domingo, 30 de agosto de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 13

Tras perseguir sin resultado las huellas de Gollumero por las tierras de Zamorthull, el cemento que unía la hermandad de Degustando Ricas Pitanzas por el Monte, empezaba a diluirse. Las reservas de compango y de alubias de Astur-natur se agotaron y las viandas empezaron a perder la contundencia y la calidad de mejores tiempos. Ante los infructuosos resultados en la recuperación del Perdigón Único la moral empezaba a decaer y en un calculado intento de recobrarla Fcodo espetó a sus contingentes compañeros:

 -Queridos camaradas, creo que ya hemos pasado tantas venturas por los ríos de la Tierra Media que siento por vosotros la suficiente hermandad como para transmitiros lo que yo sé sobre la ética del mosquero, al rescoldo de este fuego donde se han cocinado ricas viandas y de las que hemos dado buena cuenta os iré narrando las cualidades que engalanan la saya que a los gentiles y honorables nos diferencian de los plebeyos que visitan, para mancillarlos, los paraísos donde habitan nuestras amadas Pintonas.

Con estas palabras Fcodo consiguió atraer la atención del resto del grupo y comenzó una interesante conversación a la rivera del Tëruk en Camärzanel, donde acamparon para hacer noche después de una intensa jornada tras los pasos de Gollumero.

 - Mi escala de valores de un mosquero es muy estricta y proviene de la experiencia que he atesorado a lo largo de mi larga trayectoria piscatoria. De Val-Erielrond aprendí el enseñar con la palabra en vez con el ejemplo, de mi campechanía, la modestia y humildad que me caracteriza, y de los antiguos y nobles mosqueros aprendí algunos de sus mejores virtudes, como por ejemplo no enseñar a cualquiera el ilustre arte de la pesca a mosca a no ser que sea un excelso pelota y además te caiga bien, yo os aconsejo además mantenerle cerca todo el tiempo que podáis al pardillo para aprovecharse, a ser posible, de su ignorancia y de su buena fe.
 -Por lo que dices Fcodo tu no les debiste caerles nada bien, no te veo yo con trazas del pescador sofisticado heredero de los grandes maestros iniciáticos.
 -No me gusta esa observación Alvatuk, si no traté con ellos no es porque no estimaran mi talante pelotillero, que siempre he cultivado con asaz vehemencia, si no porque en mi tremenda y demostrada humildad, no quise acercarme a ellos por no importunarlos.
 -Ya, ya sé por dónde vas –respondió Bermudapesca- ¿Así que ahora si los importunas porque ya no tienes humildad?
 -¡Me estáis tocando los principios y como sigáis tan impertinentes no os transmitiré la sabiduría que os iluminará en vuestro trasegar por los ríos! Nos os dais cuenta, ¡malditos ignorantes!, que yo soy una persona humilde y cordial, ¿o os lo voy a tener que meter esto en la mollera acompañándolo de un par de hostias?
 -No te pongas iracundo Fcodo, ya sabes que tus palabras son el maná que alimenta nuestras jornadas en el río, bueno eso y recoger basura. -Sentenció Sam-
 -Prosigamos, la modestia es una de las más grandes virtudes del mosquero, se caracteriza porque nunca quieres pescar más que los demás ni pescar truchas mayores de 25 centímetros, es parecida a la humildad pero no es lo mismo.
 -¿Y en qué coño se diferencian? -preguntó Jumberimir que se unía en ese momento a la conversación después de volver de tirar el pantalón-
 -Pues es más o menos la misma diferencia que hay entre ser un menguado o un disminuido, pura semántica. –Dijo Fcodo visiblemente contrariado por el desagradable olor que todos empezaron a notar-
 -No empecemos con esas Fcodo que menudo camino que nos diste con esta charla cuando pasamos el puerto de Pajaründal.
 -La humildad es, según pone en este compendio mosquero que te has traído, la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades como mosquero y en obrar de acuerdo con este conocimiento; y la modestia es la virtud que modera, templa y regla las acciones externas, conteniendo al mosquero en los límites de su estado, según lo conveniente a él.
 -¡Vete a hacer puñetas Fcodo!

Y en diciendo esto Jumberimir salió disparado hacia un lugar muy próximo del que procedía cuando se acerco a la hoguera, diciéndose a sí mismo:

 -¿A quién coño se le ocurre poner una puchero de judías pintas con oreja para cenar?
 -Menos mal que el aire viene del otro lado, pero cuando se acerca es insoportable el olor, vamos a tener que decirle a Jumberimir que se bañe en el río. –Dijo Sam Bolsabas-
 -Y ensuciar sus nobles aguas, tú has perdido el juicio, lo mejor es que esta noche duerma alejado del campamento o que le restreguemos en el barro, –continuó diciendo Fcodo-; eso me trae a la cabeza la siguiente virtud del mosquero que es la empatía mosquera. Tenemos que tratar a nuestros amigos mosqueros como nos gustaría que lo hicieran con nosotros mismos, incluso mejor. Yo esta noche, en el trance en que se encuentra Jumberimir, la pasaría perdido por el monte mirando las estrellas, corriendo de pino en pino y en perfecta simbiosis con la madre naturaleza. Y también estaría muy vigilante para evitar la posibilidad de que me restregarais por el barro –y terminando la frase levantó la pierna derecha dando libertad, entre las dos piedras más feroces, a un hombre que, dando voces, dispuso a la chanza y a la candonga al resto de animados cofrades que acompañaron empáticamente su gesto con similar incontinencia-.
 -Que conste que esto lo he hecho con el debido respeto, que es otra de las virtudes, junto con la buena educación, que caracteriza al buen mosquero.

Su frase no hizo más que alimentar las risotadas y la desmesura del grupo a la hora de la diversión. Mientras tanto, no muy lejos de allí, al pie de un gran pino.

 - ¿Jumberimir, eres tú el que haces esos ruidos tan extraños?
 - Lo siento Gandalfpé, no quise turbar tu sosiego. -respondió Jumberimir incorporándose-
 - ¿Qué dices? Se os ha pegado ese lenguaje recargado, rimbombante y altanero de Fcodo que no soporto.
 - Lo siento maestro.
 - Mira, llámame como te salga de las narices, pero lo que tampoco aguanto es lo grotesco de esta situación, por donde vamos parecemos un circo, no hacemos más que recibir hostias por todos los lados y no hemos tenido ni una sola oportunidad de salir airoso de cualquier situación en la que nos han metido este falto y su panda de descerebraos, además hemos perdido las gafas de culovaso. Nuestra misión es un desastre.
 -Yo no he abandonado por respeto a usted Gandalfpé
 -¡¡Pues huye Jumberimir, huye!! que estos como se atufen esta noche no sería raro que te revolcaran por el barro.
 - ¿Huir Gandalfpe? me parece una traición a la ética mosquera.
 - Qué ética ni qué niño muerto, estos, como todos, van a lo suyo. Son iguales que los orcos descogotadores, iguales que los orcos de León y que Vir-ut-tüir el Gran Mago del Ego, iguales que los orcos errantes trepadores de árboles del Esmerillüg y del Narceänthur que las ordas de Uru-hai, iguales que todas las huestes de Saurancho y su esbirro Gollumero, iguales que Pegp-ehillog, iguales que Val-Erielrond y el Mago Blanco y el Mago Azul. Quieren su parcela del río y que nadie les joda su cortijo, quieren pescar más que el otro que tienen al lado, les da igual matar peces que no matarlos mientras los haya, todos quieren peces en los ríos a cualquier precio y cuantos más mejor. Pero estos hobbits son tan menguados que no se han dado ni cuenta de lo que quieren y se ponen un disfraz de estúpidos que quién los ve les rechaza a distancia, incluso más que a ti con esa peste que llevas encima.
 -Pero Galndalfpé, nuestra misión…
 -Nuestra misión es una mierda como la que acabas de cagar Jumberimir, mientras estemos rodeados de personajillos que no miran más que por engordar su ego y mostrarlo en el escaparate y la gente les haga caso, vamos jodidos.
 -Maestro, podemos irnos juntos.
 -Si Jumberimir, pero hasta que no encontremos una fuente vete diez pasos por detrás.

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