domingo, 19 de julio de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 7

-¡ Ay, ay!, se lastimaba Fcodo, me han dado hostias hasta en el carnet de identidad. Solo les pregunté si estaban pescando sin muerte y como se pusieron. Malditos Orcos.
- ¡Fcodo!,- exclamó Gandalfpé de repente-. Nos vigilan desde la espesura, actuad con normalidad. ¡Tú no bolsabás!, que levantas la liebre; y deja la puta bolsa ya de una vez.
- Jo, Gandalfpé, si es que me encanta recoger basura, -afirmo Sam con expresión atolondrada-.

De repente miles de flechas apuntaban a nuestros amigos.

- ¿Sois pescadores sin muerte? Dijo una voz desde los árboles.
- ¡Maldita sea, si lo somos!, -exclamó Fcodo- ¡y lucharemos hasta la muerte por ello!,- exclamo con un sonoro gallo- ¡como caballeros mosqueros y adalides de la moral verdadera!
- Así me gusta, exclamó de nuevo la voz, estáis en un tramo libre sin muerte.
- ¡Galdalfpé, Gandalfpé, son hombres!, ¡no son orcos! Y les acompaña un elfo armado con vara de dos manos.
- Soy Erreryn, de las montañas de Narceathür, montaraz del norte, pescador de salmón a mosca y fiel defensor de la pesca sin muerte. Sois bienvenidos a estas nobles tierras viajeros.
- Vaya, bienaventurados los ojos que te ven Fcodo, -añadió altivo y arrogante el elfo que acompañaba a los montaraces, mientras agitaba su melena rubia al viento cual anuncio de champú-. Largos los años que han pasado, veo que sigues de buen ver camarada.
- ¡Lagutlas viejo amigo! Tu tampoco has cambiado nada, ese cuerpo esparraguil, esos brazos de orangután y esa mirada de mapache ojeroso. ¡Dame un abrazo!

El elfo tosiendo enérgicamente tras el encuentro y el apretón, encendió su pipa de hierba luisa y comenzó a conversar con los miembros de la comunidad de las ricas pitanzas a la luz del fuego.

- ¡Ay amigos!, vine a luchar contra los montaraces del norte y me uní a ellos. Son diestros en las artes de pesca del salmón, manejan con pericia la mosca, la quisquilla, la moruca y el perdigón y después de ver tanto orco escogotador por estas tierras, no he encontrado nada mejor por aquí.

La noche transcurrió entre conversaciones, pipas y chupitos, mientras se sucedían historias y algún que otro poema épico nostálgico recitado coro por nuestros amigos:
“Padre Tajo, padre Tajo.
¡Ay de tí!, quién lo pensara,
que una moza tan garrida
te iba a salir tan marrana.
Cuando tu matrimoniaste
con la bravía Jarama,
perdería el apellido,
ganarías tú la fama.”


Lagutlas, hasta arriba de hidromiel y hierba luisa intervino babeando.

- Os presentaré a mis nuevos compañeros:

Errheryn, rey de los montaraces del norte, con quien he librado mil batallas.
Frhäntürin, hijo de Ram-ntürin, nacido a medio camino del Anglirú, es nuestro enano trepador de árboles y el mejor oteador de salmones de todo Astur-Natur ¡Míralu comosubepolhumeiru!
Villharin, este lo esnuca todo, pero encara con fiereza a las ordas de orcos que acampan por los valles del norte y los amedrenta con palabrería brusca y brujería de la chunga. Mira como echa espuma por la boca ¡ffffffsshhhh! ¡ffffffsshhhhhhh!
- Este es…
- ¡Compañeros! -Interrumpió Errheryn-, ha amanecido y debemos ir a Quizanadürbridge. Vamos a echar la media hora pal puente y la rueda en el chorro. ¡Acompañadnos!

Gandalfpé sacó de debajo de su larga túnica un tubo de aluminio y fue montando poco a poco los cuatro tramos de una caña de… ¡16 pies!

- Maestr…digo Gandalfpé, -dijo Fcodo con admiración a la par que devoción- no sabía que dominaras las nobles artes de guerra con la vara de dos manos.

Con lágrimas en los ojos, Fcodo continuó.

- Veo un nuevo amanecer aquí en Astur-Natur, elfos, enanos y hombres unidos en la comunidad, como ejercito de caballeros mosqueros, bregando recios en pro de una pesca sin muerte sin chatarra, por los reyes del río a mosca, por las xanas y los nobles reos a mosca seca, sacaderas sin nudos, callos y gachas por doquier, veo…
- ¡Fcodo, fcodo!, -exclamaron Alvatuk y Bermudapes- ¿los salmones se pescan a seca?
- Lo ignoro camaradas. Vayamos a ese extraño ritual que nos dijeron a ver como ejercen nuestros anfitriones tan nobles artes.
- Mira Fcodo, aquí sigue habiendo mierda, -puntualizó Sam mientras miraba a Fcodo con el mismo trance que le embargaba desde que pisaron las tierras Astur-natur- ¡Un paraíso, esto es un paraíso!

Ordas de orcos del ejercito de Uru-hai colgaban de las pilastras y muros del Quizanadürbridge y llenaban las orillas de gran río Narceathür. Nada más detectar la presencia de la comunidad, se reagruparon y se dispusieron en formación de ataque, soltando improperios y aullidos escalofriantes.

- Llevan varas de 10 metros maestr…digo Gandalfpé, -denotó Fcodo-. Estamos perdidos, nada tenemos que hacer contra semejante poderío armamentístico.

Raudos y veloces Errheryn y Villharin se adelantaron y gritaron a la par

-  ¡La media hora!
- Ahora veréis porqué me uní a ellos, -dijo Lagutlas entre dientes-.

De un pellejo de cabra, empezaron a sacar bolas de bingo unos y otros. Errheryn, exclamó victorioso

- ¡Saqué el uno!

Los orcos de Uru-hai aullaban de rabia, algunos empujaban, otros gritaban que tongo; las armas se mostraron por parte de unos y otros, pero todo volvió finalmente a la calma.

Llego el momento de pescar. Errheryn empuñó la caña y comenzó a dar una varada tras otra.

- ¿Así se pesca el salmón a mosca?, -preguntó Fcodo-.
- SSSSHHHHHH -le replicaron todos-.
- Ta picandu, un, dos tres, ¡GARRAU!

La pelea fue épica, la comunidad pudo presenciar en directo la enérgica lucha del rey del río prendido. Finalmente el salmón agotado llegó a la orilla.

¡Chas, chas, chas! -sonaban los morrillazos en la cabeza del salmón-.
- ¡Yastá, ahora pal precintu!

Perplejos y escandalizados Galdalfpé y Fcodo corrieron hacia ellos, mostrandose beligerantes debido a su terrible enfado.

- Estáis locos, -gritó Fcodo-, ¿donde está la pesca sin muerte que tanto defiendes?
- Yo estoy a favor de la pesca sin muerte, -replicó Errheryn-.
- Pero entonces ¿por qué lo matas?
- Vas a decirme tu lo que puedo o no puedo hacer dentro de la legalidad. El salmón es mío.
- ¡Asesinos!, -insistió Fcodo-.
- A mi no me insultes, que yo estoy a favor de la pesca sin muerte.
- ¡Desvergonzados! ¡Traidores! ¡Renegados!

A medida que se sucedían los insultos de Fcodo, los orcos uru-hai iban rodeando a nuestros amigos y estrechaban más y más el círculo.
Finalmente aconteció el previsible, inevitable e iterado desenlace.

-¡Ay, ay, ay!

Se lastimaban Fcodo, Gandalfpé, Sam, Alvatuk, Umberimir y Bermudapes mientras sus lastimados cuerpos intentaban torpemente correr ladera abajo.

- Nos han dado la del calamar, me duele hasta el alma. ¿de que coño van estos?
- Lagutlas me advirtió, -añadió Umberimir-.
- No se trata realmente de montaraces, son hombres-orco y no se sabe de que van, pero también decía que una vez uno se acostumbra a convivir con ellos, la vida podía ser plácida y agradable, dejándote pescar tranquilo.
- Mis fuerza flaquean honorable Gandalfpé, ¿ya nadie pesca sin muerte? -se lamentaba Fcodo-.

Con el sol poniéndose frente a ellos, la comunidad reanudó su marcha nuevamente, no sin cojear y arrastrarse tras la tremenda paliza recibida.

- ¿Pescaremos algo alguna vez? -preguntó Sam-
- Hay cosas más importantes que sacar peces -replicó Fcodo mientras rechinaba los dientes-.

Siguiéndoles el paso y desde la sombra…

- Tesooooro, tesooooro les odiamos. Ellos no murieron, los hombres orco son malos, tesoro. Pero no los mataron, el perdigón, tesooooro, ¡gollumero, gollumero!  ¡Ejjjjjj! ¡Ejjjjjjj!

No hay comentarios:

Publicar un comentario