- Fcodo amigo, ¿qué hay de los planes con tus camaradas?
- Maestr…, digo Gandalfpé, estamos preparando la mundial. Hemos constituido una gran comunidad que nos permitirá luchar contra las fuerzas de la oscuridad por numerosas y poderosas que éstas sean.
- ¿Cuántos sois?
- Cinco.
- Lo que te digo…
Fcodo volvió a encender su pipa de hierba luisa y dijo en tono solemne:
- ¿No había un nombre más tonto?
- No.
- Esto es lo que nos gusta… bueno, eso, y a Sam ir por el río con una bolsa basura amarilla atada al cinturón del váder.
- Madre de Dios, qué tropa… bueno amigo Fcodo, ¿puedes convocar a los miembros de la Comunidad de las Pitanzas para organizarlo todo y hacer los planes de nuestra aventura?
- Presto y veloz maestr…, digo, Gandalfpé.
Fcodo sacó su trote cochinero y dejándose caer colina abajo de su casa se reunió con sus camaradas:
- ¡¡Venid, venid camaradas, que me ha venido a visitar el maestro Gandalfpé!!
A la llamada de Fcodo, acudieron sus incondicionales: Sam Bolsabás, Meriadun Bermudapesca, y Peregrin Alvatuk con las gafas polarizadas de culovaso.
- Me falta el cocinero -dijo Fcodo contrariado, dirigiéndose a Sam Bolsabás-.
- Querido Fcodo, está liao con el camping gas y la pitanza. No puede venir. Un montaraz del este, de la comarca del Galluin, de la fortaleza Molin-Argdüll, lo está acosando y amenaza con crujirlo.
- Que proteja el perol con su vida y se reúna más tarde con nosotros.
- Así lo hará Fcodo.
- No perdamos más tiempo, subamos raudos trochando por este sendero de jabalís, que yo mismo abrí con mis propias manos en pugna con las zarzas y espinos que la Pacha-mama interpuso en mi camino.
Los cuatro miembros de la Comunidad de la Pitanza trocharon y trocharon hasta alcanzar la casa de Fcodo.
- ¡¡Hostia tú, que me estoy haciendo polvo las piernas con las aliagas!!
- Te jodes Meriadun, ¿quién te manda ir siempre con las bermudas? Así estás tú con las piernas como un penitente. Venga, no te quejes que ya se avista mi morada en lontananza.
La puerta chirrió y Gandalfpé se sobresaltó al ver a semejante tropa.
- Ya me habéis despertado de la siesta, coño…
- Lo siento, maestr…, digo, Gandalfpé. Estos son mis camaradas.
- Que Dios nos pille confesaos… bien, bien…
- Vamos a evaluar a cada uno para conocer sus habilidades y fortalezas. Eso nos permitirá saber qué podemos explotar y qué riesgos corremos cuando nos enfrentemos al Señor Oscuro.
- A ver tú, el del pantalón corto…
- No es un pantalón corto. Son unas Bermudas. Me llamo Meriadun Bermudapesca.
- ¿Vas con eso a pescar?
- Sí, siempre. Lo mismo me da el Galluin en mayo, que el Jär-amaruin en el mes de marzo.
- Muchacho, el reuma y la artrosis te carcomen…
- ¡¡A ver tú!!. sí, tú… el que va como la Niña la Puebla.
- Sí, maestro Gandalf.
- Y dale con “maestro Gandalf”. ¿No te ha dicho a ti Fcodo que el único que puede ser digno de ser llamado maestro es Val-Erielrond que vive más allá del mar del Oeste pescando truchas como barras de pan a seca y sableando a los que le visitan?
- Sí maestr…, digo, Gandalfpé.
- Con esta tropa no hago na… Bueno, da lo mismo. ¿Esas gafas polarizadas de culovaso tienen algún poder?
- Sí Gandalfpé. Están hechas de Rhitmyl. La Canción de Valadür cuenta que este mineral lo extrajeron los Reyes enanos en el reinado Flöynde las entrañas de la tierra en las minas de la Constanmoria y que cuando la luz del sol incide sobre ellas desvían el rayo y hacen que el epoxy de los perdigones solidifique sin necesidad de darle con una linterna de luz azul de los chinos.
( Canto 7º, Fr.8, Cst.. 4Canción de Valadür ) |
- ¡¡ Hostia tú, qué arma tan poderosa!!-espetó Gandalfpé asombrado-. Hay que impedir que caigan en manos del Seños Oscuro porque con ellas podría fraguar el barniz del Perdigón Único. ¿Cómo te hiciste con ellas?
- Las encontré pescando un día en el río de la Xanas. Cuenta la leyenda que un troll llamado Pegp-ehillog las perdió en un día de pesca y corrió río abajo aullando mientras las perseguía desde los páramos del Puente de Umbralejaihr hasta el Pozo de los Ram-ujuil-ös.
( Canto 7º, Fr.9. Cst..3 Canción de Valadür ) |
Gandalfpé giró la cabeza y clavó su mirada en Sam.
- Tú, el de la bolsa basura. ¿Quién eres?
- Soy Sam Bolsabás. Amigo fiel de Fcodo.
- ¿Y la bolsa?
- Es para recoger la basura que veo por los ríos. Con una mano pesco y con la otra recojo los botes de cerveza que me voy encontrando por la orilla…
- ¡¡Muchacho, estate quieto, coño, que todavía no me la he acabao!! –espetó Gandalfpé soltando un manotazo en el brazo de Sam sin llegar a tiempo de que la lata acabara en el fondo de la bolsa de basura-.
- Lo siento Gandalfpé… es que la cabra tira al monte…
- Ehhh… está bien, está bien, pero ya que me has jodío la que me estaba tomando, anda tira y tráeme otra fresquita de la nevera…
- A ver, además de la basura qué otras habilidades tienes.
- Permíteme maestr…, digo, Gandalfpéque me entrometa –dijo Fcodo adelantándose a Sam Bolsabás-. Sam es un gran cartógrafo. Sus habilidades dibujando nos ayudarán a hacer el mapa que nos guíe en nuestra aventura. Es conocedor de la astronomía, de la geometría, el álgebra y del cálculo diferencial e integral. Sus conocimientos matemáticos son sólo comparables a su habilidad en el dibujo.
- Bien, que lo demuestre –dijo Gandalfpé-.
Fcodo sacó un papel y un lápiz hecho con bauxita de las cuencas mineras de los orcos de Esmerillüg y lo puso sobre la mesa para que Sam hiciera la prueba que Gandalfpé le había pedido.
- Con un seis y un cuatro, la cara de tu retrato. ¡ Toma ya !
- ¡¡¡Vírgen Santísima, este muchacho es tontoooo…!!!
- Na, un poco na más…
- En fin, es lo que tenemos. Habrá que tirar palante con lo que hay. La Sombra no espera y cada vez se extiende más. El Señor Oscuro Saurancho cada ve
z se hace más poderoso. Está reclutando tropas a lo largo y ancho de la Tierra Media y cada minuto que pasa su poder en Aöpecory la sombra con él crecen. Fcodo, me dijiste que había uno más.
- Sí maestr…, digo, Gandalfpé, lo que pasa que se ha quedado en el monte con el camping gas preparando el arroz y haciendo frente a un montaraz que nos acosa hace un tiempo desde la fortaleza de Molin-Argdüll.
- A ese montaraz yo me lo conozco. En los tiempos antiguos del reinado de Arnuildur luchó junto a las huestes de Val-Erielrond, pero las artes negras de los perdigoneros del norte le hicieron pasarse a la sombra y desde entonces habita la fortaleza de Molin-Argdüll. Fcodo, raudo, dile a Sam que avise al cocinero y que regrese sin demora y si ve al montaraz que se prepare para enfrentarse contra técnicas mágicas y que utilice los conjuros e invocaciones que conoce.
- ¡Hecho! ¡¡ Sam, ves y dale dos hostias!!
- ¡Ahora mismo voy! Como lo vea, lo crujo…
Al momento se presentó el cocinero.
- ¿Me has llamado Gandalfpé?
- Sí. Me ha hablado de ti Fcodo y me gustaría saber de tus habilidades.
- Soy un excelente cocinero. Igual te hago un potaje, que un arroz, que unos callos.
- ¿Y de pesca?
- Le doy a la cucharilla…
- ¡¡¡¡ Chatarrero!!!!..¡¡¡ un chatarrero en la Comunidad de la Pitanza!!!!
- Maestr…, digo, Gandalfpé, perdónale, por favor. Es el único que sabe cocinar y sin él la Comunidad se desharía. Es la harina que cohesiona el guiso. Sin él no hay migas en el campo, ni potaje, ni callos… te lo suplico, no le destierres de la Comunidad...
Gandalfpé frunció el ceño y pensativo encendió su pipa de hierba luisa. Hizo unas “os” en el aire y dijo:
- Está bien, no le desterraré, pero no podrá portar cucharillas o rápalas en nuestro viaje. El Señor Oscuro es capaz de establecer una conexión astral con esos artilugios y pondría en peligro la misión. No portará caña de spinning, ni caña de cebo alguna y sólo podrá llevar consigo el camping gas, la perola y le mechero.
- ¿El mechero también? –dijo el cocinero visiblemente emocionado-
- Sí, el mechero también…
- ¿Aunque sea en el Parque Natural de Tajordarhüll? –soltó mientras palmoteaba con una indisimulada sonrisilla de felicidad-
- Sí, por el papeo, lo que sea –sentenció Gandalfpé en tono sobrio-.
Con la buena noticia de la aceptación del cocinero en la Comunidad de la Pitanza todos se regocijaron y montaron la mesa de camping para comer y beber hasta el empacho. El cocinero preparó unos callos con garbanzos y los regaron abundantemente con tinto de verano Don Simón de los lejanos campos de ancestrales vides de Thomellosör. Tras la comida, encendieron sus pipas de hierba luisa y departieron sobre la nobleza de la pesca a seca, la caballerosidad de los buenos mosqueros y recordaron al gran Val-Erielrond que vive feliz allende el mar del Oeste rodeado de truchas como barras de pan de a kilo. Entre conversaciones, risas y camaradería transcurrió la jornada y ya sólo quedaba trazar el plan del viaje y determinar los pertrechos con los que habrían de contar para iniciar tan peligrosa aventura.
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