domingo, 20 de agosto de 2017

El maniqueísmo

Me causan perplejidad esas relaciones basadas en “cuanto peor, mejor para todos”. Están elucubradas para un colectivo con una concepción masoquista de la vida, que soporta y fomenta un nivel de radicalización en la convivencia que imposibilita algún atisbo de acercamiento con cualquiera ajeno a este tipo de relación.

No dejo de asómbrame ante las actitudes serviles de palmeros incondicionales que son arengados con las palabras adecuadas, tanto si son a favor del discurso del palmeado, como si el palmeado hace discursos contrarios a sus intereses (curiosa paradoja esta de los intereses cambiantes, por otro lado habitual en nuestros días). Digamos que el gremio de los que gustan de volantes, lunares  y chorreras en sus camisas son perfectamente manipulables una vez que el discurso de su sádico de cabecera ha hecho caer la barrera de su nivel de crítica (aunque sospecho que entre este colectivo el nivel de esta cualidad también es crítico).

Cómo consiguen los "adalides piscatoriales" este efecto antibarreras se explica con estratagemas que noquean a cualquier confundido que no tenga un mínimo de oposición lógica a tantas memeces que cotidianamente se proclaman. Los sociólogos, políticos y publicistas se ganan la vida con esto, unos estudiándolo y los otros vendiéndolo. Consiste en transmitir un mensaje introduciéndolo en un cuento que nos despiste del verdadero propósito que encierra, si en el cuento hay algo que nos identifica, la barrera ya está traspasada y el mensaje colado. Si a esto le sumamos una dosis de metafísica que no entienda ni él, un mensaje con palabras sencillas y tiernas, otro poco de demagogia, algo de campechanía y una pizca de soberbia, ya tenemos al líder carismático perfecto.

Sorprende que personajes que no saben escribir más de cinco palabras sin cometer alguna falta de ortografía (algunas veces, y dependiendo para qué público se dirija, ésto es una gran ventaja), manejen técnicas de marketing tan avanzadas. No cabe duda de que estas habilidades arcanas que se transmiten inconscientemente a través del acervo, tienen el mérito de engañar al que anda desorientado en busca de algún mesías o al que no tenga claro por dónde van sus intereses. Mi intención es que por lo menos sepamos cuales son los trucos que se emplean en este juego maniqueo.

domingo, 13 de agosto de 2017

Ejercicio de empatía

Hay veces que, aún teniendo, se te quitan las ganas de tener ganas.

Pero hoy no a ser una de esas ocasiones, siempre he pensado que alguien que supiera que significa esa palabra, podría acusarme de catagelasticista, pero el que lo haga tendrá mucho que argumentar después de haber sonreído con mis textos para no identificarse también en este colectivo. Es más, si no lo fueras, querido lector, no estarías leyendo estos párrafos nada más que por aumentar el grado de desprecio que puedas sentir hacia mí. No obstante si te identificas con aquéllos que se divierten con los defectos ajenos, piensa que después de tanto leer en este blog, seguro que en alguno de mis textos alguien te habrá visto reflejado.

Casi siempre escribo para tapar la boca a uno o a varios gilipollas, me inspiro más cuanto más grande es la gilipollez por la que escribo. Por lo que es sencillo descubrir a través de la calidad de mis textos el grado de esta cualidad que tienen a los que van dirigidos. Me animo a escribir observando desde un punto de vista empático con aquellos que llevan hasta las últimas consecuencias su anhelada meritoriedad (mediocridad), como si el exponer y promocionar sus hazañas a quién no se las ha pedido fuese el motor de su existencia.

Lo mío no va más allá de una crítica social con afanes constructivos y no hay mejor crítica benéfica que la que se realiza después de un ejercicio de empatía.

Pues bien, me voy a meter en su pellejo para intentar comprender tanto esfuerzo evangelizador. Voy a ser ocurrente y acudir a la paremiología para entretener a mis lectores con aforismos utilizados ad nauseam en el mundillo de la pesca, propongo ejemplos (algunos manipulados) de cada una de sus representaciones:

Un adagio es una sentencia breve, de origen popular que suele tener un significado moralizante: “El que quiera peces que se moje el culo”.

Un apotegma es un dicho breve y sentencioso proferido o escrito por algún personaje ilustre o famoso: “Me encanta pescar. Pones el anzuelo en el agua y no sabes lo que está en el otro lado. Tu imaginación está toda ahí abajo”.

Una máxima es una frase que expresa brevemente una regla de enseñanza o principio moral generalmente admitido: “Regala un pescado a un tonto y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo tendrás dándote la tabarra durante el resto de su vida”.

Un  proverbio es una sentencia de origen popular que expresa un consejo, enseñanza o crítica: “Siempre, siempre, captura y suelta”.

Un refrán es un dicho de tradición popular que contiene una enseñanza moral o consejo: “Un tonto engaña a cientos si le dan lugar y tiempo”.

Y una sentencia es un dicho o expresión breve que contiene una opinión, juicio o parecer sobre una cosa, suele encerrar doctrina o moralidad: “Pescar es algo más que sacar peces”.

También podría acudir al esperpento para exacerbar las infames cualidades de los literatos de andar por casa que la pesca ha ofrecido al mundo a través de lo que se podría llamar “el capricho en los cambios semánticos en el lenguaje escrito”, que es un estilo más rayano a la cursilería o a la dislexia que al uso de cualquier figura retórica en el que se pueda encajar este género de hilarante tortura. Pero no es mi deseo agotar al lector y lo dejo para encontrar mejor inspiración en las próximas gilipolleces que vea, oiga o lea; que seguro no tardo mucho.