domingo, 5 de marzo de 2017

La vulgaridad

Escribir no debería ser un ejercicio de vulgaridad, lamentablemente encuentro últimamente demasiados personajes en el mundillo de la pesca que se atreven a mancillar tan digna labor. Antes de continuar quiero aclarar al lector que desde la primera frase (que ya habrá leído) y en todas las que siguen a ésta, la acepción que quiero reflejar sobre lo que es vulgar, es la que el DRAE define como “Que es impropio de personas cultas o educadas”.

Hablo de vulgaridad en un acto de contención y también por compendiar, porque la tosquedad, la ordinariez, la grosería, la incorrección, la impertinencia, la trivialidad, la zafiedad, la indelicadeza, la brusquedad, la rudeza, la incultura, el salvajismo, la descortesía, la torpeza, la aspereza, la ineptitud, la impericia, la ignorancia, la desmaña, la inhabilidad, la inutilidad, la indecencia, la descompostura, la intemperancia, la insolencia, la incompetencia, la ignominia y la simpleza van unidas como uvas en el mismo racimo.

Pésimo es cuando esta condición se alía con la osadía y la incontinencia, se publicita y se generaliza por aquello de que si muchos lo hacen no debe ser tan malo, es cuando se cae en la vorágine de mediocridad sistematizada que ataca y arrasa cualquier atisbo de inteligencia. Pero peor es cuando los que no lo son se impelen a ser vulgares para de esta forma aparecer como cercanos y colarnos sibilinamente su doctrina, es sin duda el momento en el que se le intenta dar la puntilla a cualquier librepensador despistado.

Desenmascarar a los falsos vulgares debería ser una tarea cotidiana, pero marcar una frontera entre los dos especímenes se me antoja difícil ya que nos hemos acostumbrado tanto a la sandez que estamos perdiendo la capacidad de asombro. Un ardid que podemos aplicar para diferenciarlos es la cantidad de vergüenza ajena que nos produzcan sus manifestaciones, pero como no existe una medida ponderada para calcularla, mi recomendación es aborrecer tanto a unos como a otros, aunque si algún día tenemos la suerte de descubrir a un tapado, procurar sonrojarle la cara, ésto es lo que más les duele.

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