Creo que es un poco largo para ser un eslogan pero si una frase muy bien construida para que un palmero de pro la tenga en la cabecera de su cama.
No es sencillo pertenecer a esa estirpe de aduladores que día tras día esperan que su adorado adalid les muestre la dirección que tienen que tomar sobre sus gustos o decisiones, no es fácil dejar que los iluminados piensen por ti, te digan donde tienes que ir y lo que tienes que hacer para ser como ellos. Presiento como aterrador ese momento en que se queden sin esa referencia, ese vacío que ocupará su cotidianidad, ese minuto en que tengan que emprender la búsqueda de nuevas referencias que le hagan recapacitar y atisbar que tienen capacidad de elegir o tener un criterio propio.
¿Cuántos habríamos dado parte de nuestro peculio por evitar el esfuerzo de aprender de los que realmente saben -y apenas se muestran- en vez de atender a los endiosados que tan poco conocen y no paran de contarlo? El palmero, inteligente y pragmático, ahorra esa energía y la utiliza para mantener vivo al que trabaja por él.
Es la de adular una tarea sencilla que no gasta más que frases y calificativos en comentarios que, a base de repetirlos constantemente, ya se han quedado vacios. Por lo que, estimados palmeros, les solicito que por lo menos pongan voluntad en renovarlos para alimentar así el ego de los idolatrados que, como bien saben, asimila a un castillo de aire de feria, que en cuanto deja de recibir aire se deshincha.
Pero no voy a ser yo el que ponga en entredicho la fundamental tarea que cumple este nutrido grupo de estómagos agradecidos. Su función es básica para mantener el estatus de estupidez que hemos alcanzado en las comunicaciones que se realizan en las redes sociales, ¿qué sería de ellas sin el chorreo diario de tanto autobombo, de tanto adoctrinamiento, de tanta autocomplacencia, de tanto envanecimiento y de tanta vacuidad?
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