domingo, 5 de julio de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 5

A la mañana siguiente prosiguieron su camino. Cruzaron el Abismo Verde de Helm y se dirigieron a Seg-ö-vidur por los pasos de Lillasduhil y Zarzarurgdull y de allí cruzaron la estepa de Valladoluidör. Tomaron el camino del oeste para pescar el Törmeduril, para por fin, llegar a las puertas de las tierras de los jinetes indomables de los Rohinleönhin que luchaban desde los tiempos antiguos para contener a las ordas de Hag-ürug-gil y sus escogotadores lombriceros.


-    Hemos arrastrado nuestros cuerpos y nuestros equipos por el páramo y por fin tenemos a la vista las estribaciones de las tierras de los jinetes indomables de los Rohinleönhin. Camaradas, sin duda son los ríos más sagrados de la Tierra Media con permiso de nuestro venerado Tajordarhüll que Val-Erielrond se encargó de descubrir a los mortales -dijo Fcodo, mientras miraba con ojos vidriosos al oeste, como intentando entrever al maestro Val-Erielrond, que partió a las tierras más allá del Mar del Oeste y vive feliz pescando truchas de a metro y sableando a los que le visitan-. En ellos batieron sus cañas los pioneros y viejos mosqueros que bebieron de la sabiduría de los que vinieron a llenar sus despensas allende los Pirineos.
-          Sí Fcodo, escuché en el almacén de Xarnegar la historia de un viejo mosquero en la que relataba cómo los pescadores de Rohinleönhin se quedaron absortos con las nuevas artes que portaban, por la efectividad de sus armas y por los maleteros llenos de truchas congeladas que se llevaron a su tierra – observó Alvatuk-.
-          Alvatuk, tú eres demasiado joven para haber conocido las hazañas que quedaron impresas en el acervo de los descendientes espirituales de aquellos mosqueros y cuyo veneno aún perdura. Sus fechorías fomentaron que los ríos fueran repoblados con truchas austro-húngaras de mil leches que no suben a la seca aunque les pongan un muelle en la panza. Desde aquellos tiempos el perdigón y la ninfa han invadido los ríos de esta tierra. ¡¡Malditos sean, malditos sean por toda la eternidad, esos sucios perdigoneros!! -gritó Fcodo con su característica voz de pito y su papada temblona-.
-          Pero Fcodo, después de pasar por Törmeduril, la tierra de las truchas inmensas, en donde no se pesca casi con artes oscuras y donde las truchas grandes nunca se acaban, no entiendo por qué allí sí suben y aquí no –dijo Meriadun Bermudapesca mientras escurría el agua de sus bermudas de palmeras-.
-          En los tiempos de los franceses, el Törmeduril no tenía ni una trucha, todas las que hay ahora son de colonización sostenible y no les queda más remedio que contentar o mofarse de los pescadores de estas tierras haciendo que comen lo que les sale de la adiposa un rato al día. De todas formas, la chatarra tiene poco que hacer en esos fondos tan sembraos de berzas -respondió Fcodo, que no había visto cómo el cocinero con un ademán de disimulo se metía en un bolsillo del chaleco una caja repleta de cucharillas hechas con un metal parecido almïthryl, que antiguamente extraían los hombres del norte de Al-carria-narüllde las minas de Constanmoria y que el cocinero le había comprado a los chinos por Ebay- .
-          Entiendo Fcodo, ¿cómo sabes tú tanto de esto? – preguntó Sam Bolsabás-.
-          Anda que no sé yo cosas, los viajes de pesca son largos y las confesiones terminan saliendo a la luz. Los amigos de hoy se tornan en enemigos de mañana y sus confesiones son armas en mis manos -dijo Fcodo, mientras ponía una mueca y recordaba los tiempos antiguos, cuando él y el traidor Göllumero, eran amigos del alma-.
-          De acuerdo, lo tendré en cuenta –sentenció Sam-
-          Fcodo, estoy loco por llegar al río para llenar mi primera bolsa amarilla... ¿qué son aquellas siluetas que se divisan en lontananza?

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-          Estáis en las tierras de Vir-ut-tüir, el Gran Mago del Ego, quiénes sois y qué venís buscando con esas vestimentas tan extrañas- dijo aquel hombre con un yelmo con forma de casco y gran habilidad y rapidez para extraer truchas del río mientras se les acercaba lentamente, escrutando a cada uno de los miembros de la comunidad-.
-          Somos la comunidad sagrada de la mosca seca y degustamos ricas pitanzas en el monte. Hemos venimos a luchar contra las fuerzas de Saurancho, el señor del perdigón único que ha trasformado la forma de pescar en los ríos de vuestras tierras y amenaza todos los de la Tierra Media y además va en contra de la ética mosquera pura- contestó Fcodo-.
-          Y lo dices así, de tirón. A mí lo que me parece es que sois unos menguados. Ojo, que he dicho menguados, no disminuidos ni faltos, ¡eh!, que nosotros respetamos mucho a los disminuidos y además tenemos muchos amigos que lo son. También os respetamos a vosotros, aunque seáis menguados y faltos.
-          Pero si acabas de decir que no somos faltos y a continuación afirmas que lo somos… -replicó Fcodo, al que se le había puesto cara de tonto mientras se rascaba la cabeza-.
-          Es una tradición de aquí decir una cosa y la contraria en la misma frase. Nos lo enseñó Vir-ut-tüir, el Gran Mago del Ego. Bueno, pues hala, ya os podéis ir por donde habéis venido que aquí no estamos pa’tontunas. –continuó diciendo aquel hombre, mientras con la mano hacía un gesto indicando que volvieran sobre sus pasos-.
-          No, no. No nos vamos a ir sin luchar, ¡¡en guardia!! –dijo Fcodo desafiante, mientras daba un salto cual sapo y le temblaba la panza y la papada al rebotar su piernecitas cortas en el suelo-.
-          ¿Qué pasa aquí?- espetó un nuevo personaje que había aparecido en escena. Aquel hombre era alto, delgado y de luenga barba blanca. Sus manos huesudas sostenían una Sägedor que llevaba sujeto un mítico Vivarellituir-.

El otro, al escuchar la voz del nuevo personaje giró la cabeza y al identificarlo, hizo una profunda reverencia y semi agachado como hacían los lacayos en los tiempos antiguos de Valinor, se retiró unos pasos mientras sacudía la cabeza en signo de respeto y sumisión.

-          ¡¡Oh Gran Vir-ut-tüir, Gran Mago del Ego, Maestro de Maestros, Lucero de Pescadores, Guardián de la Sabiduría Haliéutica, Amo y Señor de los ríos de Rohinleönhin, Guardián del Padre Esläd-huill, Condestable del Orb-ig-öduil, Senescal del Pörm-an-dhuill, Protector de… !!
- Bien, bien, está bien, pelota… Eres un buen palmero, pero deja de hacerme ya la rosca que por mucho que me dores la píldora ahora o por mucho que le des a “Me gusta”en Facebook a las tontunas que publico, no estás aún preparado para que te transmita mi sabiduría piscatoria -dijo Vir-ut-tüir, mientras hacía un gesto de manifiesto desdén al pelotilla-. ¿Qué está pasando aquí? Cuéntame.
-  Han llegado estos menguados y dicen que quieren luchar por alguna historia de un tal Saurancho o no sé qué, Gran Mago del Ego Vir-ut-tüir, -dijo el palmero mientras seguía con la cabeza inclinada-.
-          Mirar chavales, aquí no tenemos el chichi pa’farolillos, así que os voy a apuntar en este pergamino la dirección del rey de los orcos Hag-ürug-gil, que ése entra a la pelea a la primera tentativa y os pegáis con él, que yo ya estoy hasta el rabo la boina de hostiarme con toquisqui y ya na más que me dejo ver en Facebook y sólo ante aquéllos, que como éste palmero, me hacen la mamola- dijo Vir-ut-tüir, señalando con desprecio condescendiente al tordo que seguía con la cabeza gacha haciendo leves movimientos arriba y abajo como perro de adorno en bandeja de coche, en ostensible signo de aprobación-
-          Pero vosotros pescáis con perdigón y además nadie puede tener un ego tan grande como el mío –dijo Fcodo, rechinando los dientes mientras el labio rechoncho le temblaba de pura rabia-.
-          Pues también nos encanta la competición y no dejamos ni un permiso libre para los EDS del Orb-ig-öduil- dijo el Gran Mago del Ego Vir-ut-tüir, mientras levantaba su caña Sagedör y mostraba su carrete Vivarellituir en ostensible signo de orgullo-
-          Prepara tus armas, hereje –espetó Fcodo, que saltó hacia delante en actitud desafiante-
Raaaaasssssss… -se escuchó al dar el salto Fcodo-
- ¡¡ Me cagontoloquesemena!! El puto váder… Ya se ha rasgao de la entrepierna –dijo Fcodo mientras miraba las costuras rotas-.
- Esto te pasa por comprar váders de los chinos. Si hicieras como yo y llevaras bermudas eso no te pasaba –dijo Mediadun Bermudapesca-.
- ¡¡¡Nos ha jodido!!! y así vas tú con las piernas como un nazareno y amoratás del frío – replicó Fcodo en un respingo de manifiesta contrariedad-.
- No es asunto mío, extraños viajeros, pero a pesar de que habéis estado a punto de agredirme, compartiré con vosotros mi excelsa sabiduría y os diré cómo podéis arreglar lo del váder, si deponéis vuestras cañas y le dais al llegar a casa al “Me gusta” en Facebook cuando yo publique algo– dijo el Gran Mago del Ego Vir-ut-tüir-.
- O eso, o a pescar en bermudas… -dijo para sí Fcodo-. ¿Tú dirás, pues?
- Teneís la opción –continuó el Gran Mago del Ego Vir-ut-tüir- , de que marchéis al valle de Curüe-ñandur y allí, el rey de los orcos, Hag-ürug-gil os podrá vender plumas de culo de pollo y algún váder de esos que fallan más que una escopeta feria, pero os valdrán para cuatro o cinco jornadas al menos, aunque luego los tengas que tirar a la basura porque no hay Dios que los repare.
- Ese orco es nuestro enemigo declarado. Quiere que los del besbello y el saltón vuelvan a los ríos y ocupen el lugar que por nobleza nos corresponde ocupar a los mosqueros –dijo Fcodo-.
- También lo es mío –dijo el Gran Mago del Ego Vir-ut-tüir, con un brillo de odio en los ojos- . Con sus malas artes ha intentado quitarme protagonismo en Facebook y desde que sale en la tele se cree el rey del mambo, cuando de todos es sabido que yo soy el Gran Mago del Ego, Maestro de Maestros, Lucero de Pescadores, Guardián de la Sabiduría Haliéutica, Amo y Señor de los ríos de Rohinleönhin, Guardián del Padre Esläd-huill, condestable del Orb-ig-öduil, y Senescal del Pörm-an-dhuill quien atesora la infinita sabiduría piescatoria… ¡¡coño, pero es que pescar sin váder como el menguado ése que va con vosotros es muy duro!!
- ¡¡ Oiga, sin faltar!!- protestó Meriadun Bermudapesca-.
- No le compraremos un váder a Hag-ürug-gil… ¡¡le derrotaremos y se lo robaremos!! – dijo Fcodo, con su ya conocida mirada de atolondrado-.
- Id pues y recordadle que yo sigo siendo el rey de los Rohinleönhin y a vuestro regreso no os olvidéis de dar al “Me gusta” en Facebook a lo que yo publique – dijo el Gran Mago del Ego Vir-ut-tüir- .
- Así lo haremos, pues aunque eres de competición y pescas a perdigón, los  enemigos de nuestros enemigos, son nuestros amigos. –dijo Fcodo mientras hacía una profunda reverencia que dejaba entrever una lorza de su nalga por la rotura del váder-.

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-          Hag-ürug-gil, ¡¡sal de tu castillo y pelea contra nosotros!! Tu fama en la región te precede –gritó Fcodo-.
-       ¿Quién coño sois vosotros? -respondió desde una almena un orco con cara de bruto-.
-          Nos ha dado tu dirección Vir-ut-tüir, el Gran Mago del Ego y nos ha dicho que eres el valedor de la pesca con artes oscuras en los ríos de Rohinleönhin. Si nos das un váder de esos que vendes, quizás te perdonemos la vida – gritó Fcodo desde abajo-.
-          ¡¡ Será tonto el gordo éste!! Espera ahí abajo, que te lo voy a dar ahora mismo.
Hag-ürug-gil  bajó las escaleras del castillo a toda prisa con dos pollos de raza auténtica de los Rohinleönhin bajo el brazo a los que les estaba haciendo la permanente, mientras entre alaridos convocaba a sus palmeros de internet.

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-          Quién iba a decir que tenía tres escuadrones de orcos palmeros en el castillo –dijo Alvatuk mientras recobraba el resuello-.
-          Nos han puesto guapos, ¡madre mía Fcodo, qué paliza!- apostillaba Bolsabás-
-          Me ha dado un buen puñetazo, pero se ha tenido que hacer un daño en la mano al partirme la cara… -dijo Fcodo mientras se tocaba el moflete rechoncho y visiblemente amoratado-. Nuestra misión está cumplida camaradas, marchemos para Astur-natur.
-          Fcodo, espero que el espíritu del Gran Mosquero nos guíe y allí tengamos una victoria sobre las fuerzas oscuras, aunque no sé cómo podrás combatir con tu váder roto – observó Jumberimir-.
-          Es un pequeño contratiempo que tendremos que solventar comprando unos por internet, mi buen Jumberimir, lo importante es que ya saben aquí que los buenos y puros mosqueros de raza todavía estamos dispuestos a dar la batalla y el comienzo de ésta, empezó con la huella ecuménica del mensaje y la palabra que dejaron tú compendios en esta tierra –dijo solemnemente Fcodo-.
-          Pues no sé yo, porque no he vendido ni uno…
- Por cierto Fcodo ¿Qué diferencia hay entre un menguado y un disminuido? –preguntó Alvatuk-
- Pues supongo que la misma que hay entre un menguante y un disminuyente.
- Me parece a mí que no debe ser esa, sino la misma que hay entre menguar y disminuir… -apostilló Jumberimir-

Y con esta distendida conversación, la animada y maltrecha hermandad enfiló el paso de Pajaründal camino de Astur-natur.

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