domingo, 27 de septiembre de 2015
El Señor de los Perdigones. Capítulo 17
- Caballeros, ante la gravedad de las acusaciones aquí elevadas, hemos de dirimir la disputa al alba, dijo el Mago Verde refunfuñando por perderse la eclosión de las 5.
Por favor, recluyan a Fcodo y sus acompañantes en las mazmorras hasta mañana.
- ¡Malditos faltos!, -masculló entre dientes al tiempo que ladeaba la cabeza-. ¡Con la de trabajo que tenía pendiente para documentar las eclosiones de Palometas en el Törmeduril para Onlyfly!
- ¿Recluimos a estos dos también?, -preguntaron al unísono Täsuk y Pac-Cötury apuntando a Sam y Meriadum-.
- ¡También!, -dijo Carmin Pisanur-. ¡Estos dos disminuidos y los otros dos que le acompañaban han de ir todos al hoyo! ¡No me fío de ninguno!
- ¡Eh! ¡Eh! ¡Un momento!, -se escuchó desde la bancada-. ¡Nosotros nada tenemos que ver con estos personajes!, -exclamó un enano feo y gafudo, embuchado en un jersey de lana villana y con un vader hecho jirones-.
- Hemos compartido camino, cachelos y poco más con el tal Flipodo y su cocinero, pero realmente no respetamos ni comulgamos con la atrasada idiosincrasia de la Comunidad de Degustando Ricas Pitanzas por el Monte, -concluyó-.
Los ojos de Fcodo se abrieron como platos, al tiempo que su cara volvía a palidecer. En Galithornmtih se habían reído sin piedad de la comunidad, pero aquello era una lanza que había atravesado su ego.
- Adelántense e identifíquense, ¿Quiénes sois?, -preguntó el Mago Verde-.
- Mi nombre es Axel Petro Trimortino y mi compañero es Bossarias Güestia, -al tiempo que crujía el espinazo en una larga reverencia-. Venimos de Astur-natur, somos enanos y pertenecemos a una antigua estirpe de mosqueros sobraos extendida por toda la Tierra Media denominada la Santa Compaña.
- Nuestro ideario y filosofía es la defensa de los ríos en aras del futuro, -prosiguió Bossarias mientras se arrodillaba cubriéndose con su capa a modo de genuflexión, cuando en realidad estaba atándose los cordones de las botas-. Destacamos que es el más perfecto y acertado de todos -continuó-, puesto que practicamos la pura ambigüedad nihilista y a la par desterramos del pensamiento común cualquier otro tipo de marcada filosofía que nos pueda comprometer. Los ríos son nuestras moradas, nuestros hogares, es más yo afirmo que son como nuestro útero materno; y rendimos por ello culto a todo lo que los rodea en la esencia de que su espíritu está tan ligado al nuestro que se funden como una unidad de destino en lo universal.
- ¡Esto es ultrajante!, -chilló Fcodo con voz de pito-. ¡Mis caballeros mosqueros me deben excelsa pleitesía! Como buen maestro os he abierto mis cajas, chaleco y mi corazón. He compartido con vosotros mis pitanzas y las buenas enseñanzas que los viejos maestros mosqueros cristalizaron en mi aura en tres días de camino y ¿así me lo pagáis?
- Esto es surrealista, -se dijo Tim Älluc-. Que tenga que vérmelas con este falto…
- ¡Sois unos traidores y no tenéis honor!, -gritó Fcodo erguido en pie y señalándoles, con la cara color escarlata y gruesas venas aflorando en la papada-.
- ¡De eso nada! -Replicó Bossarias-, aunque aquí parezca lo contrario somos enanos de principios, -prosiguió-, y aunque hayamos matado algún reo o descogotado algún salmón, nos consideramos los más puros y verdaderos defensores de los ríos.
- ¡Y un huevo! -Exclamó Fcodo-, nadie es más defensor de los ríos que mi fiel Sam Bolsabás. Nunca he visto a nadie pescar y recoger basura a la vez. Es la esencia de la Comunidad de Degustando Ricas Pitanzas por el Monte. Vosotros sois unos meros escogotadores vestidos de limpio. ¡Seguro que en vuestra secta de antiguos y extirpados mosqueros sobraos tenéis lazos con otros innobles escogotadores de Astur-natur como Errheryn! ¡Sois todos lo mismo!
- ¡Ya basta de tanta absurdez! -Interrumpió Carmin Pisanur-. Llévense a Fcodo a las mazmorras junto con los dos hobbits que acaban de llegar. Conduzcan a los enanos Axel y a Bossarias a mi despacho, creo que tenemos mucho en común de lo que hablar.
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Recluido en las mazmorras y encadenado a una argolla, Fcodo se mostraba más iracundo que nunca. Herido en su orgullo, despojado de su aura y traicionado por sus nuevos amigos del alma, sólo mascaba venganza al tiempo que, canillas al aire, golpeaba la pared con los grilletes.
- ¡Malditos! ¡Malditos sean Gollumero y Saurancho! ¡Ellos son los culpables! ¡Ellos han contaminado la esencia de la pesca a mosca con sus malditos perdigones! ¡Los odio!
¡Velad por mí magníficos y divinos Val-Erielrond y grandes maestros de Cuen-cadur!, -gritó Fcodo levantando los brazos hacia el techo de la lúgubre mazmorra-.
- Ten calma Fcodo, -mustió Sam-. Meriadum y yo estamos aquí para lo que necesites.
- Lo sé mis fieles camaradas, -respondió Fcodo-. Gracias a amigos como vosotros la pesca a mosca sigue rodeada de su magia. Desgraciadamente, en el difícil trance en el que me hayo, sólo las enseñanzas recibidas por mis maestros pueden ayudarme.
- ¿Tan grande es el reto del combate al que te enfrentas?, -preguntó Sam-.
- El mayor de todos cuantos conozcas mi fiel Sam. Pero descuida, la esencia de la pesca y los valores de los verdaderos mosqueros de antaño prevalecerán mañana y siempre.
- A todo esto Fcodo, -dijo Bermudapesca-, no te hemos comentado que Alvatuk se ha vuelto a la Cosmarca con Jumberimir y Gandalfpé.
- ¿De veras?, -preguntó Fcodo-, ni me había percatado de su ausencia. En fin, nunca fue como vosotros dos, siempre tuve claro que, como Gollumero, Alvatuk nunca fue de fiar.
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