomología y el montaje. Han estado tres días atiborrándose de ensalada de morro, torreznos y oreja con guarnición de callos aprovechándose de nuestra buena voluntad.
-          Tranquilo Pac-Cötury, -dijo Täsuk-. Eso lo comprobaremos más adelante y aplicaremos la sentencia que estime Cärmin Pisanur, nuestro virrey originario de Astur-natur.
-          Pe..pe.. ¿pero qué ha pasado?, -tartamudeó Sam mientas algo bajaba por el vader y no eran los excedentes de la grasilla de la barbacoa-.
-          Verás, amigo, -dijo Pac-Cötury-. Hace tres jornadas Täsuk organizó un simposium multigeneracional de montaje y convocó a los más distinguidos montadores de Rohinleönhin, Al-carria-narüll, Salaman-cöthur, Avilänturak y Validollar. Cärmin Pisanur le ayudo convocando a los mejores de Zamorthull, Astur-natur, Galithornmtih y Cantabronia que se encontró cuando estaban de camino a la Gran Convención de Montaje que en breves fechas se celebrará en los alrededores de la Cosmarca. En resumidas cuentas, toda  una constelación de putos amos.
Invitamos a vuestros amigos a visitar la exposición, -continuó Pac-Cötury-. Tres de ellos asistieron encantados, sin embargo, fuimos desplantados por un hobbit con patitas de oposum, enorme cubrecarter abdominal, mirada de atolondrado, papada de rana croadora y cansina voz de pito. Se hace llamar el elegido.
-          ¿Fcodo?, -preguntaron al unísono Sam y Bermudapesca-.
-          ¡Ese! ¡¡Menuda desfachatez!! -se quejó amargamente Täsuk-. Ese Fcodo dijo que el evento no tenía categoría si él no está presente como montador estrella. Nos dijo algo de un almacén en la Cosmarca, unos programas en televisión y una página web en la que, a decir verdad,  no hay más que romanticismo de andar por casa, mucha cursilería y cuatro montajes que parecen abortos de una mona, truchas palmeras y lo demás morralla. ¡¡Es un impostor que ha sido descubierto por el Mago Verde y Cärmin Pisanur!!
-          Mago Verde y Cärmin Pisanur son justos, -apostilló Pac-Cötury-. Si demuestran su ignominia harán pagar cara su osadía. Si por el contrario es inocente será justamente indultado y podrá campar a sus anchas comiendo matanza de gorrino y pescando truchas como barras de pan a seca al amparo de nuestra protección.
-          Me cuesta creer que Fcodo, en su inmensa capacidad de contención, haya sido capaz de decir una palabra más alta que la otra, -recalcó con vehemencia Bermudapesca-.
-          Pues creételo, -dijo Täsuk-. Nos pidió un sitio y torno en la mesa central para demostrarnos su sabiduría. Le ofrecimos las más selectas plumas e hilaturas, pero declinó henchido de orgullo indicando que a un montador de su categoría le sobraba con plumas de culo de pollo villano y pelos de cualquier animal atropellado.
-          ¡¡Excelsa humildad la de Fcodo!!, -exclamó Sam con devoción-. Entiendo que la exhibición fue todo un éxito, ¿no?
-          Aún da gracias de que pudimos meterlo rápido en las mazmorras, -respondió Pac-Cötury-. Tras estar cerca de dos horas disertando de cómo perdonar la vida al común de los mortales, comenzó a montar un bétido que según él era “el bétido engañador”. A los dos minutos contados comenzó a montar los cercos y los colocó caídos y eso, amigos míos, en el Törmeduril está castigado so pena de muerte.
-          Tampoco es para tanto, -musitó Bermudapesca-.
-          Tal vez en tu casa sea así, -dijo Täsuk-, pero aquí estás muy lejos de ella. Nobles defensores de nuestra cultura milenaria como Lis Ärdeum querían ajusticiarlo sin más.
-          Eso visto así, es un poco pasarse ¿no?, -protestó Sam-.
-          Este par de menguados no nos aportan nada relevante Täsuk, -le dijo Pac-Cötury al oído-.
-          Sí, y parece que no entienden cómo funcionan las cosas por aquí. ¡Acompañadnos al juicio! -Dijo Täsuk-.

Flanqueados por los Caballeros del Círculo Prefeto, Sam y Meriadum fueron conducidos hasta la sala en la que se celebraba el juicio. Al entrar vieron a un muy desmejorado Fcodo, se encontraba encadenado a un poste con una fuente de torreznos fuera del alcance de su mano, sin duda una de las peores torturas psicológicas que su mente podía llegar a imaginar.

-          ¡Crueles!, -exclamó Sam-.
-          Pues esto es sólo el principio, -respondió al punto Täsuk-.

Con un Fcodo gimoteante, y mientras todos se ponian en pie, entraron solemnemente en la sala el Mago Verde y Cärmin Pisanur. Habían sido designados para la administración de la justicia haliéiutica.

-          ¿Cómo vamos para la eclosión de las 5?, -preguntó el Mago Verde-.
-          Como voladores, -respondió Cärmin Pisanur con su característico acento de Astur-natur-. La flagrante falta no admite ninguna interlocución aclaratoria y menos con este tarado. Si no le cortamos no acabamos ni para el mes que viene con tanta tontuna y verborrea.
-          ¡Comenzamos!, -exclamó el Mago Verde-. Es cierto que ud. se llama Fcodo y viene de la Cosmarca.
-          S..s..sí, -tartamudeó Fcodo-.
-          ¡¡Culpable!!, -gritó Lis Ärdeum desde la bancada-.
-          Mantengamos la calma caballeros, -dijo el Mago Verde-. ¿Es cierto que su intención en nuestro simposium de montaje era la de confeccionar un bétido para pescar en aguas del padre Törmeduril con los cercos caídos?
-          ¡No!, -gritó iracundo Fcodo cual fiera enjaulada desposeído del poder de su verborrea-. Mi intención no era que tuviese los cercos caídos, sólo disminuidos. A mi entender queda meridianamente claro que he incurrido en un abuso del lenguaje, motivado  por las diferencias lingüísticas entre vosotros trasgos y nosotros los hobbits.
-          ¡El reo no está en uso de la palabra!, -exclamó Cärmin Pisanur-. ¿Ve usted Mago Verde?, sus circunloquios confusos no llevan a ninguna parte. Todavía estoy tratando de asimilar las aseveraciones que hizo a mi montaje estrella, por más que traté de explicarle la metamorfosis del tricóptero en una gusarapa nunca llegamos a entendernos.
-          ¡Eso es una falacia! -Respondió Fcodo como un resorte-. En mi visita a Astur-natur observé que los hombres y orcos de la ribera del río Narceathür empleaban un aparejo mixto compuesto por lombrices y quisquillas. Esto me dio a entender que, uniendo lo mejor de la tierra y el mar, se habían superado a sí mismos para la captura de los bravos  e inteligentísimos salmones cantábricos.
Del mismo modo pienso, y afirmo, que usted Cärmin Pisanur, es doblemente inteligente y ha revolucionado el montaje de artificiales con su imitación. Una mezcla de tricóptero y gusarapa es letal a todas luces, de ahí que en mi ensalzamiento concluyese que sólo diestras manos y mentes contenidas como la suya pueden hacer uso de tan eficaz e ingenioso señuelo.
-          ¡¡Eso que ha dicho Fcodo lo apoyo, secundo y magnifico!! -gritó Sam desde la bancada-.
-          ¡¡Calla estúpido!! -le increpó Bermudapesca al tiempo que le daba un capón-. ¿No ves que lo mismo acabamos nosotros también amarraos al poste? Eres tan pelota que no te das cuenta de las consecuencias de lo que haces.
-          ¡Que se adelanten y se presenten esos dos!, -solicitó el Mago Verde-.
-          ¿Ves lo peligrosos que son?, -susurró Cärmin Pisanur al oído del Mago Verde-, cuando cogen carrerilla no hay quien los pare y salen tontos por todas partes.

El semblante de Fcodo  tornó completamente a pálido cuando vio irrumpir a sus fieles camaradas en mitad de la sala.

-          Somos Sam Bolsabás y Meriadum Bermudapesca de la Cosmarca, ¡oh Gran Mago Verde! -Dijo Sam haciendo una torpe reverencia-.
-          Muchacho, no necesito palmeros a mis años. Soy capaz de catalogaros sólo con un vistazo a vuestras cajas de moscas y puedo asegurar, sin temor alguno a equivocarme, que entre toda la morralla que traéis los tres no cogéis una trucha en el Törmeduril.

Una sonrisilla se escapaba a Cärmin Pisanur, sus ojillos aviesos denotaban a través de sus gafas que para él todos eran ya culpables. Fcodo se mordía el rechoncho labio tratando de contener toda su ira.

-          Yo a usted le conozco, -prosiguió Sam Bolsabás-. Le he visto en el río Narceathür pescando reos a caña armada con su fiel escudera en el Tec-sum.

Al final resultó que el bueno de Sam había logrado accionar la palanca acertada por una vez en su vida.

-          ¡¡Eso es un infundio!!, -clamó Cärmin Pisanur-. ¡Juro por mi honor que jamás he empleado tales artes!
-          ¡Lo que detalla Sam Bolsabás es cierto!, -gritó Fcodo con el puño en alto clamando justicia aprovechando la conveniencia del asunto, a la par que con el otro trataba de aporrear la mesa para alcanzarse un torrezno-.
-      Por respeto a todos los presentes no quise levantar este escamoso asunto, -prosiguió mordisqueando el unto porcino al tiempo la grasilla se le escapaba por la comisura y disparaba algún que otro perdigón al hablar-,  dado que no es lo que estamos juzgando aquí y mi ética mosquera me impide repeler un ataque con otro si antes no he salvaguardado mi honor del primero. Pero ¡sí!, ¡es totalmente cierto! Puedo nombrar y aportar una docena de testigos que confirmarán  las palabras de mi fiel amigo Sam.
-          Tu honor no vale un pimiento y no osaré que ensucies el mío, -vociferó Cärmin Pisanur poniéndose en pie-. Exijo un juicio por combate para que mi honor sea restituido.
-          ¡Así sea!, -gritó Fcodo poniéndose igualmente en pie, al tiempo que dejaba entrever las lorzas de su zona lumbar y sus raquíticas piernas. Desprovisto de vader, chaleco y sombrero con pluma no era gran cosa, sólo papada-. ¡Lucha tú mismo o trae a tu campeón! ¡Toda mi vida he demostrado mi humildad sin pretender ser más que nadie, pescar más que nadie o montar mejor que nadie pero ha llegado el momento de que alguien os dé una lección!

Con lágrimas en los ojos Sam y Meriadum aplaudían enfervorecidos. Por fin, en aquel trance tan calamitoso, habían visto al líder que Fcodo siempre llevó dentro y por humildad nunca quiso liberar. Con su regio criterio y su revitalizado entusiasmo, la comunidad resurgiría de sus cenizas y Tierra Media estaría por siempre a salvo de las garras de Saurancho.
Sin poder aguantarse la risa, el Mago Verde miró para Cärmin Pisanur y preguntó:

-          ¿Le llamas tú o le llamo yo?
-          Esto es cosa mía, mi honor es sagrado y lo defenderé a cualquier precio. ¡Tim Älluc! ¡A mi lado!

La sala enmudeció súbitamente. Nadie osó decir una palabra. Al otro lado de la puerta comenzaron a oírse unos pasos que hacían retumbar hasta los mismísimos cimientos del edificio. La papada y mofletes de Fcodo no eran ajenos a este fenómeno.
Al tiempo que todos se levantaban y giraban la cabeza, la pesada puerta se abrió y Tim Älluc entró en la sala provisto de su habitual armadura naranja, nadie había sido capaz de contar en una vida las innumerables muescas que llevaba en ella, fruto de sus feroces luchas con las truchas gigantes del gran Törmeduril. Avanzó unos pasos y se inclinó ante su señor. Posteriormente se descubrió del yelmo azul y dejó al aire su sedoso cabello negro.
Encendiendo su pipa de hierbaluisa, restando importancia a todo cuanto le rodeaba, dijo con tranquilidad:

¿Quién de todos vosotros es el mermado que acaba de suicidarse al retar a mi señor?

domingo, 13 de septiembre de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 15

- ¡Aprieta el paso Sam! -Exclamó Bermudapesca al tiempo que por encima del hombros observaba los últimos lindes dejados atrás en su atropellada huida-
- ¡Mierda de desahogao! -Respondió Sam-. ¡Llevo corridas 14 leguas con el váder puesto y los putos cacharros encima!  La última bolsa amarilla con los restos de la barbacoa que recogí en  Benaventurak se me ha roto a la altura de Siet-churchen de Törmeduril. Tengo todo el caldo en la espalda, gayumbos y ¡hasta en los calcetines!, aparte de 4 o 5 huesos de costilla de gorrino clavados  en la corcusilla. ¿No ves que esto es todo muy desagradable?
-          ¡Mejor correr con chimichurri que perder la vida! ¡Mírales! ¡Ahí vienen! ¡Corre, corre! -Gritó Alvatuk-.

La partida de orcos que les pisaba los pasos desde hacía 3 jornadas se divisaban en lo alto del cerro. Fcodo había conminado a Sam, Alvatuk y Bermudapesca a emplear la seguridad de la ruta occidental, mientras que él se adelantaría por la vía plateada a la altura de Benaventurak a pedir auxilio y cobijo a los caballeros de Peñarandïl de BrakMt, donde esperaba encontrar a Jumberimir y Gandalfpé.

-          ¡Qué astuto estratega es Fcodo!. -Acertó a decir entre jadeos Sam Bolsabás-. Sólo él sabía que estos orcos se agruparían con los clanes de Zapardielin y Barctoruk de Törmeduril y nos perseguirían a nosotros. El ruego de protección a los caballeros de Peñarandïl llegará de su viva voz. ¿Cuánto nos queda Bermudapesca?
-          ¡Apenas un suspiro! ¡Administra el resuello! Según este cartel en media legua alcanzaremos Albartuk de Törmeduril y si cruzamos el puente creo que estaremos a salvo!
-          ¡No sé si llegaré Bermudapesca!  ¿Qué podrá salvarnos allí? -Preguntó Sam con cara de atolondrado-.

Dotándose de cierta misticismo y poder sobrenatural, en clara imitación de maese Fcodo, Bermudapesca redujo su ritmo para aleccionar torpemente a Sam.

-          Ignorante hobbit, cuenta la leyenda que intramuros de esta fortaleza existen pactos entre hombres, elfos, hobbits, orcos y magos. Nadie osa desenvainar la caña o lanzar o perdigón si se tiene delante un plato de jamón sobre rica cama de torreznos y al lado una fuente de peces del río fritos con unto de gorrino en cesto de jamón escarchado.
-          Muchacho, habla normal que pareces tonto y no estamos para chistes, dijo Alvatuk.
-          De acuerdo, se disculpó Bermudapesca- rompiendo el violento silencio que se había generado -Recuerdo que Fcodo nos dijo que Saurancho había aprobado zonas de tregua allí  donde las ricas pitanzas mereciesen ser degustadas, prosiguió Bermudapesca en un tono más calmado.
-          ¿Cómo sabe Fcodo todo eso? Se cuestionó Sam ignorando la tensión que se mascaba en el ambiente.
-          Entre tanto discurso útil yo no he tenido tiempo de preguntárselo, -espetó irónicamente Alvatuk, estaba tomando apuntes-.
-          Lo que importa, -continuó Bermudapesca-,  es que Fcodo nos dijo que existía un local  solaz y distendido donde todos los orcos se reúnen sea cual sea el motivo que les lleve allí. Seguramente nuestros perseguidores se detengan allí.
-          ¿Y cómo lo reconoceremos? – Mustió Sam Bolsabás con cara de pánfilo-.
-          No todo en esta vida es recoger mierda -  dijo Bermudapesca-. Si hubieses atendido a las enseñanzas de Fcodo, recordarías que nos indicó que pasado el puente el olor nos delataría el lugar de encuentro de los orcos.
-          Y dale. -Alvatuk empezaba a cansarse de sus sesudos acompañantes de huida-.
-          Recuerdo, -dijo Sam-, pero estoy demasiado débil para pensar. Ten en cuenta que llevamos tres días sin probar bocado y cuando nos separamos Fcodo se llevó consigo al cocinero y los últimos cachelos de Galithornmtih, prometiendo salvaguardarlos por su honor de las hordas orcas.
-          ¡Claro! ¡Y tú que te lo crees! -Añadió un hambriento Alvatuk -.
-          Yo lo recuerdo perfectamente, -dijo Bermudapesca-. Nos indicó que no nos acercáramos a menos de 7 varas de la puerta o caeríamos presos del lado oscuro. Date cuenta que grande es el poder de Saurancho y nosotros somos…..
-          Lo que sea que opines de nosotros te lo callas, -le espetó Alvatuk interrumpiéndole-.
-          ¡Mirad al oeste!  -Exclamó Sam-. ¡Diviso un puente!

De manera atropellada cruzaron el puente sobre el río Törmeduril y de inmediato detectaron el local de los orcos al paso del puente. El hedor era insoportable, no hacían falta ni varas para medir. Se olía por la boca.

-          Maese Fcodo tiene poderes cuasi divinos,- afirmó Sam Bolsabás con solemnidad ecuménica-. Ningún hombre, mago, elfo o hobbit sería capaz de soportar aquí ni medio minuto.
-          Ya sabes lo que dice Fcodo, por la pitanza lo que haga falta, -respondió de inmediato Bermudapesca en claro signo de admiración por los sacrificios del maestro-.
-          Estos dos son más tontos que un saco de piedras, se dijo Alvatuk hastiado de tanta tontería.

En su mente, buscaba la forma de dar pista de despegue a semejante par de pelotas. Ni siquiera Vir-ut-tüir, el Gran Mago del Ego, había sido capaz de encontrar en su larga existencia dos peones de este calibre.
Tras bordear el torreón y tomar la calle mayor, una voz conocida les llamó por su nombre a la altura de la última cantina.

-          ¡Sam! ¡Meriadum! ¡Alvatuk!.
-          ¡Jumberimir! ¡Bienhallado seas! ¿Dónde está Gandalfpé?, preguntó Sam.
-          Está dentro pidiendo unas raciones. Nos dirigíamos camino de Peñarandïl de BrakMt, -respondió Jumberimir-, pero al pasar delante de este local de tan sugerente nombre no hemos podido evitar parar en él.
¿Qué os ha pasado que tenéis un aspecto tan demacrado?
-          Es… es… difícil de contar, -balbuceó el otrora crecido Bermudapesca, mientras Sam no daba crédito al texto en letras doradas que contenía el toldo del local-.

En ese momento, Gandalfpé salía del establecimiento cargado de fermentaciones de cebada y productos porcinos. Se detuvo, contempló unos segundos el patético estado de sus antiguos camaradas y les invitó a sentarse con ellos.

-          Bebed y contadme, ¿qué os ha acontecido? -Preguntó abiertamente Gandalfpé-.
-          Maestro, -dijo en tono avergonzado Alvatuk-, perdóname. Siento no haber estado a tu lado cuando las circunstancias lo requirieron.

-         Verás, -prosiguió-, nos levantamos por la mañana el día que debí abandonar la comunidad con vos. Fcodo dijo sentirse traicionado y maldijo todo cuanto conocía por vuestra huida. Comenzó con su puta monserga y cuando nos dimos cuenta estábamos rodeados de una horda de orcos.
-          No supimos que hacer, -continuó Sam-.  Nos atacaron y Fcodo le propinó una patada al perol para evitar que los orcos lo cogieran. Lo abandonó en el río y no me dejó ir a recogerlo.
-          Nos obligó a huir sin presentar combate, -finalizó Bermudapesca-.
-          A la altura de Benaventurak, -continuó Sam-, nos hizo venir por la seguridad del camino occidental. Mientras tanto, el avanzaría con el cocinero y unos nuevos amigos del alma que hizo en el camino.
Como digo, avanzaría por la vía plateada con idea de alcanzaros en Peñarandïl de BrakMt. Quiere recuperaros para la causa.
Desde que nos separamos no hemos dormido ni comido, todas estas jornadas hemos sido perseguidos por los orcos.
-          Amigos, no me sorprende nada de lo que me comentáis de este personajillo, .dijo Gandalfpé, mientras Sam y Bermudapesca  se quedaban ojipláticos.. -Nadie había hablado así del venerado Fcodo hasta ahora-.
Queda patente que este enano mental ha destruido la identidad con la que comenzamos esta aventura. Para que lo entendáis, sólo le importa ser el centro de atención, continuó Gandalfpé. De hecho, lo único que quiere es tener palmeros a los que aburrir con sus circunloquios  cansinos y retórica vacía.
Jumberimir y yo mismo hemos desistido de formar parte de esta pantomima onanista. Por eso hemos optado por abandonar. Si queréis dejar de ser unos burdos palmeros  y recibir ostias a pares podéis uniros a nosotros y volver a la Cosmarca.
-          No, nuestro camino está claro. -Respondió Bermudapesca-. Hemos jurado lealtad a Fcodo, por ello nos desvinculamos de esta demencia y jamás volvemos a la Cosmarca sin las gafas de culovaso.
-          Por mí te las puedes meter por el c..
-          Podemos hacer juntos el camino hasta Peñarandïl, -interrumpió Gandalfpé a un iracundo Alvatuk-. Nosotros continuaremos después el viaje a nuestro hogar.
-          Maestro, si no fuera molestia, me complacería perder de vista a estos mermados y volver con vosotros, -susurró Alvatuk al oído de Gandalfpé-.

De manera más calmada y avituallados, prosiguieron su camino hasta que a lo lejos divisaron la noble villa de Peñarandïl de BrakMt. A una legua encontraron un cartel que rezaba:
“Peñarandïl de BrakMt  - Cuna de sagaces y avanzados mosqueros, protectores del padre Törmeduril, las truchas como barras de pan que nunca se terminan ni dejan de cebarse y poseedores de los poderes divinos del porcino de Iberiandur”.

-          Menudos sobrados, -dijo Alvatuk-. Fcodo estará entre semejantes.
-          Sin duda, -confirmó Gandalfpé-.
-          Fcodo nos dijo que aquí estaríamos a salvo, -intervino Sam-.
-          Eso significa que él lo estará, que se apretará todos los días el menú de las jornadas gastronómicas de la casquería porcina y además  tendrá palmeros por doquier. Para más inri, -concluyó Alvatuk-.
-          Camaradas, nuestros caminos divergen aquí, -anunció Gandalfpé al tiempo que Jumberimir y Alvatuk asentía con la cabeza-. Consideramos muerta la comunidad, pero siempre nos quedará la tertulia del almacén de Xarnegar.
-          No vamos a intentar convenceros de que sigáis con nosotros aunque podríamos hacerlo, -dijo orgulloso Bermudapesca-. Todos estaréis en mi corazón por los momentos vividos, buenos y malos. Por salvar nuestra amistad, hagamos breve la despedida.
-          Sí, replicó Sam.
-     Alvatuk, -dijo mirándole a los ojos-, me dirijo a ti especialmente porque sé que últimamente  he cometido muchas torpezas que han podido mellar nuestra amistad. Por ello, espero que no se vea afectada por las extremas condiciones que hemos vivido, que los buenos momentos te sonsaquen siempre una sonrisa y que todos los recuerdos míos que llevas en tu zurrón te hagan recordarme en un futuro como el amigo que siempre estuvo ahí. ¡Dame un abrazo!
-          De buena gana cambiaba toda tu mierda por mis gafas, de hecho aquí te la dejo. -Dijo un indignado Sam Bolsabas al tiempo que la arrojaba con ira al suelo mientras daba la espalda a su otrora amigo.-
-    Este es tonto, tonto, tonto….-decía Alvatuk mientras caminaba-.

Separados los unos y los otros, Bermudapesca acompañó a un desencajado Sam hasta el levadizo. Dos centinelas que guardaban el acceso les preguntaron:

-          ¿Cuál es el motivo de vuestra visita? -Preguntó un centinela-.
-          Somos miembros de la comunidad de Degustando Ricas Pitanzas en el Monte y venimos solicitando asilo y protección. -Respondió Bermudapesc-a.
-          Hemos sido atacados en Camärzanel de Tëruk y esperamos que nuestros verdaderos compañeros se encuentren aquí y ya hayan anunciado nuestra llegada, -prosiguió un alicaído Sam-
-          Conocemos vuestras peripecias y la defensa a ultranza que habéis hecho de los valores de un caballero mosquero y la tenaz lucha para evitar el fraguado del perdigón único, -respondió el centinela-.  Sois más que bienvenidos. ¡Pasad!

domingo, 6 de septiembre de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 14

por cortesia de J. Peña
´Por cortesía de Javier Peña
Amanecía en Camärzanel de Tëruk, los últimos rescoldos de la hoguera mantenían aún caliente el poso del perol de judías pintas con oreja que habían sobrado el día anterior. Camuflado en el olorcillo de la pitanza, la pituitaria de Fcodo detectó otro aroma que le era conocido.
Se incorporó levemente mientras reblandecía con la punta de la lengua la grasilla de la comisura que resplandecía a las primeras luces. Apuró de un lengüetazo los últimos paluegos y abriendo los ojos de manera cuasi angelical esperó que la madre naturaleza hiciera el resto.
Al eco seco de la ventosidad dentro del wader, los menguados efectivos que restaban en la comunidad de Degustando Ricas Pitanzas en el Monte comenzaron a incorporarse.

- Ya te vale Fcodo. -Se quejó Sam Bolsabás con los ojos lagrimosos por el hedor del cuesco traicionero-. Este traía metralla fijo, háztelo ver.

- ¡Silencio Sam! -Exclamó Fcodo con voz de pito-. Mi afinado olfato, despertado por la despresurización del wader, detecta un olorcillo a ovino que podría comprometernos.

- ¡Será la plasta que acabas de parir! ¡Estás podrido por dentro!, -gritó indignado Alvatuk, con un claro gesto de desaprobación en su mano derecha, al tiempo que con la izquierda se frotaba los ojos enérgicamente-.

Se levantó. Con las manos apoyadas en las lorzas superiores de sus glúteos y poniéndose de puntillas, Fcodo estiró la cabeza para capturar hasta el último efluvio del olor que había interrumpido su sueño. Apurando las últimas inspiraciones, tensando la papada hasta su límite físico y con los ojos entrecerrados, la cara de Fcodo se tornó de improvisto lechosa y el rechoncho labio comenzó a temblar.

- ¡Cocinero! ¡Recoge el perol! ¡Deprisa!, ¡Jumberimir! ¡Gandalfpe! -acertó a gritar Fcodo-.

- ¿Qué sucede?, -le interrumpió Sam-.

- ¡Estamos en apuros!,- respondió Fcodo-. ¡Llegan los orcos! ¡Recoged todo y arreando! ¡Jumberimir! ¡Gandalfpe!.

- Se han ido, -indicó Bermudapesca mientras sujetaba un papel con manos temblorosas-. Han dejado un manifiesto sobre el perol indicando que nuestra misión es un fracaso y abandonan la comunidad. ¡Mira!

- ¡¿Cómo?! ¡Esto es sedición! -Gritó indignado Fcodo alzando el puño-.

¡Maldito! ¡Maldito sea Saurancho y hasta Val-Erielrond! -Prosiguió iracundo al tiempo que se mordía el rechoncho labio en señal de contención-. ¡Podría esperármelo de cualquiera entre vosotros, pero de ellos no!

- Definitivamente se han ido -confirmó Sam. Indican en el manifiesto que vuelven a la Cosmarca por la vía plateada-.

- Entiendo que las dificultades siempre generan dudas excepto para mí, -indicó humildemente Fcodo-. Mi regia mente preclara es capaz de discernir entre el honor y la traición, el bien y el mal, la nobleza, los menguantes y disminuyentes, todas las pitanzas con sus santos sacramentos en un mismo perol, qué imitación van a coger mejor las truchas del padre Tajordarhüll y los caudalímetros de la confede….

- Fcodo, -le interrumpió bruscamente Alvatuk-, que los que se han ido son ellos, los que vienen a percutirnos los orcos y tu paja mental no nos ayuda.

- Déjalo. Este sigue por la misma linde de ayer, -le susurró el cocinero-.

Los fuertes lazos que otrora forjaron la comunidad se resquebrajaban por momentos.

- ¡Cierto!, -digo Fcodo despertando de su autobombo onanista mientras ignoraba al mundo-.

¡Apresurémonos en recoger todo y salgamos en busca de nuestros camaradas para recuperarlos a nuestra causa! -prosiguió-. Es seguro que se detendrán Peñarandïl de BrakMt, ¡allí les alcanzaremos!

Antes de que pudieran darse cuenta, la partida de orcos les había rodeado. Estaban acomodados al otro lado del río, en la posada de Barctoruk, y habían acudido al olor del perol de la comunidad, tras haberse trasegado la noche anterior todas cervezas y gallinejas del local.

- ¡Entregadnos la pitanza! -Vociferó el orco Cön Derbomber veterano hambriento de la batalla de Lafigalien, al tiempo que blandía su Mäxiarhin de 11 pies acompañada de un Vivarellituir y una riestra de perdigones colgando de la misma-.

- ¡Jamás! -Exclamó Fcodo-. ¡Jamás me rendí ante un orco!, -prosiguió alentando a sus compañeros-.

¡¡A mí caballeros mosqueros!! -llamó a rebato apretando el puño lleno de rabia por haber caído en tan infantil trampa-.

Nos han aporreado en Rohinleönhin, nos han dado de ostias en Astur-natur, nos han meado la cara en Galithornmtih, hasta Gollumero nos ha robado las gafas de culovaso, pero no permitiremos que tomen aquello que de verdad da sentido a nuestra comunidad. ¡Jamás les entregaremos el sancta sanctorum sin luchar!

- Nos superan en número cuatro a uno, -apuntó Sam haciendo ostentación de sus vastos conocimientos aritméticos-. No sé si podremos defender el perol, -dijo mientras continuaba contando con los dedos-.

- No te amilanes mi cultivado amigo, -dijo Fcodo sosteniendo su caña en prevengan-.Mi ética mosquera me impide abandonar en su desánimo a tan válido camarada en un trance de este tipo.

- No tienes abuela tronco, -masculló un Alvatuk cansado y en claro gesto de reproche-.

- Yo solo podría con todos ellos, -prosiguió Fcodo en tono solemne con un claro gesto de suficiencia-, pero mi estrictísimo código de honor me impide poneros en una situación de riesgo de la que podáis salir mal parados los menos avezados. Nunca nos vencerán ni tomarán suyo este perol, te lo garantizo.

Antes de terminar la frase, Fcodo reculó dos pasos y le atizó un puntapié al perol con sus pequeñas piernecitas. Las escasas sobras del día anterior se desparramaron en todas direcciones y el perol se fué rodando hasta el río. Todos abrieron los ojos sorprendidos y sin capacidad de pronunciar palabra.

- ¿Qué hacéis ahí pasmados? -Preguntó Fcodo-. ¡Corred! ¡Huid con honor mis fieles camaradas! ¡Sam, deja el puto perol!.

Sin dejar de ser perseguidos por los insaciables orcos, huyeron en desbandada hacia Benaventurak.
A la orilla del río Tëruk, en aquel páramo de Zamorthull, quedó enterrado para siempre el corazón de la Comunidad de Degustando Ricas Pitanzas en el Monte.