domingo, 11 de diciembre de 2016

Iracundos silencios

Saber recibir hostias es un don, encajarlas es una virtud.


Es notorio que estamos sufriendo una profunda y grave crisis de valores, en nuestro mejor escaparate mostramos a los demás que los tenemos, los defendemos y hasta hacemos proselitismo con y de ellos. Pero en nuestras actuaciones trascendentales los olvidamos y los sometemos al más duro y ruin de los desprecios.


No es así en aquéllos que, aun conociendo a través de mis textos los defectos que les descubro, los asimilan en silencio, como si de almorranas se trataran. Han sabido encajar y callar, han sabido recibir sin repartir, ¡cómo no admirarlos!


No va a ser todo hacer crítica negativa de las redes sociales y a los que en ellas se exponen. Tendremos que repasar nuestra tabla de virtudes y considerar como una de ellas la asimilación del sonrojo iracundo que producen mis diatribas ¿Cómo describir ese estoicismo del que es incapaz de devolver lo que con tanto arrojo le han dedicado?


Si investigamos en los clásicos siete pecados capitales y las siete virtudes opuestas:

Contra la pereza, diligencia.
Contra soberbia, humildad.
Contra envidia, generosidad.
Contra la gula, templanza.
Contra la lujuria, castidad.
Contra la ira, paciencia.
Contra la avaricia, caridad.


Al margen de los pecados que no trato en este blog  -y que francamente me la trae al pairo si los tienen o no-, podemos observar que los involucrados se mueven entre las dos columnas con mucha soltura, cumpliendo con los de una y con los de otra pero casi nunca con los dos a la vez (salvo casos de doble personalidad que también se dan).


Contención es la palabra que más se asemeja a esos iracundos silencios que pueden originar alguna subida de tensión arterial o incluso de tensión anímica con los que los rodean. Desde aquí les pido que expresen contra mí toda esa ira y descarguen esa tensión, aunque sea yendo contra uno de los más divertidos pecados capitales.