domingo, 25 de octubre de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 21

La noche trascurrió para Fcodo entre viejas pesadillas que le visitaban con frecuencia desde que Gollumero robara en los pasos de Galithornmtih las gafas de culovaso.

-    No…no…Gollumero ¡¡¡no, las gafas de culovaso, no…!!!

-    ¡¡ A él, que no escape!!...hhhmm…gggrrr… Saurancho, no lo conseguirás…las Xanas…

-    Aaaaarrrggg… maese pintona…. Montana…uuummmhhh

-    Despierta Fcodo –dijo Sam mientras sacudía a su maestro y amigo- . Ya va a despuntar el sol y hay que prepararse para la Gran Convención de Montaje.

Fcodo preparó sus bártulos de montaje con cuidadoso mimo y los metió en un su mochila del cuero. Al despuntar el sol salieron de la casa y encaminaron sus pasos a las cercanías de la Torre Oscura de Aöpecor, en donde se celebraría la Gran Convención de Montaje.

-    Sam, debemos seguir escrupulosamente los pasos del plan trazado para infiltrarnos en el recinto de montaje. Recuerda que no hemos sido invitados formalmente, pero si seguimos los planes trazados conseguiremos entrar. Recuerda que una vez dentro muchos serán los peligros, las tentaciones y los que puedan parecer amigos, no lo serán. Habrá perdigoneros, orcos escogotadores, magos del tocomocho y montaraces trileros del montaje. Por nada del mundo te separes de mí, las fuerzas oscuras que se desaten cuando el Perdigón Único se comience a montar te pueden trastornar y hacer perder la razón. Sólo los grandes mosqueros como yo podemos soportar tan dura carga y hacer frente a los peligros que nos acechan. Cuando estés a mi lado yo te iré diciendo quién es de fiar y quién no lo es. Yo te guiaré –dijo Fcodo a Sam mientras le echaba el brazo al hombro y se encaminaban hacia la más peligrosa de cuantas aventuras habían vivido hasta el momento-.

Después de sortear una manifestación de orcos palmeros descogotadores en las que esgrimian esloganes como"Queremos subveciones para nuestras explotaciones" o "Por los derechos tradicionales de los ribereños. Turistas fuera", Fcodo y Sam habían conseguido atravesar las puertas del recinto de la Gran Convención de Montaje, gracias a las mágicas artes que Fcodo desplegó. Tras acercarse a la puerta y ser requerido por dos orcos porteros, Fcodo sacó de su bolsillo una tarjeta de visita mágica con un extraño animal pintado con un ridículo sombrero y una caña en la mano al que aparentemente le faltaban dos de las patas y se la entregó. Mientras los orcos miraban la tarjeta dirimiendo si el animal tenía dos, tres, o cuatro patas, nuestros amigos aprovecharon la diatriba y se colaron por la sordi.

-    No te separes de mí Sam. Yo te mantendré prevenido de quién es quién en este nido de alimañas – dijo Fcodo a su amigo con un inequívoco gesto de mente despierta y astuta que le caracterizaba- . Recuerda que el poder del Perdigón Único es muy fuerte y que sus esbirros intentarán por todos los medios que caigas en la oscuridad del perdigoneo.

El recinto estaba lleno de gente de toda guisa hablando en corrillos, mirando como otros muchos montaban moscas, enseñaban hilos , o simplemente olisqueando entre la multitud.
Allí estaba JügDelarüg como maestro de ceremonias departiendo con unos y con otros, mientras un corro de moscones se arremolinaban entorno a él y le hacían la rosca.

-    Mira Sam, ése es JügDelarüg Tronchapeines. El Señor de la Bola de Cristal. Nada de cuanto existe en el mundo mosquero escapa a su ojo. Los elfos de los Lagos Altos que extienden su influencia más allá del Mar del Oeste le otorgaron el poder de transmitir cualquier imagen de la pesca a mosca y cuando se concentra su calva se ilumina y es capaz de reflejar las imágenes de los ríos de los elfos. Siempre fue un gran mosquero, de los pioneros, pero como otros muchos se ha dejado corromper por Saurancho. Él es uno de los que organizan este sarao.

-    Fcodo, ¿y aquél de allí?- preguntó Sam señalando con el dedo- el que está enseñando colorines en un ordenador …

-    ¡Baja el brazo Sam! – ordenó Fcodo – no señales con el dedo que nos pueden descubrir. Ése es el mago Cärmonhaugh Hocicotrompo. Tiene una página web que tiene el poder de hipnotizar a los que la miran. Sus vivos colores embotan los sentidos y atrapa la conciencia del que la observa mientras carga los 100 terabytes que pesa.

-    ¡Qué gran poder! –exclamó Sam-. ¿La podemos ver aunque sea en el móvil?

-    ¡Calla insensato! No hay mortal conocido que haya sido capaz de cargar esa página en un teléfono sin que éste haya echado antes a arder, y aunque así se pudiera hacer, el riesgo de quedar ciego es muy alto pues los colorines nos abrasarían la vista. Sólo alguien con unas gafas hechas de rhitmyl, fabricadas por los elfos de Valinor podría verla sin acabar como la Niña la Puebla.

Nuestros amigos se movían discretamente entre la multitud y Sam miraban de un sitio a otro asombrado por tanta y tan variopinta parroquia. Allí estaban Bermudapesca y Alvatuk en el stand de compendios de pesca de Jumberimil a los que Fcodo negó el saludo y Sam les hizo en guiño haciendoles participes de que estaban haciendose pasar de incognito. Al llegar a una mesa Fcodo se paró y se acercó al oído de su amigo.

-    Sam, mira, ése de ahí es Pacügitor Hierbaverde. Es un montaraz del este que aprendió las artes del montaje de mí. Se jacta de ser buen montador pero oculta que todos los secretos del montaje los aprendió de mi maestría. Siempre monta mientras fuma su pipa de hierbaluisa.

-    Fcodo, ¿tú estás seguro que eso que fuma es hierbaluisa?

-    El que está al lado, es nuestro bien conocido  Josügel Cuellopollo, el Mago Verde. Sus moscas poseen un aura mágica que se activa cuando están en las proximidades del Törmeduril, y hacen perder el recelo a las enormes truchas como barras de pan que allí habitan y pudimos ver y que fuimos incapaces de engañar, ni con la marroncita, ni con jaibisibility, ni con el bicharraco.

Antes de que Fcodo pudiera reaccionar, Sam se adelantó a la mesa y preguntó a Cuellopollo.

-    Maestro, ¿con qué están hechas esas moscas? Son preciosas y el destello dorado que emana del amarillo de su cuerpo me ha hechizado.

Éste, sin atisbarse de que unos días antes le había tenido en sus calabozos de la fortaleza de Peñarandïl de BrakMt le respondió

-    ¡Ahh, joven mosquero! –comenzó diciendo Cuellopollo- estas moscas son el resultado de una profunda y minuciosa observación de padre Törmeduril. Las alas están hechas con pluma de oca de los Altos Jardines de los elfos del Oeste, los cercos son de los gallos dorados de las tierras de los bravos Rohinleönhin y el cuerpo está hecho con la fibra de la malla de los limones que venden los gitanos en los mercadillos de Pañarandïl de BrakMt… Mira, mira... –dijo el Mago Verde mientras extendía la mano y ofrecía una de ellas a Sam-.

-    ¡Oh, mil gracias maestro! –dijo entusiasmado Sam con una reverencia-.

-    Qué gracias, ni gracias…te he dicho mira, no toma. Así que ya la estás poniendo de vuelta a la caja, espabiliao…

-    ¡¡Incauto hobbit!!- reprochó Fcodo, mientras tiraba de su compañero del brazo y apartaba bruscamente a Sam de la mesa en la que estaban Hierbaverde y Cuellopollo-. No te das cuenta que con tu inconsciente actitud nos estás poniendo en riesgo- dijo Fcodo en un manifiesto tono de reproche-. Mantengámonos como meros observadores ocultos tras las capuchas de nuestros chubasqueros de vadeo. Hasta que no localicemos a Saurancho y Gollumero y veamos la oportunidad de arrebatarles el Perdigón Único para destruirlo, no nos podemos hacer notar.

Continuaron mirando aquí y allá hasta que Fcodo, con un respingo se escondió tras una esquina.

-    ¡¡Aquí amigo!!.

Sam dio un brinco y se escondió tras Fcodo.

-    Ésos de ahí son los perdigoneros. Una raza de mosqueros degenerados que se dejaron atrapar por el Señor Oscuro y ahora pescan únicamente al hilo. No te acerques a ellos. Su poder es muy grande y te arrastrarán al más insondable abismo de abominación mosquera: la competición –dijo Fcodo en un susurro pegando su boca al oído de Sam-. Aquel otro grupo de allí son los Montaraces Arqueros del Lance. Sus brazos son como chicles y su mente degeneró hasta llevarles a ignotos precipicios de locura. Prefieren lanzar en un prado a pescar en el río. Dos facciones se disputan la preponderancia en su extraña secta. Los del norte están comandados Vignüalador, con su senescal al frente el Hechicero del ego Cotërgrodol.

-    Fcodo, ¿no había ya un Maestro del ego en Rohinleönhin? –pregúnto Sam-.

-    Sí, Sam, pero éste es el Hechicero del Ego. Te atonta con su verborrea de Física y lo que busca es que le alabes para hinchar su ego. Son muchos los que han sucumbido a sus artes. 

-    ¿Y los del otro grupo? – inquirió Sam-.

-     Esos son los Montaraces Arqueros del Lance del Oeste. Su jefe es aquél de allí.

-    Solo veo a uno –dijo Sam-.

-    Asómate por detrás de él. Su figura es capaz de tapar la silueta de cuatro hombres fornidos. Es el Hechicero del Tocomocho Igleruarsaldüll Rebañaorzas –dijo Fcodo mientras disimuladamente llevaba a Sam del brazo y daban un gran rodeo para ver los cuatro hombres que había detrás de Rebañaorzas y que antes no podían ver por el volumen de su cuerpo-.

En el preciso momento en que nuestros amigos rodeaban al Hechicero del Tocomocho para ver que había detrás, el gran Mago Tronchapeines tomó un micrófono y comenzó a hablar.

-    Queridos amigos, en unos instantes dará comienzo la exhibición de montaje de nuestros maestros montadores. Todos ellos son personajes de reconocido prestigio en el mundo del montaje de moscas artificiales y estamos seguros que entre ellos se encuentran los mejores de la Tierra Media.

Al escuchar esas palabras, Fcodo rechinó los dientes y apretó un puño en el bolsillo del chubasquero. Él no había sido invitado. Él que había sido siempre referente en el mundo del montaje de la Tierra Media, que vendía más moscas que nadie, desde el Mar del Oeste, a los desiertos de los Altos Jardines de los elfos, desde Carranque a Membrilla. Maldito Saurancho, todo por su culpa, se dijo para sus adentros. Pero no hay que preocuparse, si hoy osa aparecer por aquí, le amargaré la fiesta.

domingo, 18 de octubre de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 20


Remontaron entre penalidades el curso del Törmeduril, amparados en las sombras y las peñas negras que les daban cobijo. Cruzaron las montañas sombrías de Grëgdorudor, donde los maestros de la mosca ahogada y el buldó escogotaron truchas desde tiempos inmemorables, y por fin, en la llanura llegaron a las estribaciones de la Cosmarca.

-    ¿Qué te patearon el culo?- dijo Xanegar Bolger, mientras exhalaba el humo que había tomado en una profunda calada de su pipa de hierba luisa-.

-    Así es, pero eso no fue lo que más me dolió- apuntó Fcodo- . El dolor moral fue mucho peor. He visto con mis propios ojos cómo el veneno negro de la pesca con perdigón se ha apoderado de las tierras del norte. Ya nadie pesca a mosca seca, a más decir, ya nadie sabe ni tan siquiera que la pesca a mosca seca es la única modalidad digna de ser llamada noble. Saurancho ha extendido sus largos dedos y ha envenenado todo el norte. Sólo resistimos los viejos y buenos mosqueros a tamaño desastre. Afortunadamente, tú Xanegar, aún te mantienes como un noble comerciante de la vieja escuela y ofreces sólo materiales para montar secas…

-    Xanegar, ¿estas bolitas naranjas que pesan tanto y que tienes en este cajón para qué sirven?- preguntó inocentemente Sam-.

-    SSShhh…calla tolardo… -dijo Xanegar mientras con un gesto sutil de la mano cerraba el cajón mientras asentía a lo que Fcodo estaba diciendo-.

-    Me entristece lo que relatas, Fcodo –dijo Xanegar- . Era de esperar. Saurancho incrementa su poder e influencia cada día que pasa y de hecho mañana se celebrará la Gran Convención de Montaje, como bien sabes y se rumorea en las tabernas sottovoce que el mismísimo Saurancho acudirá acompañado de Gollumero.

-    ¡¡Maldito Gollumero, lo odio!!  Nos arrebató las gafas de culovaso en las tierras de Galithornmtih. El robo de las gafas fue el primer paso de su perverso plan. Corrimos tras él a tanta velocidad como nuestras piernas y el colesterol que tapona nuestras arterías nos permitió y desafortunadamente no le llegamos a dar alcance. El robo de las gafas de culovaso fue un duro golpe para nuestra comunidad, pero lo que realmente me alarmó fue ver que la huida del inmundo Gollumero tomaba dirección sur y que en su alocada fuga había dejado caer un aviso de Correos  en el que se le notificaba que tenía pendiente de recoger un envío de Ebay que le venía de China. No había duda, se había hecho con el epoxy de los chinos y junto con las gafas de culovaso ya no tendría obstáculo alguno que le impidiera montar el Perdigón Único. Nuestra persecución hubiera dado sus frutos de no ser por el cautiverio que sufrimos en Pañarandïl de BrakMt  y lo que posteriormente sucedió y te he relatado. Ahora todo tiene sentido: su objetivo final es acudir junto a Saurancho y forjar el Perdigón Único en la Gran Convención de Montaje y con él deslumbrar a toda la comunidad mosquera, no cabe duda –dijo Fcodo con los ojos inyectados en sangre-. ¿Has mirado mi buzón en mi ausencia como te pedí que hicieras?, ¿ha llegado alguna carta en mi ausencia invitándome a tan magnánimo evento? Sin duda los organizadores saben de mi buen hacer montando moscas –no por casualidad vendo moscas en toda la Tierra Media, más allá del Mar del Oeste, acullá de las desiertos del Este, allende las Montañas del Norte, en Navalcarnero y en Totana-… Dime, ¿ha llegado carta…ha llegado? –preguntó Fcodo inquieto-.

-    Ni tarranco…

-    ¡¡ Demonio de Saurancho!!. Sus largos dedos han llegado hasta las más altas instancias para aislarme, para excluirme y mermar con ello mi gloria y fraguar así el Perdigón Único con el que dominar y subyugar a todos los buenos mosqueros, a más decir, a los mosqueros de seca. Pero esto no quedará así, no. ¡¡Vamos mi fiel Sam, mañana será el gran día!! Mataremos dos pájaros de un tiro: destruiremos el Perdigón Único si osan montarlo y mostraremos que no hay montador en toda la Tierra Media mejor que yo -sentenció Fcodo mientras en un gesto de rabia daba un puñetazo en el mostrador con su manita pequeña y rechoncha-.

domingo, 11 de octubre de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 19


Mientras tanto, en Pañarandïl de BrakMt….

-          Es hora de que se haga justicia, -se dijo Fcodo al tiempo que recogía su pequeño álbum de fotos. Toda la noche había velado las imágenes de sus maestros.-
-          ¿Quiénes son todos esos seres que aparecen en esas descoloridas y viejas fotos?, -preguntó un mohíno Sam-.
-          Estos han sido mis maestros y guías durante todos esos años, los venero más que a las buenas pitanzas por el monte mi fiel Sam.
-          Pues ya es veneración, -dijo Meriadum Bermudapesca desperezándose, al tiempo que estiraba los brazos cerrando los puños-.
-          Verás, -prosiguió Fcodo-. En los albores de la pesca a mosca en la Tierra Media, habitaban tres razas de pescadores, los maestros mosqueros, los enanos de la Santa Compaña y el resto de pescadores. Éstos últimos eran generalmente amigos del besbello, la meruca y la cucharilla. En definitiva, gente de mal vivir.
-          Unos parias a ojos de un caballero mosquero, ¿verdad?, -preguntó Sam-.
-          ¡Exacto!, -replicó Fcodo soltando un tremebundo gallo-. Lo más ruin y bajo de la sociedad, nada que se asemeje a personajes de nuestra alcurnia.
-          Y estos maestros, ¿en qué se diferenciaban de los enanos de la Santa Compaña?, -preguntó Bermudapesca-.
-          En la Santa Compaña también se encontraban inicialmente viejos e innobles mosqueros, cuyo único interés era medrar en la pesca a mosca sin aportar nada  a la misma, -respondió Fcodo-.¿No has visto cómo me han tratado Axel y Bossarias?
-          ¿Y los maestros de Cuen-cadur?, -preguntó Sam-.
-          ¡Ah los maestros de Cuen-cadur!, -suspiró Fcodo-. Siempre han sido mi luz, mi guía y mi baluarte.

Son los pioneros de los buenos principios que debe tener un buen mosquero: elegancia, humildad, inmenso altruismo y sobre todo, lo más importante, han sido capaces de inculcar cómo pescar  correctamente vestido de caballero mosquero.
Cobraban por sus seminarios, cierto, pero era un dinero bien invertido si querías conocer complejos axiomas, como por ejemplo saber cuáles son las anillas de la caña de mosca por las que tenías que pasar la cola de rata.
De todas formas, lo más importante es que fueron tendencia  intemporal y transmitieron, de forma brillante, que un pescador ha de vestirse por los pies y terminar por la cabeza sin ser un fantoche, prosiguió.
Todo el mundo lo sabe aunque lo niegue, nadie puede ir hecho un zarrapastroso al río. Si por mi fuese, todos los que no llevasen un sombrero de pluma irían directos al…

-          ¡Eh! ¡Vosotros! ¡Fuera de ahí!, -dijo Täsuk abriendo la pesada puerta del calabozo-. ¡Ha llegado la hora de que se haga justicia a nuestro Virrey!

Encadenados de pies y manos, Sam, Meriadum y Fcodo fueron conducidos a un carro y desde Peñarandïl de BrakMt fueron llevados a Làm-Äyac, un recóndito paraje al norte de Albartuk de Törmeduril. A pie de río se había desplegado un auténtico campamento con  tiendas de descanso, cantinas, aseos y carpas de exhibición de montaje.
Desde que se había organizado la Gran Convención de Montaje cerca de la Cosmarca, no habían hecho más que aflorar eventos similares de menor entidad. En ellos participaban los más selectos y distinguidos artesanos del montaje que iban de camino a la Gran Convención.
Una vez en Làm-Äyac, Täsuk arrojó a los tres miembros de la Comunidad fuera del carro y les tiró un saco con sus pertenencias.

-          ¡Vestíos de manera decente para entablar justa batalla por el honor del Virrey!, -gritó-.

Un tembloroso Fcodo comenzó a colocarse todos los elementos con los que defendería el honor de los buenos mosqueros y la esencia de la pesca a mosca. Lentamente, muy lentamente fue componiendo su armadura adquirida en el almacén de Xarnegar. Vader, botas, polainas, chaleco, su inconfundible braga y el sombrero con pluma. Estaba listo.

-          Sam, ¿has visto mis guantes de protección? -preguntó Fcodo-.
-          Están aquí, -dijo Sam tendiéndoselos-. ¿No irás a desempolvar tu caña con talón de combate?
-          Sí, -dijo Fcodo-. Aunque no deseo mancillarla con otras aguas que no sean las del padre Tajordarhüll, me veo en la necesidad de emplearla para salir victorioso de este trance. Las fortísimas truchas de 25 cm son duras contrincantes, sobremanera en este río poblado de berzas. No debo dejar nada al azar.
-          ¿Estás ya listo no?, -le interrumpió Täsuk-. ¡Arreando!

Escoltado por los dos enanos, Fcodo y sus camaradas fueron conducido a la orilla del río Törmeduril donde una muchedumbre se había arremolinado. A un lado, ajeno a todo, Tïm Alluc fumaba su pipa de hierbaluisa mientras contemplaba la actividad de las truchas.

-          No habrá límite de tiempo para este combate, -gritó el Mago Verde erguido en el palco-. Hasta una hora después del ocaso estará permitida la lucha.
Carmin Pisanur y sus dos nuevos adláteres de Astur-natur será los encargados de vigilar el correcto desarrollo del combate, concluyó.
 -          Me gustaría pronunciar unas palabras, -dijo un altivo Fcodo con voz de pito-.
-          Adelante, -dijo el Mago verde-.
-          Bien en sabido que yo nunca desee que se llegase a este punto, pues mi humildad es de sobra conocida en toda la Tierra Media, especialmente en la Cosmarca en donde a cualquiera que preguntéis jamás os dirá una mala palabra de mí.

Soy persona afable y de trato sencillo, noble y leal a mis amigos. Jamás he pronunciado una palabra más alta que otra ni fallado a nadie ante cualquier situación o la justicia.
Hoy en justicia no lucho por mí honor, lucho porque prevalezcan los buenos valores de la pesca que deben estar presentes en todo caballero mosquero.
Sólo eso, concluyó.
Al igual que algún despistado allí presente, Sam y Meriadum aplaudieron el discurso franco y profundo de Fcodo.

 -          Sólo una pregunta más, -dijo Fcodo tomando de nuevo la palabra-. Entiendo que siendo el Törmeduril un río para pescar puramente a seca no estarán permitidas otras artes, ¿verdad?
-          Piensas mal, -replicó Carmin Pisanur-. No vemos con malos ojos el empleo de otras artes, como por ejemplo el perdigón. En estas aguas es un arte tan noble como la seca, por la dificultad que entraña su manejo entre las berzas del fondo.

Fcodo se disponía a replicar cuando Carmin Pisanur le interrumpió.

-          Axel, Bossarias, explicádselo de otra manera.

A la orden de su virrey, ambos miembros de la Santa Compaña introdujeron en el cauce del río propinándole una serie de puntapiés y capones al desdichado  y purista Fcodo.

-          Sabía que nunca sería fácil, -dijo Fcodo-, al tiempo que se frotaba el magullado trasero. Presentaré combate con mis armas.
-          ¡Comenzad pues!, -exclamó el Mago verde-.

Como accionado por un resorte, Fcodo corrió en pos de ocupar los mejores lugares. Sin ser consciente de que la profundad era engañosa y la corriente fuerte, condujo a sus amigos por el vado del molino.
Gracias a su peso pudo frenar la fuerza de la corriente y servir de apoyo a los fieles Sam y Meriadum.

-          El agua baja muy fría, -dijo Meriadum.- Creo que no podré acompañarte mucho tiempo con estas mallas.
-          Al otro lado hay tierra firme, desde allí podrás estar seco y serme de incuestionable ayuda, -dijo Fcodo-. Apóyate en mí y continúa mi fiel Meriadum.

Desgraciadamente, en un mal paso la corriente arrastró a éste hacia las fuertes corrientes del molino.

-          ¡Nada! ¡Nada con fuerza Meriadum!, -gritó Fcodo mientras veía a Meriadum perderse en el recodo moviendo histéricamente los brazos-.
-          ¡Debemos ir a por él!, -dijo inmediatamente un alterado Sam-.
-          No te preocupes, -dijo Fcodo-. Las mallas dotan a Meriadum de excelente movilidad y además es un gran nadador. No tendrá problema ninguno en ganar la orilla del siguiente tablón.
-          ¡Pero si no sabe nadar! Dijo un asustado Sam. ¡Está perdido!
-          Entonces es una pérdida asumible para la Comunidad, dijo Fcodo. Ten en cuenta lo realmente importante que es todo lo que está en juego.
-          ¡Bossarias! ¡Axel! ¡Debéis de ayudar a nuestro amigo!, -les gritó Sam-.
-          Nuestro virrey nos ha ordenado vigilaros y eso hacemos, replicaron al unísono. Pero no os preocupéis, seguro que se ocupan del él.
Con el corazón en un puño, los dos enanos y los dos hobbits cruzaron el bravo Törmeduril y ganaron la orilla opuesta. Extenuado y alicaído,  al tiempo que gruesas lágrimas afloraban en sus mejillas, Sam se tumbó sobre la orilla.  Pensando que había perdido otro amigo.
Fcodo, por su parte, se concentraba en las primeras cebas que había detectado. Había mucho en juego.



-          ¡Nobles truchas las de este río!, exclamó. Son las 4 de la tarde y maese pintona ya come franca. La esencia de la pesca a mosca aleccionará a todos cuantos me observen.
 Avispado como era, se había percatado mientras cruzada que una gruesa manta de bétidos de color verdoso bajaba río abajo. Su bétido engañador de cercos caídos no podía fallar.

Los primeros lances fueron muy torpes por la descompensación del talón de combate. Sin embargo, aquellas truchas no tomaban el engaño cuando las largas derivas ayudaban en la presentación de su mosca, que las truchas eludían y se cebaban a las que derivaban junto a ella.
Continuó mejorando los lances y con otras moscas de conjunto, tratando de  buscar algún patrón que le diese la primera captura. Su amada Coachman, la marroncita,… nada. Todo era inútil.
Unos metros más abajo, Tïm Alluc acababa de entrar al río y ya se encontraba peleando con la primera señora del Törmeduril. ¡PLAS! ¡CHOF! ¡RRRRRRRRRRRIS! ¡ZAS! ¡Y sacadera! Un ensordecedor aplauso venía de la otra orilla. ¡73 centímetros!, fue la expresión que el viento llevó a oídos de Fcodo.
Pasaban las hora y Fcodo estaba en plena crisis de ansiedad. Las selectivas truchas seguían ignorando de modo sistemático todo cuanto éste les ponía. Desde la otra orilla, sólo se oían aplausos y vítores. Tïm Alluc sobrepasaba la veintena de truchas, ninguna había bajado de los 60 centímetros.

-          ¡Pero qué comen estas putas truchas de mierda! ¡Rijosas! .Dijo un exasperado Fcodo con voz de lija tras 4 horas intentado que le hicieran caso, la última hora profiriendo histéricos gritos a las otrora amadas pintonas.. 

Había avanzado varias decenas de metros por el brazo exterior y había perdido toda referencia con Tïm Alluc. Desgraciadamente el viento seguía trayendo el eco de los aplausos.
Sam seguía apesadumbrado por lo que le pudiera haber pasado  a su amigo Meriadum y a su lado, Axel y Bossarias no podían sino reírse a mandíbula batiente del desgraciado Fcodo.

-          ¿Sabes una cosa?, -preguntaron de modo retórico-. Nos han comentado con detalle lo que pasó en el seminario de montaje de Peñarandïl de BrakMt y no nos extraña lo que vemos en el río.
Eres malo tío, continuaron. Las moscas que estás empleando no guardan las proporciones ni tienen las tonalidades correctas, las de conjunto da lo mismo que las tires al agua que al maizal y de lance andas justito justito.

Entendemos que los que te acompañan son tan patanes como tú, por eso vas a perder este combate. De hecho ya pierdes por goleada.

-          ¡Aún me queda el sereno!, -gritó un herido Fcodo-. El sereno es algo que nunca ha fallado y pone a los pescadores en su sitio. Sólo aquellos que se mueven con  soltura en ausencia de luz podrán triunfar donde otros fracasan estrepitosamente.
-          Eso es cierto, -dijo Sam incorporándose-. En el Alto Tajordarhüll sólo pescan aquellos que vencen al desconcierto de la oscuridad.
-          Guajes, -dijo Bossarias-. Estáis dando pena y dolor de día, ¿de verdad contáis hacer algo por la noche en este río donde apenas hay serenos?
Fcodo palideció repentinamente y, tras tragar saliva, su papada inició su ya conocido tembleque.
 -          Según nos ha dicho el Mago Verde, -dijo Axel riéndose-, dentro de 15 minutos las truchas cerrarán la boca y adiós muy buenas.  Ya has perdido, y lo que os espera, mis inútiles amigos, es un largo penar en los calabozos del castillo de Peñarandïl de BrakMt.
-       Tú, -dijo señalando a Fcodo-, vas a estar por mucho tiempo lejos de los ríos, las pintonas y de la Gran Convención de Montaje cerca de la Cosmarca a la que, por cierto, nos han invitado esta misma mañana los Caballeros del Círculo Prefeto.

Herido en su orgullo con este golpe bajo, Fcodo reaccionó con ira.

 -          ¡A ellos mi fiel Sam!, -gritó repentinamente Fcodo, al tiempo que se abalanzaba sobre Axel y Bossarias. Aprovechándose de su inercia, el impacto fue brutal y dio con los tres tendidos en el agua.
Totalmente desorientado por el impacto, Bossarias trataba de ponerse en pie. Al mismo tiempo, y favorecido por su peso muerto,  Fcodo inmovilizaba a Axel mientras que con sus raquíticas piernecitas le propinaba pequeñas patadas-.

Sam reaccionó rápidamente y redujo a Bossarias con sus bolsas amarillas. Mientras lo amordazaba, lanzó dos bolsas a Fcodo para que éste hiciera lo mismo con Axel.
Al amparo de la oscuridad y el abrigo de los árboles que protegían el brazo, nadie de la orilla de enfrente se había percatado de la trifulca que se había generado.

 -          ¿Qué vamos a hacer ahora Fcodo?, -preguntó un asustado Sam con las manos aún temblorosas-.
-          Hemos de huir de aquí. Aprovechando la oscuridad y que nadie nos espera hasta dentro de una hora podremos poner tierra de por medio mi fiel amigo,
Esta gente no juega limpio  y nos han conducido a una trampa, prosiguió. Además,  tenemos que ir a esa convención de montaje que se celebrará cerca de nuestra tierra.
 -          Pero, ¿para qué?, nuestro combate está aquí.
-          Eso es un claro error de concepto, -dijo Fcodo con solemnidad-. Nuestra lucha se circunscribe a cualquier lugar de la Tierra Media donde se atente contra los buenos principios de la pesca a mosca o mi honor.
En este caso en concreto, no habiéndome invitado a mí a este evento he sido menospreciado y voy a ir a exigir una respuesta a tamaña ofensa.
Además, si recuerdas, dije ayer en el juicio que siempre salvaguardo mi honor de un ataque antes de atacar  yo. Eso sucede casi siempre, la salvedad es este caso y otros tres o cuatro casos modelo que no recuerdo. Pero en éste, precisamente en éste, han afrentado a mi honor y no lo puedo permitir.
¡Me han despreciado y eso es inaceptable!
-          ¡Pero si nos vamos de aquí caballeros como Lis Árdeum nos perseguirán y nos darán muerte!, -dijo Sam-. Estos tipos están tronados.
-          No será así. Me aseguraré de que mi honor y tu integridad estén siempre a salvo por este orden, mi fiel Sam.
Además, -dijo emocionado Fcodo alzando el puño-, juro por el bolo que me he acabado de comer en el Törmeduril, que los Caballeros del Círculo Prefeto y todos cuantos acudan a dicha convención me profesarán eterna pleitesía una vez descabece a los instigadores de este agravio.

 Y así, aprovechando los últimos rayos de un sol que se ocultaba bajo una increíble paleta de colores rojizos, Fcodo y Sam huyeron camino de la Cosmarca. Abandonaron nuevamente un combate en pos de salvaguardar un honor que, en la mente del maltrecho Sam, comenzaba a tomar forma de un concepto totalmente etéreo.

domingo, 4 de octubre de 2015

El Señor de los Perdigones. Capítulo 18

-          ¡Mirad! ¡Ahora un pentáculo!, -exclamó Alvatuk asombrado-. ¡Todo el camino está lleno de polígonos raros!
-          Sin duda estas son las huellas de Gollumero, -aseveró Gandalfpé-.
-          Estoy asustado, -dijo un inquieto Alvatuk-. Primero encontramos dibujos de triángulos rectángulos, luego conos generados con su revolución y ahora esto. Creo que el poder oscuro de Saurancho se acrecienta sobre Gollumero. Cuanto más nos acercamos a Cosmarca más maldad oscura se refleja en sus dibujos y en sus textos.
-          Me han llegado noticias de que han sembrado la Cosmarca de trampas, la aparición en medios de comunicación y la publicación, durante nuestra ausencia, de los ininteligibles artículos de Gollumero con ideas incoherentes, con frases destacadas que podría firmar el mismísimo Perogrullo y con su sabiduría parda de andar por casa no auguran buenos tiempos, todos son bulos y caza de brujas, me han informado que Xanergar está inquieto y sé que ha mantenido contactos con Saurancho. Gollumero se siente seguro al lado de su amo y no nos tiene miedo en absoluto, -concluyó Gandalfpé-. El fraguado del perdigón único es inminente: la oscuridad se cierne sobre la Tierra Media amigos.
-          Puede que así sea, -mustió un totalmente abstraído Jumberimir, al tiempo que iba documentando todos aquellos símbolos y textos para un compendio del que ya había comenzado a pensar el título: “Ríos, pintonas, giros, abatimiento de ángulos y filosofía introespecífica”
-          Por fin he sacado algo de este viaje, -se dijo Jumberimir-. Una obra maestra en tiempos oscuros de perdigones y decadencia. Sin duda voy a colocar más compendios que churros se han vendido en la Cosmarca. A razón de 17 monedas de oro, precio de amigo, por una tirada de 4500 ejemplares, me deja un beneficio de…
-          La verdad es que yo estoy muy preocupado, -dijo Alvatuk-. Si se fraguase el perdigón único todos los ríos y las truchas de la tierra media perderían su pureza y los repobladores camparían a sus anchas, sin duda habría que colgar la caña.
-          Eso no sería necesario, -respondió inmediatamente Jumberimir-. Aquí te muestro una guía de cotos intensivos de la Tierra Media, incluidos los más cercanos a la Cosmarca, donde puedo dar fe de las incomparables capturas que he realizado, estaba pensando que es una buena época para actualizarla y re-editarla.
-          ¡Amigos! Ya diviso la Cosmarca, apenas nos quedan una legua, -anunció Gandalfpé-. Nuestro periplo ha terminado.
-          ¿Vamos a despedirnos así sin más? ¿No vamos a perseguir a Gollumero?, -preguntó Jumberimir-
-          Deberíamos  ir tras él y tratar de recuperar mis gafas de culovaso, -apostilló Alvatuk-.
-          Todo está perdido y segundas partes nunca fueron buenas, -dijo con tono solemne Gandalfpé-. Tengo las rodillas molidas y aún me duelen los moratones de la batalla de Lafigalien. No sé si….
-          ¡¡¡Gollumero!!!, ¡¡mirad a Gollumero!!, -gritó de pronto Jumberimir apuntando con su brazo hacia la Cosmarca-.

A lo lejos, a la sombra de un chaparro, Gollumero se encontraba dibujando con un palo otro polígono en el suelo. Palideció, levantó la cabeza temblorosa al oído de los gritos de Jumberimir.

-          ¡Polígonos! ¡Rectas! ¡Óvalos y romboides! ¡Perdigón! ¡Perdigón! ¡Gollumero! ¡Ejjj! ¡Ejjj!, -se le escuchó gritar a lo lejos-.

Rápidamente se incorporó, cogió su bolsa y huyó apresuradamente a la protección de la Cosmarca. En el grupo, nadie era capaz de articular palabra.

-          ¡A él!, -gritó Gandalfpé, al tiempo que tomaba el tubo de la caña Sagedör de de dos manos a modo de garrota-. ¡De aquí no se puede escapar! ¡Vamos todos!

De manera atropellada y vociferando, entraron en la Cosmarca tras sus pasos, al tiempo que trataba de perderse entre el gentío.