´Por cortesía de Javier Peña |
Se incorporó levemente mientras reblandecía con la punta de la lengua la grasilla de la comisura que resplandecía a las primeras luces. Apuró de un lengüetazo los últimos paluegos y abriendo los ojos de manera cuasi angelical esperó que la madre naturaleza hiciera el resto.
Al eco seco de la ventosidad dentro del wader, los menguados efectivos que restaban en la comunidad de Degustando Ricas Pitanzas en el Monte comenzaron a incorporarse.
- Ya te vale Fcodo. -Se quejó Sam Bolsabás con los ojos lagrimosos por el hedor del cuesco traicionero-. Este traía metralla fijo, háztelo ver.
- ¡Silencio Sam! -Exclamó Fcodo con voz de pito-. Mi afinado olfato, despertado por la despresurización del wader, detecta un olorcillo a ovino que podría comprometernos.
- ¡Será la plasta que acabas de parir! ¡Estás podrido por dentro!, -gritó indignado Alvatuk, con un claro gesto de desaprobación en su mano derecha, al tiempo que con la izquierda se frotaba los ojos enérgicamente-.
Se levantó. Con las manos apoyadas en las lorzas superiores de sus glúteos y poniéndose de puntillas, Fcodo estiró la cabeza para capturar hasta el último efluvio del olor que había interrumpido su sueño. Apurando las últimas inspiraciones, tensando la papada hasta su límite físico y con los ojos entrecerrados, la cara de Fcodo se tornó de improvisto lechosa y el rechoncho labio comenzó a temblar.
- ¡Cocinero! ¡Recoge el perol! ¡Deprisa!, ¡Jumberimir! ¡Gandalfpe! -acertó a gritar Fcodo-.
- ¿Qué sucede?, -le interrumpió Sam-.
- ¡Estamos en apuros!,- respondió Fcodo-. ¡Llegan los orcos! ¡Recoged todo y arreando! ¡Jumberimir! ¡Gandalfpe!.
- Se han ido, -indicó Bermudapesca mientras sujetaba un papel con manos temblorosas-. Han dejado un manifiesto sobre el perol indicando que nuestra misión es un fracaso y abandonan la comunidad. ¡Mira!
- ¡¿Cómo?! ¡Esto es sedición! -Gritó indignado Fcodo alzando el puño-.
¡Maldito! ¡Maldito sea Saurancho y hasta Val-Erielrond! -Prosiguió iracundo al tiempo que se mordía el rechoncho labio en señal de contención-. ¡Podría esperármelo de cualquiera entre vosotros, pero de ellos no!
- Definitivamente se han ido -confirmó Sam. Indican en el manifiesto que vuelven a la Cosmarca por la vía plateada-.
- Entiendo que las dificultades siempre generan dudas excepto para mí, -indicó humildemente Fcodo-. Mi regia mente preclara es capaz de discernir entre el honor y la traición, el bien y el mal, la nobleza, los menguantes y disminuyentes, todas las pitanzas con sus santos sacramentos en un mismo perol, qué imitación van a coger mejor las truchas del padre Tajordarhüll y los caudalímetros de la confede….
- Fcodo, -le interrumpió bruscamente Alvatuk-, que los que se han ido son ellos, los que vienen a percutirnos los orcos y tu paja mental no nos ayuda.
- Déjalo. Este sigue por la misma linde de ayer, -le susurró el cocinero-.
Los fuertes lazos que otrora forjaron la comunidad se resquebrajaban por momentos.
- ¡Cierto!, -digo Fcodo despertando de su autobombo onanista mientras ignoraba al mundo-.
¡Apresurémonos en recoger todo y salgamos en busca de nuestros camaradas para recuperarlos a nuestra causa! -prosiguió-. Es seguro que se detendrán Peñarandïl de BrakMt, ¡allí les alcanzaremos!
Antes de que pudieran darse cuenta, la partida de orcos les había rodeado. Estaban acomodados al otro lado del río, en la posada de Barctoruk, y habían acudido al olor del perol de la comunidad, tras haberse trasegado la noche anterior todas cervezas y gallinejas del local.
- ¡Entregadnos la pitanza! -Vociferó el orco Cön Derbomber veterano hambriento de la batalla de Lafigalien, al tiempo que blandía su Mäxiarhin de 11 pies acompañada de un Vivarellituir y una riestra de perdigones colgando de la misma-.
- ¡Jamás! -Exclamó Fcodo-. ¡Jamás me rendí ante un orco!, -prosiguió alentando a sus compañeros-.
¡¡A mí caballeros mosqueros!! -llamó a rebato apretando el puño lleno de rabia por haber caído en tan infantil trampa-.
Nos han aporreado en Rohinleönhin, nos han dado de ostias en Astur-natur, nos han meado la cara en Galithornmtih, hasta Gollumero nos ha robado las gafas de culovaso, pero no permitiremos que tomen aquello que de verdad da sentido a nuestra comunidad. ¡Jamás les entregaremos el sancta sanctorum sin luchar!
- Nos superan en número cuatro a uno, -apuntó Sam haciendo ostentación de sus vastos conocimientos aritméticos-. No sé si podremos defender el perol, -dijo mientras continuaba contando con los dedos-.
- No te amilanes mi cultivado amigo, -dijo Fcodo sosteniendo su caña en prevengan-.Mi ética mosquera me impide abandonar en su desánimo a tan válido camarada en un trance de este tipo.
- No tienes abuela tronco, -masculló un Alvatuk cansado y en claro gesto de reproche-.
- Yo solo podría con todos ellos, -prosiguió Fcodo en tono solemne con un claro gesto de suficiencia-, pero mi estrictísimo código de honor me impide poneros en una situación de riesgo de la que podáis salir mal parados los menos avezados. Nunca nos vencerán ni tomarán suyo este perol, te lo garantizo.
Antes de terminar la frase, Fcodo reculó dos pasos y le atizó un puntapié al perol con sus pequeñas piernecitas. Las escasas sobras del día anterior se desparramaron en todas direcciones y el perol se fué rodando hasta el río. Todos abrieron los ojos sorprendidos y sin capacidad de pronunciar palabra.
- ¿Qué hacéis ahí pasmados? -Preguntó Fcodo-. ¡Corred! ¡Huid con honor mis fieles camaradas! ¡Sam, deja el puto perol!.
Sin dejar de ser perseguidos por los insaciables orcos, huyeron en desbandada hacia Benaventurak.
A la orilla del río Tëruk, en aquel páramo de Zamorthull, quedó enterrado para siempre el corazón de la Comunidad de Degustando Ricas Pitanzas en el Monte.
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