Más de 100 moscas secas y perdigones junto con 5 cañas Sages;
Trofeos que guardo de mis cacerías por el Padre Tajo ¡ay Padre Tajo!
En tus azules aguas mis opérculos reflejaron la imagen de infelices pescadores que no conocían el don que escondía bajo mi librea barrada.
Harta de escuchar las mismas chorradas de todas las semanas (dos docenas, media docena, docena y media…) decidí abandonar mi celeste palacio y conocer mundo.
El vecino Lozoya me dio una de cal y otra de arena;
Tuve que huir desesperadamente cuando al asomarme vi un espécimen que con la caña de pescar, dibujaba conos, triángulos, óvalos y flechas en la superficie, a la vez que espantaba a las hermanas madrileñas con enormes gorriones de faja roja.
Y dije para mis adentros;
Dos minutos más mirando y escuchando, y cual moza en noche de bodas, me habría entregado sumisa a los cormoranes.
Como aventurera desesperada, y sin perder la linde del agua fresca y la montaña; llegué a Gredos donde pude toparme de nuevo con dos especímenes de colección.
Gangoseando palabros extraños, Laurel y Hardy destripaban torno con aberraciones que posteriormente, lanzaban cual pelotaris para risa de mis morenas primas de por allí.
Pensé profundamente, rio abajo los habrá peores;
Y así fue.
Un rosario de uniformados con camiseta fluorescente que cantaban a la vez la misma canción, plantados cada 20 metros, peinaban las deliciosas corrientes de esta tierra que vio nacer a mi más idolatrado aventurero; el conductor de invidentes.
Dándose cremita unos a otros dejé a esta extraña secta de tendencia raeliana para conocer el Norte, el gran Norte.
Arribé a tierra de imponentes montañas y abundantes aguas oxigenadas.
Primas pintonas que parlaban alemán y checo me hicieron pensar que mi viaje hubo de tener una pasada de frenada.
Ni en mis más temidas pesadillas imaginé lo que pude ver allí.
Espantapájaros con caretas fabricadas con fotos de unos gaznápiros que dedicaban el tiempo a perseguir pollos con una sacadera para desplumarlos.
Esas mismas caras que pude ver en el rio moviendo una lombriz en vara de 5 metros; tiempo hacía que no veía este tipo de artes y que mis primas alemanas engullían sin pudor.
Tanta deficiencia dentro y fuera del agua me hizo añorar mi querida tierra manchega, mi Padre Tajo y Hermano Gallo.
Decidí regresar y pensé que cazar personajes extraños y aberrantes, no era campaña para toda una vida, pero si entretenimiento de fin de semana.
De esta guisa, recibiome mi Cuco a orillas del río hermano, con profundos y emotivos versos que me recordaron lo que realmente me une a estas aguas.
Nunca encontraré fuera, lo que ya tengo en casa.
Sed felices.
Un precioso relato digno de el mejor escritor y un poco "Cervantesco". Enhorabuena.
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