domingo, 28 de junio de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 4

El inicio del viaje desde la Cosmarca se presentó sin contratiempos. Pasaron por los páramos de Al-carria-narüll en dirección a Molin-Argdüll y a la altura de La Fuensabinaurhl Sam Bolsabás paró en seco.

-    Fcodo, antes de alejarnos más de nuestras tierras me prestaría recoger un poco de basura en Tajuñardüll que hay una panda de guarros que lo dejan todo hecho un asco siempre que bajan a pescar.
-    Ya está el de la basura –espetó el cocinero que estaba hasta el gorro de ver a Bolsabás con la bolsa amarilla corriendo por el monte-.
-    Id vosotros amigos, el maestr…, digo Gandalfpé, Jumberimir, Meriadun, Alvatuk y yo iremos hacia el Abismo de Verde de Helm que he quedado con dos amigos del alma que conocí ayer para enseñárselo- dijo Fcodo-. Allí nos veremos.
-    No vas a escarmentar nunca Fcodo –dijo Gandalpé visiblemente molesto-. No haces más que llevar a to Cristo a los sitios y luego nos los pisan tós.
-    Maest…digo Gandalfpé. Mi carácter de Caballero Mosquero me lleva a sacar del desconocimiento a los que no saben. Sólo los esbirros de Saurancho ocultan con sus malas artes los sitios- dijo Fcodo levantando la cabeza en un gesto de orgullo que hacía que su papada se tensara en forma de bolsa de pelícano-.
-    Lo que tú digas Fcodo, lo que tú digas -este tordo no tiene remedio, pensó Gandalfpé para sus adentros-.

El cocinero y Sam se encaminaron hacia Tajuñardüll, mientras el resto de la comunidad de Degustando Ricas Pitanzas en el Monte continuaron hacia el norte.

-    Mira Bolsabás, allí hay tres pescadores –dijo el cocinero mientras se escondía detrás de un árbol ya con la cucharilla puesta-.
-    ¡¡Rápido, escondámonos!! Podrían ser perdigoneros del norte… o lo que es peor… esbirros de Saurancho –dijo Sam con voz temblona mientras apretaba su bolsa de basura amarilla contra el pecho-.
Tras un instante de deliberación Sam y el cocinero decidieron hacer frente a la situación.
-    Son esbirros de Saurancho, su tatuaje en el brazo de la Torre Oscura de Aöpecor les delata. Debemos hacerles frente. No podemos escondernos como cobardes. Hemos jurado combatir el mal, a los malos mosqueros, a los seguidores de Saurancho y a cualquiera con el que se dé de hostias Fcodo, pues para eso hemos emprendido nuestro camino. ¡¡Adelante!! – dijo Sam mientras se ataba la bolsa de basura al cinturón del váder y ponía la caña en ristre para acometer-.

El cocinero y Sam se echaron orilla abajo atropellando todo cuanto estaba a su paso adelantaron a uno de los esbirros del Señor Negro pisando todas las posturas posibles y machacando con la cucharilla tablas, corrientes y pozos, mientras los otros dos orcos dormitaban en la orilla del río. Ranciorgdärbarg, el jefe de la patrulla de los orcos del Señor Oscuro que estaba lanzado un tricofcodo que había conseguido con malas artes suplantando la Mosca Sagrada que Fcodo había enseñado a todos los mortales, al verse sorprendido por semejante acometida rugió de irá:

-    ¡¡Cangonsanvalinór!! ¡¡¡ Sos voy a soltar dos hostias que no os va a encontrar ni Val-Erielrond!!
-    Ya, ya sabemos cómo os las gastáis los esbirros de Saurancho. Vuestras artes oscuras no podrán con nosotros -dijo Sam mientras con una mano lanzaba la cucharilla y con la otra recogía un tetrabrik del suelo y lo echaba en la bolsa-.



Ranciorgdärbarg, se descolgó corriente abajo tras los miembros de la comunidad entre alaridos, maldiciones y juramentos. Sam y el cocinero escaparon corriente abajo y tras ocultarse jadeantes tras un rebollo, dieron por terminada la jornada de limpieza y pesca, mientras veían como Ranciorgdärbarg se alejaba en busca de sus dos compinches que seguían tumbados en la orilla del río.

-    Qué visión más horrorosa – dijo Sam-. Ahora entiendo porqué nos previno Fcodo sobre los orcos de Aöpecor. Son violentos e irascibles. Total, sólo por habernos puesto a diez metros por encima de ellos a pescar. Sólo de recordar sus tatuajes se me revuelve el cuerpo.
-    Si éstos son los esbirros, imagínate cómo será su Señor…

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Sam y el cocinero mientras se alejaban para reunirse con el resto de la comunidad en las tierras del norte, en las inmediaciones del Abismo Verde de Helm.

-    Fcodo, ya has vuelto a salir otra vez tarifando –dijo Gandalfpé en tono de reproche -.
-    Si es que…
-    ¡¡Ni es que, ni na!! ¿Tú no puedes ser un poco normal, muchacho? Tan pronto te haces amigo del primer tonto que llega, como le mandas a tomar por culo -dijo Gandalfpé visiblemente enfadado-.
-    ¡¡Sí, además yo ya les había entruchado dos compendios a cada uno y por tu culpa se han echado atrás y no los han comprado!! –protestó Jumberimir-
-     Bueno, ya está. Subamos hacia la carretera que ya me ha llegado el olor de las migas y esa era la señal convenida para reunirnos con el cocinero y Bolsabás. Seguro que ya están liaos con el camping gas y ya de paso se calienta un poco las canillas Bermudapesca que tiene los pinreles moraos del frío- dijo Gandalfpé-.

Haciendo honor a su nombre, los miembros de la comunidad montaron las mesas y las sillas de camping y se dispusieron a degustar ricas pitanzas en el monte, mientras Sam y el cocinero relataban su encuentro y enfrentamiento con los orcos del Señor Oscuro en Tajuñardüll, describiendo la ferocidad y las acometidas que tuvieron que soportar de Ranciorgdärbarg y cómo consiguieron escapar por los pelos.

-    Si éstos os han parecido fieros, veréis cuando nos enfrentemos a Saurancho. Su malignidad y dominio de las artes oscuras lo hacen muy peligroso. No hay que mirarle a los ojos; hay que evitar pronunciar su nombre cuando él está cerca, porque si lo hacéis, estaréis atrapados por su espíritu negro para siempre. Como les ocurrió a muchos desdichados que antaño fueron buenos mosqueros y cayeron bajo las garras del Señor Oscuro –dijo Fcodo en tono de misterio-. Se apoya en el Mago Blanco y en Mago Azul Gügardosul y cuando los tres se reúnen su poder es casi ilimitado. Sólo elfos muy poderosos como Latgulas son capaces de departir con estos nigromantes y no enloquecer y quedar sometidos a su voluntad. Esperemos que el del pelo áureo se una a nuestra causa en breve, pues sin él la batalla final tendrá un desenlace incierto -concluyó Fcodo bajando poco a poco el tono de voz mientras iba terminando la frase en un susurro como queriendo ocultar el sonido de sus palabras a los posibles espías que la noche podía esconder en la oscuridad-. Durmamos ahora en pernocta cómoda amigos que…
-    Oye Fcodo, ¿no nos dijo una vez un montaraz que la pernocta cómoda estaba prohibida? –dijo Bermudapesca-.
-    ¡¡Calla necio, qué sabrán los montaraces de leyes!! –replicó Fcodo en tono seco y cortante-. Durmamos ahora, que los efluvios del tinto de verano ciega mis ojos –dijo Fcodo mientras el brillo del aceite de las migas marcado en la comisura de sus labios brillaba a la luz de los frontales de leds de los miembros de la comunidad-.

No hay comentarios:

Publicar un comentario