No dejo de asómbrame ante las actitudes serviles de palmeros incondicionales que son arengados con las palabras adecuadas, tanto si son a favor del discurso del palmeado, como si el palmeado hace discursos contrarios a sus intereses (curiosa paradoja esta de los intereses cambiantes, por otro lado habitual en nuestros días). Digamos que el gremio de los que gustan de volantes, lunares y chorreras en sus camisas son perfectamente manipulables una vez que el discurso de su sádico de cabecera ha hecho caer la barrera de su nivel de crítica (aunque sospecho que entre este colectivo el nivel de esta cualidad también es crítico).
Cómo consiguen los "adalides piscatoriales" este efecto antibarreras se explica con estratagemas que noquean a cualquier confundido que no tenga un mínimo de oposición lógica a tantas memeces que cotidianamente se proclaman. Los sociólogos, políticos y publicistas se ganan la vida con esto, unos estudiándolo y los otros vendiéndolo. Consiste en transmitir un mensaje introduciéndolo en un cuento que nos despiste del verdadero propósito que encierra, si en el cuento hay algo que nos identifica, la barrera ya está traspasada y el mensaje colado. Si a esto le sumamos una dosis de metafísica que no entienda ni él, un mensaje con palabras sencillas y tiernas, otro poco de demagogia, algo de campechanía y una pizca de soberbia, ya tenemos al líder carismático perfecto.
Sorprende que personajes que no saben escribir más de cinco palabras sin cometer alguna falta de ortografía (algunas veces, y dependiendo para qué público se dirija, ésto es una gran ventaja), manejen técnicas de marketing tan avanzadas. No cabe duda de que estas habilidades arcanas que se transmiten inconscientemente a través del acervo, tienen el mérito de engañar al que anda desorientado en busca de algún mesías o al que no tenga claro por dónde van sus intereses. Mi intención es que por lo menos sepamos cuales son los trucos que se emplean en este juego maniqueo.
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