Creo que para algunos es urgente que el Zuckemberg de turno cree una web.3, la punto 2 ha perdido ya la fragancia y la credibilidad
de los autoproclamados mitos de la pesca que aparecieron
en los post-albores de Internet al calor de los foros y de las listas de correo, y que ya estaban quemados cuando comenzaron a
sonar sus nombres en las redes sociales de la web.2 donde el palmerio era neófito e incauto. Su problema es que ya están tan calados como en su primera etapa y por eso necesitan campos nuevos donde expandir las mismas semillas que ya no germinan en los agotados campos de las redes sociales.
Han entrado en
decadencia como consecuencia de no tener un fondo de armario con ropa variada que ponerse y,
cuando se muestran en calzoncillos y con esa camiseta de tirantes que marca la
barriga, a mi no me dan más que pena.
Es obvio que no se puede
estar engañando por mucho tiempo, y por fieles que sean los otrora seguidores,
disfrazar de dignidad la escasez de posibilidades y atacar con bravuconería la
crítica, tiene como consecuencia el abandono en que se encuentran sumidos. A base de autocopiarse y apropiarse de
conocimientos e ideas ajenas, quieren sobrevivr a duras penas, pero la huida de su
audiencia es más que notoria y sus esfuerzos por querer mantenerla son patéticos.
Por eso quiero sacar una
lanza a su favor, en alguna ocasión he promovido que se sigan poniendo "Me gusta" en
sus entradas como primera medida para que no cejen en su dilatada carrera de
desatinos, autocomplacencia y falsa modestia que tanto nos ha divertido; pero
ahora lanzo otra campaña que he llamado “el nunca lo haría”. Él nunca te
abandonará, querrá estar siempre en tu
pantalla para que queden en tu imaginario aquellas fotos con esas caras con expresión
sofisticadamente bovina y en el acervo querrá dejar aquellos escritos que reflejan sus ambiciones, sus anhelos,
sus fracasos y sus enormes ganas de figurar (y también sus pajas mentales y sus faltas de ortografía).
No hagas tú lo mismo, estimado lector, no le abandones. No te quedes sin ese alimento para el ánimo
que supone cada aparición de sus procacidades, sin la posibilidad de hacer ese jocoso
comentario con los compañeros en el solaz de la jornada de pesca, sin la
tentación de hacer esa crítica despiadada y algo subida de tono que te hace
reencontrarte con la complicidad de los que estamos saturados de tanta estulticia. Él nunca lo haría.