“Pero si
caso es que de malo te quieras tornar bueno, y de cruel en humilde, y volverte
a la buena y verdadera creencia que yo tengo, yo quitaré la batalla…;con tal
que cuando yo aquí viniere junto conmigo hagamos guerra y daño a aquellos que,
dejando la verdad, defienden y creen en lo mentiroso”.
(Las Sergas de Esplandían, 415/a)
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El luengo trochar del mosquero desde lo
prístino de sus comienzos no está exento de tentaciones que desvíen su atento anhelo
de convertirse en un verdadero caballero mosquero.
Las trampas y embelecos que por su senda hallará
por doquier serán cantos de sirenas, de Hadas, de Xanas, que empero, llevan a
la perdición del auténtico espíritu caballeresco que la pesca a mosca encarna.
Las sagradas aguas habitadas por maese pintona, corren el peligro de ser
profanadas por multitud de tenebrosas sombras…
¡¡¡ Oh, noble mosquero, huye de las obscuras
sombras de los capitostes !!!, ¡¡¡ oh, caballero mosquero, abomina de los
grandes prebostes que tras trompetas y fanfarrias, esconden la vulgarización
del noble arte de la pesca a mosca !!!.
Ya los viejos y buenos mosqueros, los
mosqueros de antigua estirpe, marcaron el recto camino del trochar, y ahora,
los advenedizos y los recién llegados, pretenden destruir lo que
noblemente aquéllos construyeron, a más
decir, lo que los antiguos, nobles y buenos caballeros mosqueros sangraron.
Nada más noble en el noble arte de la pesca a
mosca que pescar noblemente en las nobilísimas aguas habitadas por maese
pintona…y a mosca seca. Nada más zafio y aborrecible que permitir hollar el
sagrado tálamo de la ribera a ferreteros armados de arteros engaños que
imprimen mácula en lo que sus dedos alcanzan.
El verdadero espíritu del caballero mosquero
se rebela ante la sinrazón, ítem más, le repugna la ignominia de la falta de
razón, de los que no supieron heredar los sagrados principios del noble arte de
la pesca a mosca –seca- y dilapidan la herencia de los viejos camaradas, de sus
enseñanzas y costumbres, de su sabiduría asaz de conocimientos y abren las
puertas de la sacra ribera que habita maese pintona, a “los otros”, a la turba,
a la plebe que, metal en mano, mancillan los brillantes ocelos rojos, de la que
para nosotros es un espíritu de la ribera, un hada de las puras y cristalinas
aguas.
El primer principio de los verdaderos caballeros
mosqueros pasa pues por retornar al prístino origen donde todo empezó y en el
que los buenos y viejos mosqueros arrancaron de las aguas tramos exclusivos
para el solaz de los mosqueros en exclusiva, al margen de mancilladores que
nada entienden de la nobleza que imprime la práctica del noble arte de la pesca
a mosca.
Fdo. El Mosquero Petulante.