domingo, 11 de octubre de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 19


Mientras tanto, en Pañarandïl de BrakMt….

-          Es hora de que se haga justicia, -se dijo Fcodo al tiempo que recogía su pequeño álbum de fotos. Toda la noche había velado las imágenes de sus maestros.-
-          ¿Quiénes son todos esos seres que aparecen en esas descoloridas y viejas fotos?, -preguntó un mohíno Sam-.
-          Estos han sido mis maestros y guías durante todos esos años, los venero más que a las buenas pitanzas por el monte mi fiel Sam.
-          Pues ya es veneración, -dijo Meriadum Bermudapesca desperezándose, al tiempo que estiraba los brazos cerrando los puños-.
-          Verás, -prosiguió Fcodo-. En los albores de la pesca a mosca en la Tierra Media, habitaban tres razas de pescadores, los maestros mosqueros, los enanos de la Santa Compaña y el resto de pescadores. Éstos últimos eran generalmente amigos del besbello, la meruca y la cucharilla. En definitiva, gente de mal vivir.
-          Unos parias a ojos de un caballero mosquero, ¿verdad?, -preguntó Sam-.
-          ¡Exacto!, -replicó Fcodo soltando un tremebundo gallo-. Lo más ruin y bajo de la sociedad, nada que se asemeje a personajes de nuestra alcurnia.
-          Y estos maestros, ¿en qué se diferenciaban de los enanos de la Santa Compaña?, -preguntó Bermudapesca-.
-          En la Santa Compaña también se encontraban inicialmente viejos e innobles mosqueros, cuyo único interés era medrar en la pesca a mosca sin aportar nada  a la misma, -respondió Fcodo-.¿No has visto cómo me han tratado Axel y Bossarias?
-          ¿Y los maestros de Cuen-cadur?, -preguntó Sam-.
-          ¡Ah los maestros de Cuen-cadur!, -suspiró Fcodo-. Siempre han sido mi luz, mi guía y mi baluarte.

Son los pioneros de los buenos principios que debe tener un buen mosquero: elegancia, humildad, inmenso altruismo y sobre todo, lo más importante, han sido capaces de inculcar cómo pescar  correctamente vestido de caballero mosquero.
Cobraban por sus seminarios, cierto, pero era un dinero bien invertido si querías conocer complejos axiomas, como por ejemplo saber cuáles son las anillas de la caña de mosca por las que tenías que pasar la cola de rata.
De todas formas, lo más importante es que fueron tendencia  intemporal y transmitieron, de forma brillante, que un pescador ha de vestirse por los pies y terminar por la cabeza sin ser un fantoche, prosiguió.
Todo el mundo lo sabe aunque lo niegue, nadie puede ir hecho un zarrapastroso al río. Si por mi fuese, todos los que no llevasen un sombrero de pluma irían directos al…

-          ¡Eh! ¡Vosotros! ¡Fuera de ahí!, -dijo Täsuk abriendo la pesada puerta del calabozo-. ¡Ha llegado la hora de que se haga justicia a nuestro Virrey!

Encadenados de pies y manos, Sam, Meriadum y Fcodo fueron conducidos a un carro y desde Peñarandïl de BrakMt fueron llevados a Làm-Äyac, un recóndito paraje al norte de Albartuk de Törmeduril. A pie de río se había desplegado un auténtico campamento con  tiendas de descanso, cantinas, aseos y carpas de exhibición de montaje.
Desde que se había organizado la Gran Convención de Montaje cerca de la Cosmarca, no habían hecho más que aflorar eventos similares de menor entidad. En ellos participaban los más selectos y distinguidos artesanos del montaje que iban de camino a la Gran Convención.
Una vez en Làm-Äyac, Täsuk arrojó a los tres miembros de la Comunidad fuera del carro y les tiró un saco con sus pertenencias.

-          ¡Vestíos de manera decente para entablar justa batalla por el honor del Virrey!, -gritó-.

Un tembloroso Fcodo comenzó a colocarse todos los elementos con los que defendería el honor de los buenos mosqueros y la esencia de la pesca a mosca. Lentamente, muy lentamente fue componiendo su armadura adquirida en el almacén de Xarnegar. Vader, botas, polainas, chaleco, su inconfundible braga y el sombrero con pluma. Estaba listo.

-          Sam, ¿has visto mis guantes de protección? -preguntó Fcodo-.
-          Están aquí, -dijo Sam tendiéndoselos-. ¿No irás a desempolvar tu caña con talón de combate?
-          Sí, -dijo Fcodo-. Aunque no deseo mancillarla con otras aguas que no sean las del padre Tajordarhüll, me veo en la necesidad de emplearla para salir victorioso de este trance. Las fortísimas truchas de 25 cm son duras contrincantes, sobremanera en este río poblado de berzas. No debo dejar nada al azar.
-          ¿Estás ya listo no?, -le interrumpió Täsuk-. ¡Arreando!

Escoltado por los dos enanos, Fcodo y sus camaradas fueron conducido a la orilla del río Törmeduril donde una muchedumbre se había arremolinado. A un lado, ajeno a todo, Tïm Alluc fumaba su pipa de hierbaluisa mientras contemplaba la actividad de las truchas.

-          No habrá límite de tiempo para este combate, -gritó el Mago Verde erguido en el palco-. Hasta una hora después del ocaso estará permitida la lucha.
Carmin Pisanur y sus dos nuevos adláteres de Astur-natur será los encargados de vigilar el correcto desarrollo del combate, concluyó.
 -          Me gustaría pronunciar unas palabras, -dijo un altivo Fcodo con voz de pito-.
-          Adelante, -dijo el Mago verde-.
-          Bien en sabido que yo nunca desee que se llegase a este punto, pues mi humildad es de sobra conocida en toda la Tierra Media, especialmente en la Cosmarca en donde a cualquiera que preguntéis jamás os dirá una mala palabra de mí.

Soy persona afable y de trato sencillo, noble y leal a mis amigos. Jamás he pronunciado una palabra más alta que otra ni fallado a nadie ante cualquier situación o la justicia.
Hoy en justicia no lucho por mí honor, lucho porque prevalezcan los buenos valores de la pesca que deben estar presentes en todo caballero mosquero.
Sólo eso, concluyó.
Al igual que algún despistado allí presente, Sam y Meriadum aplaudieron el discurso franco y profundo de Fcodo.

 -          Sólo una pregunta más, -dijo Fcodo tomando de nuevo la palabra-. Entiendo que siendo el Törmeduril un río para pescar puramente a seca no estarán permitidas otras artes, ¿verdad?
-          Piensas mal, -replicó Carmin Pisanur-. No vemos con malos ojos el empleo de otras artes, como por ejemplo el perdigón. En estas aguas es un arte tan noble como la seca, por la dificultad que entraña su manejo entre las berzas del fondo.

Fcodo se disponía a replicar cuando Carmin Pisanur le interrumpió.

-          Axel, Bossarias, explicádselo de otra manera.

A la orden de su virrey, ambos miembros de la Santa Compaña introdujeron en el cauce del río propinándole una serie de puntapiés y capones al desdichado  y purista Fcodo.

-          Sabía que nunca sería fácil, -dijo Fcodo-, al tiempo que se frotaba el magullado trasero. Presentaré combate con mis armas.
-          ¡Comenzad pues!, -exclamó el Mago verde-.

Como accionado por un resorte, Fcodo corrió en pos de ocupar los mejores lugares. Sin ser consciente de que la profundad era engañosa y la corriente fuerte, condujo a sus amigos por el vado del molino.
Gracias a su peso pudo frenar la fuerza de la corriente y servir de apoyo a los fieles Sam y Meriadum.

-          El agua baja muy fría, -dijo Meriadum.- Creo que no podré acompañarte mucho tiempo con estas mallas.
-          Al otro lado hay tierra firme, desde allí podrás estar seco y serme de incuestionable ayuda, -dijo Fcodo-. Apóyate en mí y continúa mi fiel Meriadum.

Desgraciadamente, en un mal paso la corriente arrastró a éste hacia las fuertes corrientes del molino.

-          ¡Nada! ¡Nada con fuerza Meriadum!, -gritó Fcodo mientras veía a Meriadum perderse en el recodo moviendo histéricamente los brazos-.
-          ¡Debemos ir a por él!, -dijo inmediatamente un alterado Sam-.
-          No te preocupes, -dijo Fcodo-. Las mallas dotan a Meriadum de excelente movilidad y además es un gran nadador. No tendrá problema ninguno en ganar la orilla del siguiente tablón.
-          ¡Pero si no sabe nadar! Dijo un asustado Sam. ¡Está perdido!
-          Entonces es una pérdida asumible para la Comunidad, dijo Fcodo. Ten en cuenta lo realmente importante que es todo lo que está en juego.
-          ¡Bossarias! ¡Axel! ¡Debéis de ayudar a nuestro amigo!, -les gritó Sam-.
-          Nuestro virrey nos ha ordenado vigilaros y eso hacemos, replicaron al unísono. Pero no os preocupéis, seguro que se ocupan del él.
Con el corazón en un puño, los dos enanos y los dos hobbits cruzaron el bravo Törmeduril y ganaron la orilla opuesta. Extenuado y alicaído,  al tiempo que gruesas lágrimas afloraban en sus mejillas, Sam se tumbó sobre la orilla.  Pensando que había perdido otro amigo.
Fcodo, por su parte, se concentraba en las primeras cebas que había detectado. Había mucho en juego.



-          ¡Nobles truchas las de este río!, exclamó. Son las 4 de la tarde y maese pintona ya come franca. La esencia de la pesca a mosca aleccionará a todos cuantos me observen.
 Avispado como era, se había percatado mientras cruzada que una gruesa manta de bétidos de color verdoso bajaba río abajo. Su bétido engañador de cercos caídos no podía fallar.

Los primeros lances fueron muy torpes por la descompensación del talón de combate. Sin embargo, aquellas truchas no tomaban el engaño cuando las largas derivas ayudaban en la presentación de su mosca, que las truchas eludían y se cebaban a las que derivaban junto a ella.
Continuó mejorando los lances y con otras moscas de conjunto, tratando de  buscar algún patrón que le diese la primera captura. Su amada Coachman, la marroncita,… nada. Todo era inútil.
Unos metros más abajo, Tïm Alluc acababa de entrar al río y ya se encontraba peleando con la primera señora del Törmeduril. ¡PLAS! ¡CHOF! ¡RRRRRRRRRRRIS! ¡ZAS! ¡Y sacadera! Un ensordecedor aplauso venía de la otra orilla. ¡73 centímetros!, fue la expresión que el viento llevó a oídos de Fcodo.
Pasaban las hora y Fcodo estaba en plena crisis de ansiedad. Las selectivas truchas seguían ignorando de modo sistemático todo cuanto éste les ponía. Desde la otra orilla, sólo se oían aplausos y vítores. Tïm Alluc sobrepasaba la veintena de truchas, ninguna había bajado de los 60 centímetros.

-          ¡Pero qué comen estas putas truchas de mierda! ¡Rijosas! .Dijo un exasperado Fcodo con voz de lija tras 4 horas intentado que le hicieran caso, la última hora profiriendo histéricos gritos a las otrora amadas pintonas.. 

Había avanzado varias decenas de metros por el brazo exterior y había perdido toda referencia con Tïm Alluc. Desgraciadamente el viento seguía trayendo el eco de los aplausos.
Sam seguía apesadumbrado por lo que le pudiera haber pasado  a su amigo Meriadum y a su lado, Axel y Bossarias no podían sino reírse a mandíbula batiente del desgraciado Fcodo.

-          ¿Sabes una cosa?, -preguntaron de modo retórico-. Nos han comentado con detalle lo que pasó en el seminario de montaje de Peñarandïl de BrakMt y no nos extraña lo que vemos en el río.
Eres malo tío, continuaron. Las moscas que estás empleando no guardan las proporciones ni tienen las tonalidades correctas, las de conjunto da lo mismo que las tires al agua que al maizal y de lance andas justito justito.

Entendemos que los que te acompañan son tan patanes como tú, por eso vas a perder este combate. De hecho ya pierdes por goleada.

-          ¡Aún me queda el sereno!, -gritó un herido Fcodo-. El sereno es algo que nunca ha fallado y pone a los pescadores en su sitio. Sólo aquellos que se mueven con  soltura en ausencia de luz podrán triunfar donde otros fracasan estrepitosamente.
-          Eso es cierto, -dijo Sam incorporándose-. En el Alto Tajordarhüll sólo pescan aquellos que vencen al desconcierto de la oscuridad.
-          Guajes, -dijo Bossarias-. Estáis dando pena y dolor de día, ¿de verdad contáis hacer algo por la noche en este río donde apenas hay serenos?
Fcodo palideció repentinamente y, tras tragar saliva, su papada inició su ya conocido tembleque.
 -          Según nos ha dicho el Mago Verde, -dijo Axel riéndose-, dentro de 15 minutos las truchas cerrarán la boca y adiós muy buenas.  Ya has perdido, y lo que os espera, mis inútiles amigos, es un largo penar en los calabozos del castillo de Peñarandïl de BrakMt.
-       Tú, -dijo señalando a Fcodo-, vas a estar por mucho tiempo lejos de los ríos, las pintonas y de la Gran Convención de Montaje cerca de la Cosmarca a la que, por cierto, nos han invitado esta misma mañana los Caballeros del Círculo Prefeto.

Herido en su orgullo con este golpe bajo, Fcodo reaccionó con ira.

 -          ¡A ellos mi fiel Sam!, -gritó repentinamente Fcodo, al tiempo que se abalanzaba sobre Axel y Bossarias. Aprovechándose de su inercia, el impacto fue brutal y dio con los tres tendidos en el agua.
Totalmente desorientado por el impacto, Bossarias trataba de ponerse en pie. Al mismo tiempo, y favorecido por su peso muerto,  Fcodo inmovilizaba a Axel mientras que con sus raquíticas piernecitas le propinaba pequeñas patadas-.

Sam reaccionó rápidamente y redujo a Bossarias con sus bolsas amarillas. Mientras lo amordazaba, lanzó dos bolsas a Fcodo para que éste hiciera lo mismo con Axel.
Al amparo de la oscuridad y el abrigo de los árboles que protegían el brazo, nadie de la orilla de enfrente se había percatado de la trifulca que se había generado.

 -          ¿Qué vamos a hacer ahora Fcodo?, -preguntó un asustado Sam con las manos aún temblorosas-.
-          Hemos de huir de aquí. Aprovechando la oscuridad y que nadie nos espera hasta dentro de una hora podremos poner tierra de por medio mi fiel amigo,
Esta gente no juega limpio  y nos han conducido a una trampa, prosiguió. Además,  tenemos que ir a esa convención de montaje que se celebrará cerca de nuestra tierra.
 -          Pero, ¿para qué?, nuestro combate está aquí.
-          Eso es un claro error de concepto, -dijo Fcodo con solemnidad-. Nuestra lucha se circunscribe a cualquier lugar de la Tierra Media donde se atente contra los buenos principios de la pesca a mosca o mi honor.
En este caso en concreto, no habiéndome invitado a mí a este evento he sido menospreciado y voy a ir a exigir una respuesta a tamaña ofensa.
Además, si recuerdas, dije ayer en el juicio que siempre salvaguardo mi honor de un ataque antes de atacar  yo. Eso sucede casi siempre, la salvedad es este caso y otros tres o cuatro casos modelo que no recuerdo. Pero en éste, precisamente en éste, han afrentado a mi honor y no lo puedo permitir.
¡Me han despreciado y eso es inaceptable!
-          ¡Pero si nos vamos de aquí caballeros como Lis Árdeum nos perseguirán y nos darán muerte!, -dijo Sam-. Estos tipos están tronados.
-          No será así. Me aseguraré de que mi honor y tu integridad estén siempre a salvo por este orden, mi fiel Sam.
Además, -dijo emocionado Fcodo alzando el puño-, juro por el bolo que me he acabado de comer en el Törmeduril, que los Caballeros del Círculo Prefeto y todos cuantos acudan a dicha convención me profesarán eterna pleitesía una vez descabece a los instigadores de este agravio.

 Y así, aprovechando los últimos rayos de un sol que se ocultaba bajo una increíble paleta de colores rojizos, Fcodo y Sam huyeron camino de la Cosmarca. Abandonaron nuevamente un combate en pos de salvaguardar un honor que, en la mente del maltrecho Sam, comenzaba a tomar forma de un concepto totalmente etéreo.

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