sábado, 2 de agosto de 2014

La esencia del mosquero vocacional

Vivimos en el presente, en el punto actual, pero no existe primariamente para nosotros, sino que desde él, como desde un suelo, vivimos así el inmediato futuro. Pensad en que de todos los puntos de la tierra el único que no podemos percibir directamente es aquel que en cada caso tenemos bajo nuestros pies.

Antes que veamos lo que nos rodea somos ya un haz original de apetitos, de afanes y de ilusiones, Venimos al mundo dotados de un sistema de preferencias y desdenes, más o menos coincidentes con el prójimo, que cada cual lleva dentro de sí armado y presto a disparar en pro o en contra de cada cosa como una batería de simpatías y repulsiones. El corazón, máquina incansable de preferir y desdeñar, es el soporte de nuestra personalidad.

No hay una línea divisoria clara entre una imagen científica y una imagen mágica de la pesca. Consideramos magia aquello que todavía no hemos conocido, cuando se alcanza conocimiento científico se descubre que aquella magia no es más que conocimiento vulgar. La pesca es una actividad práctica que transforma la naturaleza al insertarse en el juego de sus leyes mediante recursos técnicos. Es un interés que busca la clave escondida de la naturaleza y que está latiendo, y representa la capacidad del pescador de destacar su impronta en la naturaleza, dominio de la naturaleza, se convierte en algo expósito.

El que desea la riqueza como pescador no ha esperado para desearla ver las capturas de otro pescador, sino que solo la buscará dondequiera que se hallen. En cambio, el temperamento artista, el del pescador de preferencias estéticas atravesará esas mismas situaciones ciego para su lado resultadista y prestará atención, o mejor dicho, buscará por anticipado lo que en ellas resida de gracia y de belleza.

Hay que invertir la creencia tradicional. No deseamos ser pescadores con sedal pesado porque lo hayamos visto antes, sino al revés: porque ya en nuestro fondo preferíamos serlo, los verdaderos pescadores las vamos buscando con nuestros sentidos por el mundo. De los ruidos que en cada instante llegan a nosotros y materialmente podríamos oír, solo oímos, en efecto, aquellos a que atendemos; es decir, aquellos que favorecemos con el subrayado de nuestra atención, y como no se puede atender una cosa sin desatender otras, al escuchar un son que nos interesa desoímos enérgicamente todos los demás. Todo ver es un mirar, todo oír es a la postre un escuchar, todo vivir un incesante, original preferir y desdeñar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario