Sucinta reflexión acude a mi teleóstea mente.
En mis pensamientos siempre esquivé el engaño, la mosca, la moruca y la cucharilla; pero esta vez el cebo de retorno coloqué.
Sedales durmientes en el río de la ignorancia y el orgullo herido. Como acto de fe; al aire arrojé una camisa de fuerza. Sorpresa llevé cuando vi que de hostias se están dando por ella.
Amigo petulante, aprendí a pescar peces tontos.
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